menucito

Valentín Corona: Para que no digas que no pienso en ti

El sonido de la batería me ha provocado pensar en ti, y en aquella noche calurosa del mes de abril, y en el aroma de tu pelo. Pero sobre todo en ti, en eso que te hace sobresalir de la multitud: tu lejanía, tu misterio, el saber que estás, sin saber dónde ni por qué. Extraviada. Sola en medio de la muchedumbre.
El concierto había sido organizado para celebrar tu cumpleaños. La chica desconocida más notoria entre la gente; al menos esa noche parecía ser así. Y yo sin conocerte a ti, y tú sin conocerme a mí. Pero eso sí, pásame otra cerveza bien fría.
No, lo peor es que se me acabó el dinero, lo que traía en el bolsillo lo invertí en abastecerme de mota, ya ves que luego la erizés está de a tiro muy fea y, eso no se lo deseas ni a tu peor enemigo.
Bueno, bueno, si se van a poner en ese plan mejor me largo. No, si para pinches fiestecitas jodidas mejor me quedo en casa. Aunque allí a nadie le parezca la idea. Y el cielo siempre se oscurezca sobre el rostro desencajado de papá, furioso por tu irresponsabilidad y ausencia de expectativas, “¿A qué futuro aspiras siendo así? Recapacita, busca un buen empleo, forma un hogar. ¡Carajo! Haz algo con tu pinche vida”. Y si para mañana no eres otro, te buscas una casa donde te aguanten tus jodidos sueños quijotescos, ¿está claro? Sí papá, mañana me largo a primera hora. 
Siempre existirán las noches perfectas que se recorren L-E-N-T-A-M-E-N-T-E para descubrir en ellas, igual que sobre el cuerpo de una mujer desnuda, lugares inhóspitos, durante las horas en que la ciudad es otra, distinta a la de las 10 de la mañana o la de las 3 p.m. La ciudad que sueña ser recorrida por aquellos a los que papá te prohibió terminantemente dirigirles la palabra. Y tú, en cambio, intercambias con ellos 15 pesos por un bonito día soleado. Eso los hace felices a ambos. Ríen. Esconden su secreto envuelto en papel de estraza, en el bolsillo. Continúan su camino.
Cada cierto tiempo alguien toma los instrumentos para improvisar o, ya de plano, aporrear cuerdas y tambores como poseído por el demonio. No faltan las canciones de Nirvana o Radiohead, los más pedidos con su Smell like teen spirit y Creep, respectivamente. La adolescencia iba a la baja en la bolsa de valores. Pero a los jóvenes, ya sabes, de que se les mete una idea ni quién se las quite de encima. Lo bueno es que sólo se trata de fashion, pura moda, al rato se les pasa y cambian su camisa de franela y sus pantalones rotos por el sombrero y un par de botas vaqueras. Lo que les pongas enfrente se lo tragan. Si te digo que están bien pendejos.
Aunque tal vez alguien te la presentó ese día, u otro. A fin de cuentas lo mismo da, si siempre andabas bien dopado, hasta la última célula de la tercera circunvolución lateral de tu diminuto cerebro tamaño nuez. Fue el Chulis quien te la presentó. Debió ser él. Sí, porque él te invitó. Y, a él, muy probablemente nadie lo haya invitado. Pero esas son pequeñeces. Lo importante era saber ¿quién demonios es América? ¿Dónde está? La única información al respecto es que se trata de una mujer ¡Vaya información!
Para entonces, un tipo a la batería repite las primeras notas de Entersandman de Metallica.
Cuándo llegaste, las puertas estaban bien cerradas. Ella había dicho: “ya no entra nadie”. Así que debiste escalar paredes, pero al fin estás dentro. ¿América  es la tipa de cabellos rojos y el tatuaje del Sol en medio de los senos? O, ¿fueron dos? Una con los cabellos rojos y otra con el sol saliendo entre sus pechos. Debiste preguntar el nombre del artista ¡Carajo! Qué tatuaje tan bueno. Si cuando quisiste verlo de cerca, clarito sentiste cómo te quemó en la mejilla. Sí, ¿pero, quién chingados es América?
Fue sorpresivo encontrar tu amplificador en medio de los instrumentos, el que le prestaste hace un mes al Chulis y que, cuando se lo pedías, nada más se hacía güey. Entonces, por eso sí debió ser él quién te presento a América, la del sol bien hecho, porque la de cabellera roja era otra: una punky de Monterrey. Eso fue antes del happy punk. Sí, por eso, cuando el punk era punk y no mamadas. Aunque, no te creas, ya entonces había suficientes posers para poblar medio planeta. Pero en fin, los posers siempre han existido, sí, son como las méndigas cucarachas de aferradas (hijos de toda su cúcara-macara-títere-fue)
La alberca estaba vacía, eso fue bueno, porque, como se pusieron de pedos, no faltó al que le valió madres y, así nada más, se lanzó al vacío; a la alberca sin agua. Jajaja, que se le abre la tatema y le escurre el chorro de sangre. Se quedó dormido y despertó hasta el siguiente día, sobre una cama de la Cruz Roja. Espero que por lo menos haya sido un poser. Aunque, de que se rompió el hocico, fuese poser o macizo, se lo rompió.
Te presento a América, dijo el Chulis. Qué onda, mucho gusto. Así que ésta es tu fiesta ¿y cuántos años cumples? ¿Tú cuántos me calculas? Responde ella evadiendo tu pregunta, como si tuvieras tiempo para adivinanzas pendejas. Y luego, ni modo de decirle que veinti-tantos tirándole al treintas, porque la verdad sí se veía medio cacheteada por la vida. Así que, volteas y observas a tus espaldas cómo algunos destapan la cerveza que sacan entre los cubos de hielo. Diecisiete-quieres-una-cerveza ―respondes sin esperar respuesta, e inmediatamente te lanzas sobre la hielera llena de cervezas Victoria.
¿Alguien trae un cigarro que me obsequie? ¿Nadie? Bola de jodidos.
En serio, yo no sé para qué invitaste a tanto gorrón a tu fiesta, ¿eh? Ni un méndigo cigarro traen. Tú sí debes de tener ¿verdad? Regálame uno, aunque sea de yerbita. Así que tú eres la famosa América, comentas al tiempo que le extiendes una cerveza. Notas casi imperceptible un destello en su mirada. El mismo que se le encendía a tu novia justo antes de decir que tenía ganas de cogerte. Nunca la contradecías, todo lo contrarío, todo lo contrario. Pero, ¿quién era esa mujer de cabellos rojos? Era Lola, corre que corre sin parar.
Esa melodía lenta en la guitarra. Las primeras notas de Fade to black. Sí, pero, lo mejor está en el desenlace. La Cindy Lauper regia me clava las uñas en cuanto escucha la canción. Yo no sé por qué, si a ella lo que le gusta es el punk, sobre todo los Ramones y The Clash, los Sex Pistols no, le enojó la gran estafa londinense de la reina boca floja. Luego se la pasaba escuchando, una y otra vez La chica banda de Café Tacuba. Pero esa es otra historia, como dice el comercial. Entonces era punk de sangre azul. No hay futuro, dice, dice. La generación del amor no es opción, ni el sexo ni la paz; un poco quizá, la mari o el peyote o, cualquier cosa capaz de hacerte olvidar que aún estás aquí, sin una pinche idea acerca del para qué.

