menucito

Graciela Lazarte: El mandato

De gamuza, color negro, elegantes, guardados un su caja, en un rincón del placard. Los miraba cada tanto, sin poder mostrarlos.
Me hacen sentir distinta, por un lado bien, pero por otro no digna de ellos.
La ropa linda era solo para fiestas, no se podía usar en otro momento, y a la hora de comprar algo, tenía que ser delicado pero económico. La ropa cara y buena no era para nosotros, no podíamos, era para gente de otro nivel. No era cuestión de aparentar.
¿Aparentar qué?
Tenía un vestido negro, sencillo, me quedaba muy bien, pero lo que más impactaba en mí eran los elegantes zapatos.
No podía mostrárselos a mamá. Me sentía culpable, pero ¿de qué?
No entendía esa rara sensación y esos pensamientos tan molestos.
A veces, la bronca se apoderaba de mí por no poder compartir con mamá esa gran adquisición.
Días antes a la fiesta, vino a tomar unos mates, y por supuesto, salió el tema de qué no íbamos a poner esa noche. Cuando estaba por contarle lo que me había comprado, surgió de su parte un comentario,
-No se qué ponerme, no tengo nada. ¡Será posible que uno nunca tenga un mango!-
Cuando escuché esto, apenas pude tragar el agua del mate.
A medida que pasaban los minutos, se acercaba el momento de decir lo que yo iba a vestir.
-¿Y vos, qué te vas a poner?
Titubeando, le conté que me había comprado un vestido y un par de zapatos.
-¡Ah bueno! Si podés, me parece bien. Yo no puedo. Qué se va a hacer, es lindo comprarse cosas.
Terminamos de tomar mate y la acompañé hasta la puerta, por supuesto con comentario de por medio:
-Voy a ver si alguien me presta algo.-
Se fue, cerré la puerta, me senté y me fumé un cigarrillo.
Llegó el día de la fiesta y me arreglé para la ocasión, me sentía hermosa, me imaginaba bailando y luciendo mis elegantes zapatos.
Llegamos al lugar, bajé del auto y acercándonos al salón, mi esposo me dice
-¡Qué linda estás! -Mis ojos brillaron aún más.
En la sala de estar, se encontraba el señor que recibía a los invitados.
-Los zapatos, me dice.
¡Qué emoción, se había dado cuenta!
-Son nuevos, le contesto.
-Lo siento señora, es una fiesta japonesa. Quedé desconcertada, un frío recorrió mi cuerpo. Dejé los zapatos, fui hacia la mesa, saludé a todos los que en ella se encontraban, incluyendo a mamá.
-¡Estás muy elegante!, le digo.
-¡Gracias, estoy de estreno!

Natalia Bori: El Cadáver de la Novia



En la noche del funeral de su esposa, cuando Hilario apenas tenía 30 años, descubrió una faceta que jamás había visto en él. Fue velando a la difunta en la única habitación de la casa, se dirigió al dormitorio marital (para ello corrió la cortina, una sábana sucia que dividía los espacios), abrió el baúl de los recuerdos y sacó el vestido de boda de su amada, lo miró, lo acarició tristemente e inmerso en una gran nostalgia la recordó envuelta en esos trapos corroídos por el tiempo. Luego bailó el vals por toda la habitación, abrazando el vestido con una dulzura casi natural. Pensó que jamás había tenido tal demostración de cariño con su mujer, al contrario, había sido demasiado rudo con ella. Recordó el día de su boda, un día de lluvia, barroso, oliendo a cloacas, cuando un pastor evangélico, también pri­vado de libertad, unió sus almas en la capilla de una penitenciaria donde él cumplía su pena. Volvió a mirar el vestido blanco, avejentado y amarillento que todavía guardaba salpicaduras de barro y pensó, lo desgraciada que había sido esa novia, tan pobre, tan humilde, tan miserable. Dio dos giros y siguió bai­lando con un semblante serio. Luego dejó el vestido sobre la cama, lo observó a la distancia con duda y con ansiedad también. Al cabo de unos minutos se animó y sin remordimientos se lo puso, le entraba perfecto. Tomó con sus dedos la punta de cada costado de la falda e hizo unas reverencias, como si fuera una dama aristocrática. Sonrió de felicidad y fue a la letrina corriendo a sacar unos maquillajes añe­jos, que su mujer guardaba dentro de una bolsa plástica colgada detrás de la puerta. Mirándose en un espejo pequeño y rasgado, se pintó los labios de rojo carmesí y los parpados de azul marino. Después volvió donde yacía el féretro para dar el último adiós. Era un funeral muy apagado. Ella no tenía parientes ni amistades y el perro que estaba en un rincón de la covacha era un recién agre­gado. En la casa, sólo se encontraba su padre y un linyera desconocido que jugaban al truco y tomaban alcohol puro en el fondo del patio, demostrando poco interés en velar muertos a la manera tradicional. Luego Hilario despidió a su mujer con un beso, dejándole una marca de rouge en la frente, la situación le provocó gracia, y para quitárselo le refregó el dedo humedecido con saliva, mientras a él le daban unas risitas picarescas de complicidad entre amigas. Hilario se inclinó hacia ella, le susurró al oído el único secreto que guardaba y le prometió que se vestiría de mujer para recordarla siempre.
En la actualidad, Hilario se tiñe el pelo con agua oxigenada, viste blusas, faldas, batones, cría culebras en el fondo de su casa y colecciona revistas de moda que recolecta en el basural donde trabaja.