América, escucha toda aquella sarta de disparates, aparentemente encantada. Ella ama al drogo, Kurt Cobain, dice que sólo él podrá llegar un día al sol. Él ya lo había intentado y se quemó.
Unos años después, murió el drogo sin haber tocado el sol. Hubo incluso quien se quitó la vida. Una vida muy vacía, sin duda, para hacer eso. Cuando se está hasta la madre de todo, no se necesitan pretextos para darse cuello, I hate myself, so I want to kill me, basta con ser uno mismo por primera vez y mirarse frente al espejo. Entonces si, Goodbye blue sky, es decir, quién soportaría algo así.
América viste de cuero negro. Su lustroso pantalón de piel imita los destellos de sus ojos deseando la desnudez y el sudor. La punky no se llama Lola sino Carmina, ella más bien quiere romperme la madre, o eso leo en su mirada y la boca imitando el gesto de jódanse todos a la Sid Vicious. Al fondo, la música de Tijuana No provoca el pogo que, pronto hace resbalar y caer, dentro de la alberca vacía (con una mancha roja al centro) a unos cuantos ebrios desequilibrados.
Carmina se concentra en patear traseros en medio del slam; lanza patadas y golpes al aire como dirigidos hacia un enemigo invisible, sin embargo, éstos chocan contra la humanidad, de antemano dolida por la vida, de los jóvenes que sólo quieren divertirse golpeándose entre sí. Dicen que los golpes repartidos entre muchos, duelen menos. Tal vez por eso la necesidad de las manadas, lo mismo entre los animales que entre los humanos.

Algún día soñé conocer a América. Hoy es su cumpleaños. Estoy aquí, preguntando ¿Cuántos años cumples, América? Gracias por invitarme a tu fiesta. ¿Tienes un cigarro? I love you so I want to kill you.
La canción termina en ese momento. Un puñado de amigos chocan sus botellas de cerveza, en un brindis fuera de tiempo. La última canción antes de perder la conciencia, me voy hundiendo conforme se apagan las notas de la melodía, América me besa, más por lástima que por otra cosa. El amor tiene distintos atuendos: te amo, por eso te mato, dice Sid a Nancy antes de enterrarle el puñal, amorosamente, en la boca del estómago. Una cosa es cierta: el amor apesta. Y, yo me estoy enamorado de América. De Carmina no, aunque cogería con ella si América no estuviera aquí.
  Con el tiempo, nos damos cuenta que el amor no existe, es cierto. Sin embargo, eso no me inquieta demasiado, aún queda el sexo que, a decir verdad, no es asunto irrelevante. 
La batería marca el ritmo de mi recuerdo sobre ti, en un tiempo, sin duda, vivido con la intensidad del vapor pretendiendo escapar de la olla de presión.

ффффф

Frente a mí están mi mujer y mi hija América. Se llama así, en tu honor, ¿sabes? Tal vez, algún día, ella también acogerá al sol entre sus pechos; y conozca a un tipo que escriba recuerdos de ella al escuchar el sonido de una batería.
Hoy es el cumpleaños número diecisiete de mi hija.
A estas alturas, me resulta imposible confiar en alguien. Vigilo cada movimiento en los alrededores, tratando de adivinar la dirección del golpe. La casa de papá ahora es mía. Aunque aún tiembla de vez en cuando el cielo de concreto, no he podido hacer reparaciones. No sé para qué sigo aquí.
Decidí organizar cada año el cumpleaños de América. Necesito mantenerme cerca, en cualquier momento puede acercarse el tipo al que nadie invitó a pedirle un cigarro; preguntarle cuántos años cumple; enamorarla con sus idioteces y, forjar la línea de cocaína que dibuje el camino de su partida, después de hacer el amor por primera vez. 



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Valentín Corona, nació en San Luis Potosí , México. 1976. Es licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Es integrante del Taller de creación literaria Miguel Donoso Pareja coordinado por el escritor David Ojeda, en el ahora Museo Francisco Cossío.Becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (FECA) 2007, con el libro "El ojo desnudo". Por la calidad de su trabajo obtuvo además el premio 20 de Noviembre Manuel José Othón, en Narrativa (2008).
Ha publicado en diversas revistas literarias locales y nacionales. Tiene publicados dos libro de cuentos "Sinfonía para un planeta azul" y el segundo, "La venganza de Jack Kerouac, y otros cuentos marxistas para dormir sonámbulos".
Ha sido coordinador de una serie de talleres de escritura creativa.



Fernanda Zentner

LIBERTÉ

Su mano temblorosa apaga el cigarrillo en el cenicero desbordado. La botella y una de las copas acababan de caerse y reventar en mil astillas de vidrio. Todavía resuenan en las cuatro pobres paredes de la habitación los ecos astillados por millones. Pero ella, ni una palabra: sus ojos se pierden en las vueltas del humo azul que brota de la colilla, vuelta a encender por la brisa, como una antorcha que la turba abandonó antes de la madrugada.
Parece mentira que el silencio ahora lo inunde todo tan voluptuosamente, cuando hace instantes nomás, el griterío incesante del instinto en las arterias lo colmaba todo. Una multitud de voces y gemidos revolucionarios habían sido mundo hace un segundo y ahora ya no eran ni los ecos de los vidrios de la copa rota. Ella seca una lágrima salada, prende otro cigarrillo y empina su copa exhausta ya hace tiempo. Sus manos abrazan el vidrio cálido y sus piernas se cruzan, se enciman y se vuelven a cruzar, indecisas.
Ahora dejó la copa en la mesa y va a cerrar, botón a botón, su blanca y finísima blusa. No hubo pintor que se haya animado jamás a dibujarla con su blusa abrochada, tanta es la potencia de sus pechos, que ante la sola idea de cubrirlos (aunque más no sea con esa fina blusa de lino) cualquier artista enloquecería, se arrancaría todo el pelo del cuerpo para precipitarse al vacío. Así y todo, ella cubrió sus pechos, botón por botón.
Él, por su parte, tiritando de frío, desnudo y flaco, apenas puede protegerse los hombros y un poco de la espalda con el manto rojo y harapiento, bandera desdichada. Sentado en el suelo, abraza sus propias rodillas heladas, inmóviles. Lee una y otra vez el falso mapa, repasa el recorrido, revisa su memoria con algo de vergüenza infantil. Suda y se pregunta porqué inútilmente. Sabe que es tarde, y no se atreve a mirarla. Sus ojos parecen querer, pero su corazón se lo impide. El corazón lee una y otra vez el falso mapa.