[ Publicado originalmente en Desvío Cósmico ]

Juan Demian: Recuerdo


Recuerdo perfumes,
de mi infancia lejana.
Cuando todo era sueño.

Cuando armaba castillos,
 Inexpugnables
Con un juego de naipes.

Y una pava gigante
vertía su amor
en un fuenton de lata.

Y la tele era en blanco y negro,
pero era mía.

Recuerdo el misterio,
de haber ido creciendo
en un mundo, que no entendía.

Recuerdo tu beso, Gabriela.
El primero de todos.
Robado en un pasillo, a las corridas.

Y sentirme hombre,
y ser feliz.
Y creer que el mundo también era mío.

La complejidad de los años negros.
Con su oscuridad suprema.

Y mi alma, amando a tientas.

También recuerdo haberte encontrado,
Una vez,
Para perderte miles.
Y nunca retornar  a la magnificencia
Del primer encuentro.

Ahora, recuerdo perderte.
Como si estuviera pasando.
Y no me quejo por nada.

Evidentemente, ese niño
ya no habita mi alma.

Y las pavas se secaron.

Y para mi no queda nada.

Daniel Rojas Pachas: tres poemas del libro "Carne"



Spleen o
[los del pueblo le colgaron igual, porque era un negro. Su pantalón seguía formando en la entrepierna un bulto irrisorio]


No todos pueden darse el lujo de tomar un baño de multitud
Baudelaire – Las turbas.



hay días que me gustaría
de pie
al comienzo de 21 de mayo (esa mala copia de paseo ahumada o jirón de la unión)
gritar OPTIC BLAST!!!
como Summers en el children of the atom
y reducir
a carne chamuscada,
huesos y polvo
a miles de putos ciudadanos… 
todos masa de cemento, vidrio y piel fundida…
sus cochinos gelatos y risas sabatinas
la ropa veraniega, los nuts 4 nuts, las promotoras de parís
y las estatuas vivas…
Behold!!!




Resident evil


You have just entered the world of Survival Horror...
Resident Evil - voz en off.



Nada mejora el día

como reventar la cabeza digital de un zombie

con una Desert Eagle



escrito en chacalluta
o
[a unas negras colombianas no las dejaron subir al bus por llevar demasiado equipaje… aún así los pacos hicieron todo lo que estaba en sus manos por ayudarlas / so sad]


The only Good Bug is a Dead Bug!!!
Civil de Buenos Aires – Starship Troopers


un bisturí y manos adecuadas / poli se abre camino con la shotgun / piel de niña, un lindo disfraz para el parade / los ancianos desfilan con máscaras de ex presidentes / y maestras  rebotan sus tetas a un costado del camino / lo circular de la carretera nos insulta / la circularidad del baile, un foxtrot con máscaras de gas / pasolini estaría orgulloso hijo!!! / so cute / un rostro deforme arrastra a su hermano por el desierto / las quemaduras del bajo cráneo, el viento en las dunas / risas quiebran el silencio del lugar / maybe, love won´t tear us apart / just maybe / el martirio post punk / post rock / post this – jode a los artistas del llanto, so trendy, so seattle… los noventa pasaron / ser un loser ya no es lo mismo  / a ti en todo caso te calienta jean grey / wolverine de mierda / ciclope se tira a las mejores minas, la bruja blanca, las pelirrojas son una debilidad / pregúntale al fist of the north star / cayendo directo al despeñadero, so sad / como trepanar una cabeza y echar agua hervida con jeringa para crear un zombie artesa y no pasar otra noche solo / me gusta bailar lentos / love hurts, nazareth style /  dahmer le llora a papá /  so lonely / pero usa el sniper conchetumare, que te dije… puta la huea / revolver ocelot es un viejo cabrón, igual que saint of killers / malas copias de jack palance o bronson en un paisaje cotidiano / gris lleno de balas y cuerpos / el pellejo de esas gordas / pure gold / buffallo bill style / norman bates style / ed gein syle / tobe hooper es dios / el tendría que hacer una peli de lee wuornos versus green river killer / un hit gore porno style / para tanto viejo de mierda, pajeándose con hueas muertas / i feel pretty… oh so pretty / has visto el video de… manda link…


Pd: te amo mamá.



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Daniel Rojas Pachas (Lima 1983) Escritor, Magíster en Ciencias de la Comunicación y profesor de Literatura egresado de la Universidad de Tarapacá. Reside en Arica-Chile donde ejerce la docencia Universitaria Actualmente edita la Revista Literaria virtual y Editorial impresa Cinosargo. Ha publicado el poemario Gramma en el 2009 con Ediciones Cinosargo, en investigación ha publicado Realidades Dialogantes, un análisis pragmático de cinco novelas Latinoamericanas Generacionales por el cual fue beneficiado el 2008 con el fondo nacional de fomento del libro que otorga el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile. Actualmente sus publicaciones aparecen periódicamente en revistas literarias nacionales e internacionales, en la Linterna de Papel del Mercurio de Antofagasta y ha sido seleccionado para formar parte de la Antología de poesía 2009, ediciones Jaguar de México. Ha participado como ponente en importantes congresos internacionales en Perú, Bolivia, Argentina y Chile entre los cuales se destacan el JALLA, SOCHEL y CONELIT. Además ha sido beneficiado con la beca de perfeccionamiento, modalidad apoyo a tesis de postgrado en Chile o el extranjero 2010 del fondo del libro a fin de realizar su investigación sobre la novela Ariqueña: Proyección y recepción dentro del canon nacional. Más información en su weblog Personal: http://www.danielrojaspachas.blogspot.com
Correo de contacto: carrollera@hotmail.com

Desde Mendoza, Desvío Cósmico


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[ desvío cósmico ] (fanzine quincenal interactivo) es una propuesta de interacción sociocultural que combina la distribución de 1000 ejemplares repartidos gratuitamente en bares, teatros, centros culturales y cines de la ciudad de Mendoza, con el soporte virtual del blog.
Este es un espacio interactivo de literatura, comunicación, sociología, medio ambiente, cultura, humor y todo lo que pueda caber en tan breve territorio de ideas y fantasías.