Hay un reloj de pie, aún en pie, a unos pasos. El péndulo va y vuelve sobre sus propios pasos. La brisa abrió la puertita de vidrio que lo cubre y el humo del tabaco se acerca y baila al ritmo. Ella mira el reloj. Sigue con los ojos el vaivén, de extremo a extremo, y cada extremo está inmóvil, estático por una fracción de segundo, para volver luego a acelerarse buscando la otra cima. Muy adentro, en su más profundo anhelo, ella desea que aquél péndulo se detenga, que un silencio quieto inunde la habitación y hasta el humo se solidifique.

Los pies de él sangran. Uno de los vidrios lo ha herido. Tal vez sufra su orgullo y sangre también. Hierve el sudor en su frente helada. La quiere: trata de mirarla pero no puede. O no quiere. Apenas unos segundos atrás, habían estado a punto de entreverarse en un arrebato de pasión, y ahora no podía ni mirarla. Ay, el paso atrás. Adónde fueron las voces de la rebelión. Adónde, y hasta cuándo.
La habitación se hace cada vez más fría. Las rejas de la ventana abierta de par en par parecen estalactitas de una caverna ártica. La puerta, entrecerrada, deja pasar una brisa enana que sopla por debajo de la mesa, roza y enfría los vidrios rotos, enfría la sangre de él, quien desde el suelo mira sólo el suelo. Arriba de su cabeza despeinada, el humo azul forma un velo que divide la habitación en dos estratos verticales, dos realidades apiladas.
Ella ha quedado en el piso superior. Mira por sobre el velo de su propio humo. Él ya ni intentará mirarla, aunque ya no pueda verla más.

Dos Plazas

Proyecto acústico formado por Ivana salas (voz) y Matias Ardiles (guitarra) en diciembre del 2009. Recorren melodías simples acompañadas por una dulce voz que llega al corazón, ritmos desde alegres y pegadizos hasta acordes melancólicos que se traducen en sinceras canciones.

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mendigo en el ruido

Yo esperaba que el fuego me de las alas que necesitaba para
sobrevolar el otoño.Me peleé con el ruido, en mí todo era un
espacio que vibraba. Mis ojos blancos escalaban figuras de
sombra opaca.Yo buscaba congelar las palabras hasta que se
produciera una ruptura que me estremezca.Yo anhelaba el
sentido y direccion de mis caóticas palabras.
Desesperado por el tardío aterrizaje de las aves, invoqué la
tormenta, rellené las tumbas con luz. Buscaba detener la
separación, hallar la perfecta concordancia sonora entre
el ángel y la bestia.

El sonido y las letras: Entrevista a Guillermo Beresñak

Fotos: Lucho Furio
Por Nadia Sol Caramella


“La música es el arte de combinar sonidos y silencios” lo oí decir muchas veces, entonces inmediatamente tendí a preguntarme por la letras de las canciones, claro todos tiramos para nuestro lado, el interés de un estudiante de letras o de un escritor son las palabras, que en este caso dejan de serlo en el sentido de mero signo escrito para ser, en primer instancia, sonido, pieza e instrumento de la canción. Pero como todo, el sonido comunica y tiene formas diversas, y ahí de nuevo aparece mi preocupación: las letras en “el arte de combinar sonidos y silencios”. Entonces no me quedó otra que empezar a transitar un camino complejo, recogiendo y re escribiendo palabras de otros. Guiada por mis inquietudes, me acerqué a algunos músicos, quién sino ellos para aclarar el asunto de las letras y el sonido.
El primero en recoger este “guante existencial” fue Guillermo Beresñak, cantante, compositor, músico diverso y productor de la zona oeste del Gran Buenos Aires. En medio de unos días bastante agitados, entre grabación y grabación, Guillermo tuvo la amabilidad de contestar nuestra entrevista. Este artista multifacético si lo hay, integrante de Le microkosmos, ex Yenifer y Antú, ya va por su segundo disco con Burbujas Amarillas, lo está grabando en Del Cielito Records, el nuevo disco se hizo esperar todo un año y un poquito más, muy pronto lo disfrutaremos, mientras tanto podés escuchar algunas de las canciones de “En busca del Beso mágico” (2009) en su My Space.

La entrevista a Guillermo Beresñak y sus respuestas entre irónicas y originales, nos abrirán una ventanita por donde escuchar y dilucidar que pasa con la combinación de letras y sonidos (y silencios). También le preguntamos por la cuestión de la independencia en el arte y la autogestión. Buen provecho ¡Qué la disfrutes!




1-¿Cuándo paras de escribir la letra? ¿O es más bien es algo espontáneo o improvisado? La misma pregunta va para la parte musical, ¿cuándo dejás de componer una canción, o acorde pasan los años la vas
puliendo?

No tengo una manera unica de escribir las letras. La mayoria de las veces, las compongo al piano, me siento, y sobre alguna armonia que va surgiendo, de manera improvisada, producto de la emotividad que abraza, me pongo a cantar.
Si tengo el pulso espiritual creativo corriendo por las lenguas, entonces lo que digo se hace cancion. Lo que sale del llanto suele ser verdad, asi también de la euforia se obtienen sentimientos sinceros que juegan por encima de la realidad establecida para detener el tiempo por un instante y lograr la calma de las almas ausentes que merecen, como siempre, nuestra maxima sinceridad. He aquí el universo.


2-La pregunta anterior me lleva a preguntarte por el momento de la composición: ¿empezás con una base; acordes, una melodía y luego avanzas con la letra o al revés?
¿Cómo te viene una canción o una melodía a la mente? ¿qué te llega primero?


Primero me llega la magia, luego el conejo.


3-Si tuvieras que definir en una canción, cuan importante es la letra y cuánto hay de importancia en la melodía, sonido y demás, ¿dirías que es un 50% y un 50%? ¿En tu trabajo de productor cómo resolvés estas cuestiones?