Censura



quise decir/como
brillarás silencio/decir
un poco adentro sin                / decirte/perfumes que
obturen anciana oscuridad
/ver
después
contra el resplandor derruido/tus tuyos ojos
mordiendo/ luz /luz acorralada ciega luz talla alfileres talla
/o derepente
bellás bellás                             bellás
sobre esas manos/sí
vértigo áspero ojos bien cerrados/
destejer trampas miedos salivas melodías/ derramaste/
tibiecitas formas del asedio/no quise
hablar la inmundicia suave/sin rostro/cuatro paredes quedando
ayer
/si telaraña crece de tus          / de a poco/astillás qué
ahora /después resfalando contra tu /memoria de arena
o fiebre
las formas del fuego haciéndote/ fiebres que         /
astillás
o fue al revés
si ya no /quedan quedarían/sábanas donde morder hundirse
[desaparecer
y el agua improbable
la sangre irresuelta
el hueco que se escurre
la ansiedad limpiada
los           /relampagueantes ensayos de tu carne
                /que no dijo que no es que no caerá
cerca apenas
en la /mano que /busca/ miedo
que nos cantó adentro tan dentro muy /sin tibieza
o estuvo ahora tan llena de luces esta oscuridad
y nos /vuelve
como una música desconocida/corroída
en el borde mismo de lo exacto
                                                                /dónde
dónde otra vez
estos cuerpos transpirando /                   silencio
o qué

Hipocresía deseosa / La frustración posmoderna. (Ensayo / Gastón Malgieri)

El adiestramiento del deseo homo erótico a través de la pornografía y la mercantilización de los cuerpos sin goce.

Hipótesis alarmista

Enamorarse, se enamoran los bellos. O sobre ellos se filman las historias que se pretende que consumamos bovinamente, mientras las carcajadas de quienes generan esas imágenes, prefiguran los límites de la opresión de los cuerpos. A riesgo de sonar alarmista y pecar de obvio, arriesgaré a decir que hay un mensaje implícito en dichas decisiones estéticas; una voz monocorde que repite como un mantra: “Esta es la felicidad, tal cual nosotros te la mostramos. El resto, es un simple transcurrir. Adapt or die”. Nada que ya no se sepa, o que no se haya dicho antes.
Pero en cuanto al goce sexual, este esquema se repite. Y aquí es donde no creo que sea tan evidente el discurso que propaga la pornografía a través de la estandarización de cuerpos que gozan.
Gozar, gozan privativamente aquellos que realizan las poses del contorsionista dislocado en los devenires catódicos circenses del porno, y es sobre ellos y sólo sobre ellos, que existen registros fílmicos que validan tal decisión estética tomada por los programadores de lo bello.
¿Quiénes son ésos programadores? ¿Qué otros que los mismos que determinan el resto de nuestros placeres? ¿Por qué creeríamos que nuestro deseo, (o lo que de él quede luego de la alienación) iba a escapar a esta lógica?

La pornografía es, a la vista de los acontecimientos, y es lo que intentaré teorizar, un aparato más dentro de la cadena de control con que el poder arremete en contra de los cuerpos, metiéndose en sus orgasmos, diciéndoles con el dedito aleccionador, a qué deben llamar placer, cómo, cuándo y dónde nuestros espasmos deben ser considerados manifestaciones del deseo.

Aclaraciones que vienen a cuento.


Para responder a estas cuestiones, quiero detenerme en lo que llamaremos eladiestramiento del goce y por añadidura la mercantilización de los cuerpos, en las arenas movedizas de la pornografía gay.
Ambos conceptos no se encuentran ensamblados acaso por capricho de quien esto escribe. Partiremos de la premisa de que necesariamente están en contacto. No en forma mágica, sino premeditada.
Los cuerpos SON mercantilizados, en tanto se exhiben en las vidrieras fantasmáticas de la virtualidad y convierten a sus observadores, en meros consumidores de estándares de “belleza”, establecidos por otros.
Esto se exacerba, claro, hacia finales del siglo pasado y principios del presente con la masificación de internet, donde el concepto de “los actos privados” implotó, hasta convertir el goce, en una relación pantalla – cuerpo, como una versión posmoderna de “la cuarta pared” teatral. Más adelante desarrollaré dicho concepto.
Diré a los fines del presente análisis que esta masificación implicó la proliferación de sujetos deseantes que respondieron a estos estándares de “belleza” en forma pasiva, tomando lo que en teoría era un emporio de diversidad erótica a disposición de sus apetitos, incluso llegando a creer que sus capacidades de elección seguían intactas.
Dicha diversidad erotizada, responde, claro, a los cuerpos normalizados del modelo clase media, “healthy” y anglosajón que deviene de los muchachos musculosos del Greenwich Village neoyorquino. Y también, por supuesto, a la sobrevaluada “juventud” que impone el mercado de consumo en general.

No será demostrada la hipótesis (si es que algo tan sofisticado puedo pretender con el siguiente escrito) desde ningún tipo de estatus, digamos, moral del onanismo.
Lo que pretendo con este análisis es, finalmente, desarticular o poner en debate la supuesta libertad del goce implícita en la reproducción de imágenes pornográficas en el homoerotismo.




Veamos

La filósofa italiana, Michela Marzano, en su ensayo "La Pornografía o el agotamiento del deseo" define a la pornografía como la práctica de la exacerbación de la impostura de la carne, o esto es lo que este cuerpo eligió interpretar del mismo, agregando que es la pornografía la que se calza las pilchas de la “libertad de mostrar aquello que existe y que el mediopelo hipócrita niega a hurtadillas en aras de la moralina ”, cuando en definitiva no deja de ser otra manera de dictaminarnos cuáles son los vericuetos por los que debe devenir el deseo humano. Cuántos gritos debemos pegar en el coito, qué tan grandes deben ser nuestros miembros, o cuán marcados deben estar nuestros abdómenes, como si esas fueran las premisas irreductibles del goce.

En definitiva, estas prácticas no dejan de ser funcionales a los modelos exacerbados de las publicidades, de gran parte del cine hollywoodense o de la porno miseria, cuyo representante en nuestras tierras encuentra en el baile tinellizado de la dádiva al carente, su máximo representante. Ayudemos a la escuelita de frontera, mostrando el culo de la pésima bailarina que aprendió a gritar sus deficientes pasos, en el estudio de televisión. Y nosotros, los televidentes, asistamos a estas imposiciones, atragantados en la frustración que representa no poder acceder a las mismas o imposibilitados de sostener el modelo de familia perfecta, que seguimos creyendo privativo de los norteamericanos.

El porno dispone cuáles son los mecanismos de anestesia del goce. Pareciera decirnos que con esos cuerpos y sólo con esos cuerpos se gozará. Volviendo a la televisión porno soft de la carencia, ésta cumple la función de anestesiar “nuestras” carencias. De allí, y sólo de allí, surge el éxito de los talk shows a principios de siglo. Dicho de forma coloquial: A aquel individuo le pasa aquello terrible que se asemeja a lo mío, pero millones de personas asistimos a su dolor, dejando de lado la reflexión y aún peor, la acción, ante el propio.

El porno impone modelos de corporalidades, de goces, de estructuras físicas que deben alcanzarse, para que el observador disfrute como en teoría sucede en la pantalla. Traspolado a la publicidad no agregaremos más que lo que el sentido común indica: si bebemos tal bebida, si vestimos determinada ropa, nuestros cuerpos serán observado (deseados) como en la publicidad. En ambos casos se le dice al espectador: esos cuerpos, de los que no conocemos más datos (que en el caso del porno son sus orificios y sus erecciones), están gozando. Esa y solamente esa es la manera de gozar.

La cuarta pared y las relaciones virtuales.

Este concepto, que según algunos teóricos de las Artes Escénicas, se originó durante el siglo XIX con la llegada del realismo teatral, puede aplicarse a la noción de “pasividad ante el goce” que intento desarrollar aquí.
La cuarta pared es, figurativamente hablando, la que separa al público de lo que ocurre en escena. Las acciones, en teatro, ocurren dentro de tres paredes, una a la izquierda, una a la derecha y una al fondo. Pero si de pronto un actor se dirige al público para pedir su participación o si el guión exige interactuar con los espectadores, entonces se dice que se está rompiendo la cuarta pared.
La pornografía no permite dicha ruptura. Es más, su objetivo, como ya he dicho, es el de entablar una relación pasiva con su consumidor. No lo interpela, no requiere de su participación, no le interesa que el goce que representa sea un compendio de artificios, sostenidos por las artimañas de los actores del film. Ni siquiera que el observador pueda o no terminar de construir dicha realidad para, finalmente, cuestionar su goce.
En el siglo que corre, esta pasividad se ha desparramado como una epidemia a través de las redes sociales. Ya no importa quiénes somos, o qué nos atormenta o nos hace felices. Lo que finalmente importa es cuántas relaciones virtuales podemos sostener, cuál es la mejor foto de perfil que nos asegure el aumento o la disminución de este valor, para alejarnos cada vez más del contacto entre los cuerpos.
Como si de un ejercicio exacerbado de sanitarismo se tratara, la pornografía (o su consumo) pareciera estar diciéndonos: no consentiremos que sus cuerpos se expongan. Dejen que los otros gocen, permítannos regular su propio goce y establecer esos parámetros. Sabemos de qué les estamos hablando.