Ambas son muy importantes. Cuando compongo trato de esforzarme en lograr lo mejor posible en ambos terrenos. Cuando produzco no me meto tanto en las letras y si penetro más en la música. (Me la garcho)


4- ¿Sentís que puede haber canciones geniales con letras malas? O que por el contrario pueden existir canciones con letras geniales y con un acompañamiento musical malo, ¿o sea la canción funciona? Me imagino en el caso del punk, por ahí no son Spinetta en sus letras, pero por la estética de la música, las letras funcionan quizás hasta desprovistas de sentido. ¿Vos que pensás al respecto? La canciones comunican en su conjunto sonido y letra? (sumado a otros factores como la estética y los estilos: cumbia, folk etc) O pueden ir disociadas?


No creo en las canciones geniales con letras malas, no se como sería. Para ser genial tiene que ser total me imagino. En el punk las letras tienen mucho sentido en general. Comunican las canciones en el conjunto de sendos complementos. Pero la poesia y la musica que me gustan no implican virtuosismo académico, sino verdad, ambulancias y policias. Hay algunos casos en los que me gusta la música y me banco o disocio la letra pero no duran mucho en mi corazon, asimismo al reves. O con algunas obras de ballet, que me aburren los bailes y me gustan los caballos.


5-En tus canciones, qué te interesa más: buscar imágenes poéticas como en el caso de “Soledad” o más bien contar historias más narradas, sin tanta vuelta poética y darles definición y entonación a través del sonido. ¿Como te definirías al momento de escribir?

Voy buscando una forma de decir sinceramente lo que me pasa de la manera más clara posible. A veces lo encuentro en una imagen, a veces en la narracion de un momento, a veces a los gritos catárticos. No hay una forma que me interese más, escribo bastante intuitivamente, sin pensarlo mucho. Me divierto haciendolo, intento ser complice de mis “Guillermos” para que se guiñen el ojo.


6-Sabemos además, que sos un músico muy versátil: ¿la
composición de tus letras varían según el estilo de música que estas
produciendo? ¿Si es así cómo te desdoblas?

Soy casi todo el tiempo el mismo. Sin embarguez: “una libra de cadera no es cadera. Tu la tienes toda, por eso te ves buena.” Esa letra, si rimase un poco más, la avalaria para el disco de Miss Bolivia, que produje con Juanito este año. Pero no para el de Le Microkosmos, cuanto menos la traduciria al frances.

7- Notaste que muchos músicos tienden a “centroamericanizar” o usar el castellano neutro en sus letras, utilizando por ejemplo palabras que generalmente no se usan en nuestro castellano rioplatense, como por ejemplo: “para ti” o “por ti” cuando en realidad nosotros usamos el vos (para vos, por vos) , ¿por qué se da eso, se te ocurre por qué puede ser?


Para venderlo en toda Latinoamérica, cuando proviene de una estrategia comercial de un sello que intenta promover a ese nivel a un artista. O tambien porque flashea/ se le canta, si es que es un artista libre y canta como Se le. Quizás imita a gente de otra tierra por diversion, o bien por encarnar un personaje de suelos lejanos. Por las influencias de Luis Miguel en nuestras músicas, o incluso por Carlos Gardel. Algunos abuelos aun españolizados siguen hablando de esta forma. Los hijos de inmigrantes italianos optaron más por el vos, en mi caso personal digo “no sé tu”, porque si, porque si , porque si. Esa telenovelización de la vida por romanticismo entreteniente y t’e niente.

8- a) ¿qué te moviliza a escribir una canción?
B) ¿qué te moviliza a dejarlas de escribir o guardarlas (es decir como notas que no una idea o proyecto de canción no va)?
c) En el caso de “En busca del beso mágico” la búsqueda de ese “beso mágico”, qué tipo de búsqueda fue para vos como músico, lo podrías definir en pocas palabras conceptualmente?


a) El amor es lo que suele movilizarme a escribir una cancion, la tristeza es lo que suele movilizarme a escribir una cancion, el ansia es lo que suele movilizarme, las ganas de cantar, no saberme temas de artistas que me gustan, y hacer temas para cantar lo mismo pero como me pasa a mi. Lo que suele movilizarme es hacer algo de ejercicio. Soy un evasor del espacio y el tiempo en burbujas de ilusion sonoro-romantica.

B) Lo que me moviliza a dejarlas de escribir es el teléfono en general. Cuando una idea o proyecto de cancion no va es porque no la estas componiendo, la estas induciendo.
C) Al finalizar esta oracion repetimos:
… la búsqueda presiento que jamas concluira, tu amor es un cielo de besos magicos en el cual. . .

9-Nosotros somos una página de difusión de arte independiente, indie, autogestiva, alternativa y demás, y hace tiempo nos preguntamos si es que existe el género “Indie” en la música o si es sólo una manera de definir a una forma de producir música por fuera grandes de sellos, de manera autogestiva y en espacios alternativos. Nos preguntamos si existen diferencias entre “ser un músico independiente” o “hacer música Indie” Podés esbozar alguna opinión al respecto, ¿vos te definís de alguna manera?

Hay que reconocer la diversidad. Lo pense mucho y lo discutí con mis amigos. Todo es rock. La forma de hacer algo afecta el resultado estético. Se relaciona el género indie con el low fi o sonido de baja fidelidad. Pero las bandas van creciendo y haciendo las cosas con más fidelidad y siguen siendo esteticamente indie (se le dice indie a Radiohead también aunque incluso haya pertenecido a grandes sellos). Hay tanta magia, pero es un problema periodístico. Como músico hago la musica como voy pudiendo, no se corresponde tanto a una ideología o a una decisión. Sólo me interesa el dinero, la chica desnuda, mi perra kanishka, y el buen vivir de todos los seres vivos. Para lograrlo hago la música más hermosa, todo el tiempo que puedo. Es independiente porque nadie me ofrece tanta guita, como lo que vale que yo haga lo que ellos quieren. Por tanto ni siquiera me acerco por miedo a que me tienten sus propuestas ante las vicisitudes dilematicas de la vida que acechan con su problema financiero. Si alguna vez dejo de hacer la independencia será porque puedo ser indie bon vivant, mudarme a “Castelar Hollywood”, y pegar merca por medio del sello discografico sin mancharme la pija. Confieso que pequé y trabajé en algunos discos que posteriormente fueron editados por sellos multinacionales, pero me pagaron como indie, dado que mientras tanto lo eran, algunos no me pagaron nunca. Lo bueno de los “indios” es que pagan. Son más cara a cara. Sale más caro ser indie. Porque los pelotudos a veces trabajamos más barato para las compañías, para pertenecer e ilusionarnos que el día de mañana nos vuelvan a llamar para producir otra verga más grande pero por mas guita. Y un día nos den todo lo que siempre soñamos y podamos rodar nuestra pelicula en Bruselas. Y después al “indio” le cobran lo mismo que merece el trabajo, por la chota de que el indio no sale en la tele y no promociona tu nombre de productor, guitarrista, video chango, diseñador gráfico, sonidista, petera. Chupenla la tienen adentro.
Yo hace diez años que tengo proyectos musicales y produzco los de otra gente. En un 96 por ciento independientes. Estoy muy contento de estar en la Argentina. Me gustaría que alguien me pague por hacer mi música, aun no sé como hacer. Quizas a muchos les gusten los temas y no haga falta hacerse mala sangre por nada y todo sea como siempre soñamos. No soy indie, soy uno que hace artesania sonora con lo que haiga. Indie suena medio yanki. Solari es el camino del “indio”.