Mercedes Galperin
(Oleo s/tela)

Luis Acebes: Los días del mundo


31/10/10
Las noches de difuntos mi madre ponía aceite en una cazuela de aluminio muy gastada y luego echaba a la superficie de ese mar oscuro unas lamparillas que, cuando estaban encendidas, producían unos reflejos muy lentos en las paredes y en el techo de la cocina. Lo hacía con la luz apagada, quizá para que nos diésemos cuenta de la trascendencia del hecho: una comunicación respetuosa con el más allá, una conferencia de las antiguas en las que se apretaba mucho el auricular en la mano y se elevaba el tono de voz para contrarrestar la distancia. Las llamas diminutas ondeaban en la cazuela, cada una por alguien que ya no estaba: su padre, su madre, puede que sus abuelos a los que no sé si llegó a conocer, también a lo mejor por alguien que se me escapa y de cuya existencia no haya tenido noticia a lo largo de los años. Pero las llamas estaban allí dentro, haciendo que el aire se llenase de un olor temible que desde ese momento he asociado a la muerte. El fin de la vida huele a aceite quemado. El más allá es un espacio oscuro con siluetas que se reflejan en las paredes, con sombras de cuerpos que ya no están en ninguna cocina la última noche de ningún octubre. Mi rostro de mirar esa cazuela sigue siendo el mismo que lo miraría después todo. El que, por ejemplo hoy, contemplaba a mis hijas disfrazadas una de bruja y la otra de vampira o vampiresa antes de ir a una fiesta de Halloween. Ya no sé qué muerte preferir, si la anglosajona con calabazas y aroma de gran superficie o la antigua de los difuntos que flotan en una cazuela. Lo terrible es que es la misma. Pero esto no se lo digo a mis hijas. Prefiero hacerme el asustado cuando se ponen los dientes de plástico y se inclinan hasta mi cara para asustarme. Tengo que seguir el guión de esa obra y fingir un espanto que avive el fuego de esa chimenea que llevamos todos dentro y que sabe Dios cuándo se apagará. La muerte usa dentaduras falsas también. Las compra en un chino al que nunca entra nadie pero que está abierto siempre. La muerte y sus tiendas. La muerte y sus bufonadas para pasar el rato mientras el tiempo lo afila todo con su cuchillo roñoso. Esta noche cerraré los ojos y volveré a ver las lamparillas de mi infancia. Me gustaría pensar en mis muertos sin tener que leer el prospecto de la fe: primero porque lo he perdido y segundo porque siento gran desapego por todo tipo de ceremonias. Pero contaré mis muertos cuando esté en la cama y ya todo sea noviembre y mi memoria me lleve otra vez en su coche alquilado a esa cocina en la que mi madre botaba las naves funerarias en el mar denso. Después trataré de ser empujado al sueño como esas barcas luminosas que sigo viendo cuando todo se apaga.

Carmen Váscones: poemas del libro "La muerte un ensayo de amores"

1
He venido del mar
y no de la boca de los hombres
que engendraron mis hijos
con la brutalidad de sus gestos.

Han enterrado mi presencia
no sé quién soy

Regreso a la ternura de la ola.


2
Quien ha visto llanto al mar
cuando sueña el naufragio

Quién ha visto sollozar al mar
tras la roca

Quien ha visto lágrimas al mar
para dar de beber al navegante

Quién ha visto llover al mar
junto al ahogo del amante

Quién ha visto salibar al mar
la piel de sus dios

Quién ha visto sudorar al mar
la posesión de su cantor

Quién ha visto traicionar al mar
ante la mirada de otro espejo

Quién ha oído al mar
La perpetua orgía de su voz.