10-¿Hay algún poeta, escritor, o músico que te vuele la cabeza desde lo que dice-escribe-toca y como lo dice-escribe-toca?

Charles Baudelaire, Beethoven, Stravinsky, Beatles, Chet Baker, Bill Evans. Pero la respuesta es no.

Estalló el verano


Pueblerina andanada de los aterrados jovencitos por las pasarelas de la vacante estacional. La mano de obra ennegrecida por las cenizas de los formularios del alta que arden en la hoguera de la promesa de sus empleadores, marcha, mecánicamente, por los bulevares de la explotación travestida de oportunidad laboral. Cuando febo azota, desfilan los muchachitos por la pantomima de las primeras entrevistas, a sabiendas de la precariedad miserable de sus futuras ocupaciones.

Allá van, esos son, los señores que vienen de la ciudad capital con sus heladeritas portátiles, sus diarios con titulares catástrofe y los lentes puestos, como parapoliciales a los que les han apuntado las armas sin registrar. Arrastrándose por detrás, las domésticas empleadas babean su deseo de conocer por fin el océano, aunque para ello tengan que untar la mayonesa de oferta en el emparedado veraniego del patrón, vestidas con las remeritas que mandó a estampar la “Señora de la Casa” en impúdica letra molde, con la leyenda : “la chica que me ayuda en casa”.

Allí vienen, colgando como guirlandas del brazo materno, los niños hiperactivos que irán a perderse en medio de la aglomeración populosa que se embadurna el bronceador vencido por encima del sudor del relajo. Y allí estará mamá,  desilusionada con el bañero rescatista de su criatura, porque no se parecerá al david jaseljof de beyguach, ni se le distinguirá la zunga debajo de tanta grasa gestada durante el sedentarismo invernal del aquaman.

Allí vienen, esas familias que luego de la insolación, irán a pagar sus impuestos en tropel (dios no se los impida) para esgrimir el recibo, como si de una estampita beata se tratara, cuando a la Plaza de Mayo los convoque, el improvisado candelabro de la mano dura, que el otrora ingeniero les enseñó a construir con un aleccionador videíto de iutub que recibió más de un millón de visitas antes de empezar la temporada.

Allí viene pelegrinando la clase media en todo su esplendor, con las revistas de chismes ocultas bajo las asilas, al igual que los gobernantes que ellos votan ocultan los destinos de las despanzurradas arcas, de lo que suponen es el Estado. No sea cosa que se sepa en sus círculos de cafetines porteños, que ellos consumen esa pornomiseria de folletín, mientras se desbocan por proteger la moral y las buenas costumbres de la familia argentina en las reuniones de padres del colegio chupacirios donde llevan a la nena. Eso es para el vulgo. Ellos miran a María Laura y a Santo, a la espera de que un día, por fin, este último sonría a cámara y le diga a la co-conductora que la desea y terminen penetrándose en el horario central y la imagen invada el plasma trescientas pulgadas del minimalista living.

Y allí están, estáticos, como estalactitas que acrecientan los índices de empleo de los ministerios,  los subocupados púberes de la costa, que creen ver en medio del malón cómplice de su explotación, a la mismísima imagen de San Cayetano reencarnado en el mediopelo veraneante. Ése que promete pagarles las cuotas de la motito si cambian su sangre por plusvalía. Prometen, esos ciclomotores descascarados que el vendaval del invierno arrastrará hasta la puerta del colegio por donde los adolescentes pasan a buscar a las muchachitas que aman en silencio, en medio del enlodado desdén que sus clientes acalorados jamás sabrán ubicar en el mapa de La Feliz.


El maremágnum de visitantes invasores se les acerca, como zombis de estética jolibudense,   deseosos del populismo de las costas contaminadas, al que se han hecho devotos, después de que los progresistas gobernantes hicieran astillas sus ilusiones de primer mundo, con el versito del devenir nac&pop.  Vienen, agobiados por el aire presurizado de sus oficinas con deck de lapacho y máquinas automáticas de café sintético. Vienen, hartos del bucólico hábitat de sus countrys, que ya no son seguros, como en el despilfarre de fines de los noventa les prometieron. Vienen, abanicando sus fajos de dinero, para espantar las moscas que revolotean en el ácido úrico que expelen los paisanos y los “¿algo más señor?” que irritan sus entrepiernas paspadas por el arenoso relajo de la playa.

Los pareos y las mallas recientemente compradas en la tienda de capitales trasandinos, se destiñen al pisar el asfalto degradé del balneario.

Viene, también, el desfile de híper atrofiados machitos de la ciudad obelisca, que endulzarán con sus importadas fragancias, los oídos de las mariquita pueblerinas, a cambio del derramar de los jugos en los recovecos invisibles del bolichón “gayfrenly” del centro. Ese sótano hediondo  donde las lugareñas pagarán la entrada con un riñón agotado del alcohol de quemar que derraman de los plásticos vasitos de la disco, directo a sus angustiadas tráqueas.

Vienen, como todos los veranos, el capo cómico y su troupe de vedettes afectas a la succión de botas milicas, a bajar las escaleras teatrales del entretenimiento traidor para masturbar el empobrecido deseo del “Señor de la casa”, a fuerza de coreografías tullidas, purpurina pegote y el emplumado sintético que enmarcar los excesos de quirófano de las damas.

Vienen del norte los camiones, cargados de niñas pintarrajeadas con polvo de ladrillo y tierra a satisfacer el hambre culposa de los machos dominantes, que mercantilizan los pliegues de sus pieles sacudiendo el volante con que empapelaron el parabrisas de sus camionetas cuatro tracciones. Ese papelito impune donde los cafiolos prometen dejar de lado la dudosa protección del látex, aunque el precio se encarezca. Total, esos no son sus cuerpos. Ellos son, ante todo, diseñadores gráficos de la propaganda en situación de prostitución.

Vienen el conteiner transportista, repleto de indocumentadas jovencitas que la mirada oblicua del intendente bien pensante, pasa por alto para que no se le arruinen los records de la temporada que le ayudan a pasar el invierno. Ese señor que es capaz de vender los órganos mustios de su señora madre, antes de ocuparse de las niñas. Ese señor que, ocupando el sillón del Rivadavia municipal, juró al matutino que subsidió su campaña, que el loco de la ruta era una superstición del electorado, tan ingenua como el gauchito gil, la cura del empacho con cinta métrica y el voto popular.

Ése señor que alguna vez habrá dicho al oído de sus chacales serviles, que quiere asegurarse que el visitante que reclama seguridad pueda olvidar por un rato su responsabilidades, en los brazos de una quinceañera del norte, esas niñitas que no forman parte de ninguna estadística oficial, que no responden a ningún nombre. O responden, a uno genérico otorgado por el “señor que las cuida”.

El bufón que quiere jugar a monarca, mientras los habitantes de su reino, venden su alma para que así sea, habrá sentenciado en las mesas redondas con sus súbditos, que hay que hacer estallar los cuerpos que haga falta para asegurarse las estadías, el crecimiento desmedido de la línea en la pizarra punzó de la satisfacción ajena y que esa imagen sea la placa roja del canal de noticias capitalino.

Sofía Miranda: Inicio

¿Qué pasa cuando te pones de espalda y dejas que te metan el dedo en el culo? Pensé que iba correr caca entre la mano, pero mientras más la movía y más adentro llegaba, los residuos de caca se fueron juntando con un líquido viscoso y blanco que lubricaban y chorreaban por su mano. Yo sólo sentía un calor dominante y ganas de cagar -que controlaba para que el placer durara más-, un orgasmo anal forma parte de mis colecciones más preciadas por su escases. Pienso que la escatología ha sido desdeñada como si la limpieza y pulcritud fueran parte del sexo, nada más lejano a las delicias de sudar, ensalivar, mojarse y eyacular en el cuerpo del otro; más si mientras lames y hueles puedes hallar recuerdos de todos los otros cuerpos que pasaron antes que tú por ahí, una orgía que no para desde el principio de los tiempos. Penes y clítoris duros, orgullosos y erectos esperan ser engullidos para que cese la punzada brutal que recorre el cuarto, abrir las piernas es liberador y doloroso porque exige una respuesta precisa, movimientos de lengua y labios que sólo pueden ser guiados por las manos en la cabeza que acercan o alejan, apuran o enlentecen la maniobra para quienes someten y son sometidos. Los ritmos los crea la necesidad y en esa ceguera dónde sólo se siente el palpitar y bombeo de sangre en las fibras más sensibles no hay más instrucciones que buscar. Con la garganta seca busco la cerveza que dejamos cerca, te pregunto si quieres y me miras con tu cara empapada así que sigo bebiendo yo y tú vuelves justo donde te quedaste para provocarme un escalofrío que me recuerda que tengo más cuerpo del que estás usando. Entre los últimos sorbos recobro el aliento y vuelvo a tomar tu cabeza porque no hay mejor lugar donde poner mis manos y porque es mía hasta que acabe.
Dije “sigue” mientras me apoyaba en un rincón, con todos los impulsos cruzados respiraba desde su pelo lo que podía alcanzar, y ¿qué va con mirar? La mejor parte es observar cómo se mueve su cuerpo entero mientras te comen, esos movimientos que no están acompañados de música, sino que sólo son reflejos primitivos del ritual sexual. Te mueves, te apareces y desapareces entre mis piernas, también quiero lamerte, quiero abrirte y saborear todos los jugos que corran de ti, creo que voy a explotar en tu cara y cuando te lo digo más intenso sigues girando tu lengua. Ahora es cuando veo ese momento venir, cuando lo sublime deja sin palabras y los gemidos son la única forma de comunicación permitida, los segundos caen más lentos y buscas estrujar hasta la última gota de humedad que haya en el cuerpo para seguir. Luego viene ese beso lleno cansancio, donde saliva, sudor y jugos se mezclan en las bocas, así te veo venir, porque no tienes que preguntar si llegué, lo sabes por la hinchazón y soltura que provocaste.

Devenir / del poemario "Transversos" Gastón Malgieri - (2011) Editorial Atarraya Cartonera - Puerto Rico

Devengo marica cursi,
emplumada,
llena de lágrimas de tinta
que no podré chorrear en la carilina.

Devengo en inseguridad encorsetada,
atragantada a la tráquea.

Devengo lugar común,
canción lacrimógena escrita
por el peor de los crooner's 

Devengo castración freuidana
falo parteno capitalista
simposio de lugares comunes
en la tesis con otros hacen
acerca de mi cuerpo.

Devengo rabiosamente triste,
devengo vecina en chancletas,
cantándole a la imagen del televisor.

Devengo puto viejo que pasea
el caniche toy en la única plaza del pueblo.

Devengo nenito al que le dijeron
los primos mas grandes,
que Papá Noel es una farsa.
y llora mientras arranca
el papél glasé de los regalos.


Devengo empleada pública
que cree
que los gritos de los contribuyentes son para ella,
y no para el estado para el que trabaja.

Devengo señora que no puede
ponerse el vestido que quiere.

O puede,
pero no le queda
como en la pulcritud publicitaria
que acaba de ver mientras sacudía
la tarjeta de crédito que le extendió su ex marido.

Devengo loca menemista que compra,
los perfumes del uno a uno y tiene miles,
para no saber jamás cuál era su olor.

Devengo policia que mira
a un pibe chorro con cariño
y entra en contradicción
con los mandatos de su fuerza,
y los griteríos de la clase media
que le pide
que lo amasije a palos,
y no a besos.

Devengo poeta maldito marplatense
que transa
con empleados municipales de dudosa calaña
para que sus versos salgan
en el único periódico del balneario
y le lleguen
los cheques de la secretaría de cultura
por su escrito trash
en torno a la figura de Alfonsina.

Devengo empleado de call center
que putea por lo bajo
a sus superiores
sólo para poder pagarse el alquiler.

Devengo todxs ellxs
soy el devenir de los descartes
soy ese que amalgama lo que otro dicen no ser.