3
Refugiado el crepúsculo en los rezagos de la duda
los garabatos del sueño se apropian de la forma

La autora recoge el telón

A un lado la foto del mar
donde la gaviota ignora su espectáculo

Imagino su muerte

Golpea la necedad en el vaivén de su fin
agarro su vuelo su aliento sus ojos mortales
sólo un grito queda
lentamente cae
sus alas envolviéndome
mi tempestad no acaba
un punto descendió más allá de toda espera
el último movimiento se desprende de su cuerpo
siento reventar la ola en mi vientre

El candil consumió la luz
el mar no devuelve la vida

Siglos de pasión advienen al hombre

Goza ilusiones de posesión
encadenado al regreso temporal
el dolor y la ternura por el resto de sus días

Perezco en el dibujo
me dejo llevar por el principio

Debuto en la madriguera de la ficción
única espectadora.

4
Detenida en el borde del mal
significo la ternura
contienda mortal de lo divino
la atracción se lanza a conjeturas
envuelto lo intemporal al vestigio
fiel a lo diferente
atrapo eternidades insinuadas
dejo los indicios entre palabras
todo es recorrido del tiempo
atrapado en la memoria

La certeza y el veredicto los cumplo en mi cuerpo

Asisto a los actos del sueño
primicia de mi deseo
el teatro en mi ser obra su prisa
repito la escena

La muerte un ensayo de amores.

____________________________

Sobre la autora:
CARMEN VÁSCONES. Samborondón, 1958, provincia del Guayas- Ecuador, de profesión Licenciada en Psicología, 1983 y Psicóloga Clínica, 1984. Libros de Poesía Publicados: La Muerte un ensayo de Amores., 1991 Con/Fabulaciones, 1992; Memorial AunAcantilado, 1994; Aguaje,1999. Ha sido invitada a la feria de libro en Lima 2001, a Venezuela 2008, Al Encuentro de la imagen y de la palabra por la universidad York en Toronto junto con Consulado ecuatoriano
Toronto, 2008. “Poética de la muerte”, CONARTE, Monterrey, MEXICO 2010. Ha publicado en antología y revistas virtuales importantes de Canadá, España, Francia, Argentina, EE.UU., Uruguay, Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Alemania, otras. Traducida al inglés, alemán, italiano, portugués, polaco. Tiene algunos libros inéditos de poesía y prosa poética: “Un solo de mujer, Falopio o memoria del deseo”, “El actuante o una vida innominada”, “Hilo de agua”, “Luna aborigen”, libro de cuentos, de ensayos y de investigación sobre creatividad, psiquismo y la “educación imposible”.

Augusto Enrrique: LA VERDAD ES UNA CHICA DESNUDA (durmiendo en la cama)

Me alimento de palabras en la noche

Yo también
soy el dueño de los muros
donde se lee tu nombre

Cerró los ojos e imaginó
un campo lleno de girasoles felices

Abrir la puerta
salir a la calle
y descubrir (todavía con asombro)
que los árboles florecieron
aún sin la lluvia de tu rostro

Solo veo
dolor en la belleza
desierto de caricias
locura y violencia
repetidos como un mantra
solo eso

Respirar
de nuevo sentir
como las manos
se adueñan de los vasos
y de las pieles

Mientras esperamos
que la sangre llegue al río
deshojando margaritas

Cuando salga el sol
la verdad seguirá durmiendo
desnuda sobre la cama

Igual sigo del otro lado
todo el tiempo estoy
entretejiendo palabras

El mini-proust: hoy, Gastón Malgieri


¿Cuál es el defecto propio que deplora más?
La terquedad.

¿Cuál es el defecto que deplora más en otros?
La hipocresía.

¿Cuál es habitualmente su estado mental?
¿Inquieto? Planificando todo el tiempo cosas que generalmente nunca hago, pero me parecen ocurrentes.

¿Cómo le gustaría morir?
Sin sufrimiento. Supongo que dormido sería lo ideal. Escuchando Björk. Quiero que ése sea mi último recuerdo. No sea cosa que haya otra vida y me agarre desprevenido. Para entrar en otra vida, quisiera tener un soundtrack emotivo.

Si después de muerto debe volver a la Tierra, ¿convertido en qué persona o cosa usted regresaría?
No me gusta demasiado la idea de "debe volver a la tierra”. Volvería siempre que fuera una idea mía, convertido en la bajista femenina de una banda indie, similar a Belle & Sebastian.

¿Cuál es su mayor extravagancia?
No creo tener extravagancias. Ese es un parámetro que pondrán los otros cuando observan, supongo.


¿En qué ocasiones miente?
La subsistencia me ha hecho mentir en demasía. Supongo que para no ir por el mundo quemando patronales, jerarcas de toda calaña y boludos que creen tener conciencia de clase.

¿Qué persona viva le inspira más desprecio?
Los empresarios, los militares, las jerarquías eclesiásticas, los abusadores de menores y los que arman sus discursos en base a las carencias ajenas.

¿A qué persona viva admira?
A Lidia, escritora, madre e interna de la Unidad Penitenciaria Nro. 31 de Ezeiza, a quien tuve el placer de conocer en ocasión del 3er Festival de Poesía "Yo No Fui", organizado por la Asoc. Civil "Yo no fui". A las mujeres en situación de prostitución que pelean por la reivindicación de sus derechos, a pesar de los gendarmes, los policías y los prostituyentes.

¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?
La búsqueda constante, aún a sabiendas de lo utópico de ese concepto.

¿Cuál es su mayor miedo?
La soledad.

¿Cuál es la virtud más sobre valorada socialmente?
El éxito.

¿Qué talento desearía tener?
Tocar algún instrumento musical. El piano, por ejemplo.

¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?
En muchas oportunidades. Si tuviera que elegir una de esas oportunidades, hablaría de una playa, frío, ausencia de mate o alimento alguno. La compañía era la ideal.

¿Cuál es su posesión más atesorada?
Mis libros.

¿Cuál es para usted la manifestación más clara de la miseria?
Muchas. Me revuelve el estómago principalmente las micro manifestaciones cotidianas y los usos políticos de las carencias ajenas para generar adeptos, votos o fotos progresistas en barrios de "escasos recursos" (El entrecomillado es adrede)

¿Cuál es su pasatiempo favorito?
Ver cine.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en una mujer?
No creo que pueda determinar cualidades según el género. Supongo que en algunos casos, la tenacidad. Pero insisto, no por una cuestión de género, sino por el lugar social que aún hoy le sigue asignando a la mujer la sociedad machista.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en un hombre?
Como en el caso anterior, no creo que haya cualidades que tengan relación con el género.

¿Cuál es su héroe de ficción favorito?
¿Batman? Selma de "Bailarina en la Oscuridad", del danés Lars Von Trier.

¿Qué escritores prefiere?
Nestor Perlongher, Reinaldo Arenas, Pessoa, Osvaldo Soriano, Copi, Vanesa Almada Noguerón, Ángel Antonio Ruiz Laboy, Mariana Enriquez.

Negro de pizarra

O la lucidez metonímica

Es más bien un despertar a tientas. Ese momento en que lo que estamos leyendo comienza a dibujarse en nuestro espacio imaginario pero todavía no se ha formado del todo. Con ciertos autores experimento una extrañeza agradable, un placer en eso oscuro e indefinido que no ha cobrado su forma transitoria ni definitiva. Esas primeras páginas que no parecen nada, donde no sabemos quién habla ni cuándo nació, ni qué edad tiene ni en qué idioma está hablando con quién. Esas calles sin extras y sin nombre, casas que son tal vez una pared, o un techo solo, partes de muebles y de cosas que apenas aparecen porque son nombradas por una voz que todavía no asumió sexo ni tono de gravedad. Su volumen es el de una hoja apenas desteñida por el tiempo.
Quisiera que esta novela no empiece nunca. Que nunca sepa cómo se llama el que acaba de salir a esa calle. Que nada cobre su forma.
Que todo sea la inespecífica sugerencia que me incomoda amablemente.

Patricia Damiano: Chacal de noche