Soy pura epidermis,
pura sangre que ebulle
debajo del vestido con flores
que afané en cáritas
expiando el robo
en el confesionario de la capilla adjunta.

Devengo los intereses de este arqueo
que hago,
con la miseria que puebla el plexo
y siguen sin darme las cuentas.

Devengo cantante de ópera frustrado
que en la ducha maldice
su título de Contador Público Nacional.

Milagros Leiva: Las once de la noche...


Las once de la noche
Esta casa
Esta vida
Duele.

Mi madre.
Todo lo que no es
Todo lo que no se da
Marca
La piel
Y las huellas
Existen.

La falta de palabras
Para expresar
Algo que se siente.
Y sobran
Las que nombran
Todo lo que no.

David Garrido: El rectángulo luminoso



Estaba sentado frente al televisor, mirando hacia el vacío de una pantalla hueca que intentaba desesperadamente llamar su atención sin conseguirlo. No, no veía nada de lo que aquel rectángulo grasiento y lleno de polvo le estaba vomitando a la cara. Ni siquiera veía los cuerpos hermosos y semidesnudos de aquellas chicas que desfilaban frente a él incitándole a que comprara un nuevo desodorante que, bajo sus sobacos, pondría en celo a toda hembra que se cruzase en su camino. No, aquellas chicas desfilaron en cueros ante sus ojos y él ni se enteró. Una pena, porque llevaba mucho tiempo sin comerse una rosca y aquel desodorante podría haberle venido de perlas. Tampoco se enteró de las ventajas de contratar una linea adsl con una compañía que parecía estar verdaderamente preocupada por el bienestar de sus clientes. Como preocupados estaban, pero por el medio ambiente, unos fabricantes de coches cuyos automóviles no solo no contaminaban, sino que además eliminaban residuos de la atmósfera. Y eran coches muy baratos, que además se podían pagar a plazos, con una financiación realmente atractiva. Él siguió sin reaccionar. De repente un yogur, aunque no un yogur cualquiera, era un yogur con no sé qué bichitos que eran capaces de salvarle a uno la vida, pues te curaban el colesterol y, además, mientras lo hacían, a las chicas le ponían el cuerpo de Raquel Welch con 18 años y a los tíos los ponían cachas que te cagas. Y él sin prestar la más mínima atención. Una consola, un móvil, una colonia, otro coche, una cuenta bancaria, una película, unas zapatillas, un libro, un tercer coche, una cuenta bancaria distinta a la anterior, más yogures, cereales para hacer bien de vientre, una pastilla que te quitaba todos los dolores... Pero nada de nada, él siguió mirando sin ver, escuchando sin oír, dejando que todas esas cosas, diseñadas expresamente para satisfacer todas sus necesidades vitales, escaparan pasando por delante de sus narices. Y todo por estar pensando en otra cosa. Aquello era un ultraje, un insulto, una falta de respeto. Entonces un olor extraño le aguijoneó las fosas nasales. Era un olor agrio y cálido que le dejaba un gusto amargo en la punta de la lengua. "Ah, pero si soy yo", pensó tras resoplar aliviado. Luego se levantó y caminó hacia la nevera. La abrió y tras echar una mirada se dio cuenta de que había poco que mirar. Cogió medio tomate y se lo comió de un bocado. El tomate explotó entre sus dientes y su jugo le chorreó por la barbilla. Caminó hacia el sofá y se sentó en él de nuevo, bien repanchigado. Su carne blanda, casi viscosa, se esparció por el tresillo como el aceite sobre la sartén. Mientras, la televisión seguía mostrando el mundo tal y como era fuera de aquellos muros: perfecto. Aunque él continuaba ajeno a todo.
     De repente sonó el teléfono. Tardó varios segundos en reaccionar, y cuando lo hizo fue lentamente, moviéndose despacio, sin prisa, como saliendo de un largo letargo.
     -¿Quién es?
     -Hijo, soy tu madre...
     -Mamá... -mierda, se había olvidado por completo de que había quedado a cenar con ella.
     -¿Vas a venir?
     -Pues, verás, mamá, es que me ha surgido un compromiso y, en fin, lo siento mucho pero no voy a poder... ¿Qué tal si lo dejamos para mañana?
      Su madre estuvo renegando un buen rato al otro lado del teléfono mientras él asentía sin despegar los labios. Al final se citaron para el día siguiente, a la hora de comer, y se despidieron con un beso. Y él regreso a su trono frente al televisor. Ahora había fútbol. Once tipos corrían tras el balón, yendo con prisa de un lado para otro. Era un deporte apasionante. Se trataba de meter el balón, de forma esférica, dentro de un rectángulo clavado al suelo por su base. El rectángulo, llamado vulgarmente portería, estaba custodiado por un jugador vestido con colores aún mas chillones que los del resto de sus compañeros. A este jugador se le llamaba portero, y se le permitía coger la pelota con la mano. A los otros no, los otros solo podían usar los pies o la cabeza, o el culo, pero no las manos ni los brazos. De repente uno de los equipos marcó un gol y hubo una explosión de jubilo de tal calibre, que resultaría imposible describirla con palabras. Los compañeros persiguieron al autor de tal proeza y lo abatieron, luego se echaron encima de él fundiéndose todos en un abrazo. Él numerosísimo público que abarrotaba el estadio estalló con los jugadores y comenzaron a dar saltos agitando banderas y bufandas llenas de vistosos colores, escudos y símbolos, al tiempo que gritaban al unísono "gol"; que es el nombre que se le da al hecho de meter la pelota dentro de la portería. Y todos sonreían y saltaban, gritaban y se abrazaban... Había tanto amor en ese deporte. Pero aquel cúmulo de sensaciones no parecían afectarle a él en absoluto. De hecho, se había quedado dormido. Con las piernas abiertas, los brazos desparramados, la cabeza levemente inclinada sobre su hombro izquierdo y la boca abierta, de no ser por sus ronquidos cualquiera lo hubiera dado por muerto. Pero no lo estaba, al menos no del todo, porque, aunque con dificultad, respirar, respiraba. Así estuvo una hora, quizá mas, hasta que los gritos desaforados que salían de la pantalla lo despertaron. Abrió los ojos, gruñó, chascó saliva y luego miró hacia el televisor. Allí había personas discutiendo. Hombres y mujeres, enfrentados como gladiadores en la arena, se gritaban y se insultaban mientras la audiencia aplaudía cada una de sus intervenciones. Era otro tipo de espectáculo, y aunque no habían balones ni porterías, parecía desatar las pasiones del público tanto como el anterior. Él se levantó y se fue al váter. Vació su vejiga y luego agarró un cigarrillo y salió al balcón. La noche lluviosa lo recibió con una bofetada de aire fresco. Abajo, en la calle, las luces de los coches brillaban borrosas, como desenfocadas. Todo era gris, la ciudad estaba en calma. Desde fuera todavía oía a esas personas chillar, aunque le resultaba difícil entender lo que decían. Acabó su cigarrillo y lo lanzó al vacío. Cuando entró en el comedor, los gritos habían cesado. Ahora un hombre le explicaba las ventajas de contratar un seguro que le protegería de todo tipo de accidentes y catástrofes. Y era barato, muy barato. Se puso el pijama; buscó el mando a distancia y apagó la tele. Luego caminó por el pasillo a oscuras hasta llegar a su cuarto. Se quito los pantuflos y se metió en el sobre. Entonces, como cada noche antes de dormir, hizo un repaso de las cosas que había hecho aquel día y también de las que haría al día siguiente. Y de repente, un montón de hermosas mujeres semidesnudas se colaron en su cerebro susurrándole el nombre de aquel desodorante que era capaz de ponerlas a todas en celo. Levantó el brazo y metió la nariz en el sobaco. Luego sacó la cabeza de entre las sábanas y dio un par de giros sobre la cama hasta encontrar la postura perfecta. La encontró y su cuerpo se fundió con el látex de su colchón. Ahora era imposible separarlos a ambos. Un pensamiento fugaz: era un hombre afortunado. Una pregunta retórica: ¿podía pedirle algo más a la vida? Metió de nuevo la cabeza bajo las sábanas y, tras sacarla otra vez, se dijo para sí mismo: "Bueno, quizá sí debería comprar ese dichoso desodorante".


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David Garrido: escritor nacido y afincado en Valencia (España), es autor de numerosos relatos publicados en diversas revistas literarias españolas y latinoamericanas (Ágora, Resonancias Literarias, Revista Narrativas, Uruz Arts Magazine, El Cuervo, Palabras Diversas, Palabras Malditas, A Contrapalabra, Cinosargo, Pliego Suelto, Palabra Abierta, Ariadna RC, Narradores, Doble Taller, etc...), que han llamado la atención de una buena parte de la crítica y el público gracias a su prosa directa, su ácido sentido del humor y su visión crítica, decadente y hasta esperpéntica de una sociedad actual a la que retrata sin tapujos. En 2006 terminó su primera novela, todavía pendiente de publicación. Desde entonces hasta la fecha sigue publicando periódicamente sus textos en diferentes revistas, webzines y weblogs de habla hispana editados desde países tan diversos como Francia, Chile, Mexico, Argentina, EE.UU, Uruguay o España.

Buba Lú (plegaria) / del poemario "Transversos" (2010) Editorial Atarraya Cartonera - Puerto Rico


El chicle
se me ha pegado al zapato
otra vez
otra noche
¡otro chicle, señor Curita!
Señor Sacerdote
otro chicle
Señor
que nada lo cura
ni siquiera el pegote
el trastorno trasnochado
ni quita
con sus manos sagradas
esta goma de mascar maldita
que sus fieles escupen
y me clavan
a mí
(pobrecita de mí)
¡ay pobrecita de mí!
en el stiletto barato
que pagué en cuotas
y obligó a esta boca
ese chicle
de arroz brusco
que no se traga
ni con hectolitros de agua bendita.

Señor Sacerdote
se me ha pegado, le digo
la escupida de los otros
que no entienden
la resaca que llevo
por la acidez en cajita
ni la hambruna mía
que su fe no sacia
que sus salmos no se atreven
a multiplicar
como panes y peces
el chicle se me ha pegado al zapatito
y llorando pensaba

¿en qué dios creo, Señor Sacerdote?

si estoy parada
en la puerta con candado
de la casa que de día
es de dios
y de noche
solo mía
y no hay nadie, Señor Cura
estamos el chicle, y yo
recta
yo y el chicle
tersa
con la rectitud que da el hambre
como estaca
estalactita del deseo polarizado de otros
sublimes y prosaicos
de otros
concejales
mandatarios
y policías provinciales
de todos los distritos
urbanizados
que empiezan más allá
de las zonas
industrializadas
y el pedregullo
donde este cuerpo que aborrecen
de tarde (a la hora de la novela)
es el placer en estado bruto
llegada la madrugada.


¿Estoy hablando del día y la noche,
Señor Curita?

¿O haciendo una tragedia por un chicle?

¿De qué estoy hablando?

dirá usted
que sabrá mejor que yo
de diluvios plagas y maldiciones

¿en qué dios creo?,
le pregunto
esa es la pregunta

O le pregunto
si los señores que dan apellido a las damas
no admitirán nunca

nunca

nunca

que lamen de noche.
lo que condenan de día.

Que es tarde
como las tres de la matina
y pensaba
mientras izaba el bajo vientre
debajo de la lycra estirada
y acomodaba
la gomaespuma entre los pliegues
de mis piernas
que no me darán
segura,
como que mañana llueve
la identidad
el nombrecito bello
que esta mujer
a la que usted paga
pega
putea
y desecha
ha elegido en
esta trans / gresión a su machismo
a su bi / polaridad
amenazada
con la grandeza
de mis prótesis aviadoras
con la pobreza de mí
que cuelga
de este cuello
en mostacillas encorsetado.

Mire
anoche
sin ir mas lejos
una mariquita me decía
que no sé que cosa
del matrimonio
que había salido
como por un tubo
esa manía
de la loca
que todo es un tubo
un falo
un caño
me decía
aterida
de frío
yirona la marica
me decía
mami se les viene difícil
decía
y casi de mamporro la siento
(sepa disculpe, Sr.Cura)
a la marica
la siento
por atrevida.

Y después me quedé pensando
en la marica
en el mamporro
en el “mami”
en mi nombre
en el que he elegido
y sabe qué
pensaba
este fantoche de su deseo
pensaba
que lo único que he elegido
es este nombre
y se nos viene difícil
dijo la marica
y yo pensaba
Señor Cura
en qué diosito creo
si ni nombre he podido elegir.

No sé cómo me llamo

No quieren que me llame como me llamo

No quieren que ande a la tarde como a la noche

No quieren verme a la luz del día, Señor Curita
y usted tampoco.

Digámoslo de una buena vez
son las tres de la mañana
y usted no atiende mis golpes en la puerta
de la que no es su casa.
ni tampoco mía.

Deambulo señor Curita
por la puerta de este hogar que no es de nadie
preguntándole a su dios que no me atiende
cómo me llamo
cuándo seré para los otros
la que siempre he sido.