menucito

Elegante Stone


¡Pungueame que me gusta! Javi Punga vuelve a hacer de las suyas con Rock And Roll Punga, su última producción.

Por Joel Vargas 

Es difícil escribir sobre los artistas de la Plata sin caer en lugares comunes del periodismo de rock: “Los músicos platenses son pibes de barrio, que en sus momentos de ocio libran batallas por el universo. Son los nuevos Eternautas. Sus  guitarras galácticas viajan en el tiempo y se materializan en el bondi, ahí donde estás, colgado de tus auriculares”. Exagero, pero por ahí va la cosa.  Voy a intentar no caer en esa tentación.

Rock and Roll Punga es el nombre del nuevo trabajo de Javier Cereceda, alias Javi Punga. Este prolifero cantautor platense no para de grabar. El año pasado editó El Tiempo del Amor y ahora  vuelve a sorprender.

Alguien nombró el disco pero por alguna razón no captaste lo último, solo escuchaste el nombre del álbum, inmediatamente pensaste “es otro disco de unos pibitos amantes de Pappo y del tren de las 16”. Cuando por fin ves la tapa, quedan pocas dudas, hay algo de los Jóvenes Pordioseros en todo esto. Pero no, las apariencias engañan, mejor  dejar esos prejuicios de lado, esas categorías impuestas por el imaginario social.  Entonces miras mejor y ahí lo ves, en la punta de la lengua: un cartoncito sonriente… Huele a espíritu psicotrópico, ¿no?

La santísima trinidad del rock alternativo se hace carne en las violas y en las melodías del universo Punga. Sonic Youth, Pixies y Pavement dicen presente en todo el disco y especialmente en  “El amor es todo II” y “Campos de Cristal”.  Aunque  no es ninguna novedad, Cereceda  formó parte de la mítica banda Ned Flanders, fieles amantes del trío alternativo. También hay otros guiños, más obvios: “The Cure”, una suerte de “Friday In Love” bien pungueada: “otro viernes más yo me quiero enamorar”.  Ojo, las citas no terminan ahí: “Sandwichs naturales” parece una alusión al Carpo y sus benditos triples de miga.

Si rebobinamos un poco en la carrera de Javi, nos encontramos con “Chica Cheta” y muchas canciones folkies. En esa etapa él jugaba con las palabras. Era un bardero profesional, bien punk, un elegante stone. Sigue así, solo que ahora le sumo una banda a esa identidad, que por momentos reluce algo de Perdedores Pop, sobre todo en “Brilla y sueña”.  Lo más folkieque encontrás en el tracklist es “Vamos a estallar”, una de esas canciones románticas con pandereta incluida.

“Otro día está naciendo, todo puede volver a empezar de nuevo” canta Punga en “Rock para Volver al Futuro”,  como si fuera un Stephen Merritt distorsionado. El saxo del final paga la noche.  Y si querés algo más garagero en clave  “guacho martinfierrista” de Oscar Fariña  escuchá “Rock de la China”. Un poguito con Tadeo Isidoro Cruz no viene nada mal. Mientras el saxo sentencia el final, la china le dice “A vos punga ¿qué te pasa?”. Hermoso.

En “Rock del Tren”, la locomotora platense no deja nada a su paso. Las guitarritas hacen pequeñas explosiones como las del polvo de los chupetines con forma de pie. Te estalla la lengua: “vamos llegando como un tren”.  A esta altura el saxo del final es un leiv-motiv punguero.  Pero, hay una excepción que confirma la regla “Rock de Aladino”, con sus notas  guerreras  llenas de mugre sónica y un “te quiero ya”.

Con “Niños de dios”, Javi Punga, el nuevo Eternauta, va a defendernos de Godzilla (uy lo estoy haciendo). Un viaje galáctico (ahí va de nuevo) con ruido de Zeitgeits y Spiderman 2. Un broche final acorde al rock punga. Y sí, la vanguardia es así.

A Dios Tomando En Las Botellas

Muchas veces la ví
copulando con los ángeles
revolcándose en la hierba
hasta morir la pequeña muerte
bajo el sol

Puedo tomar el jugo
de tus pomelos
sentir el gusto en mi boca
mirar el patio
y sonreír sincero


También la ví
en la calle
ríendo, aún con dolor
y ahora sé
que no es más
que otra princesa triste
camuflada con alcohol

A Dios tomando en las botellas
y con el vaso dando y dando

Parece extraño
el pasto afeitado al ras
las caras flotando en el espejo
las manos buscando un poco de calor

La belleza de la caricia
y también del golpe inevitable

Así de pronto
como una lluvia en verano
como un viaje inesperado
en mitad de la mañana

No importa
quedarse así
en el lugar exacto
donde no sucede nada

Narrativa: Un amor de juventud


por Martín

Kris Tate
Ella se toma el tren desde la estación terminal hacia los suburbios (y así los nombraba, ya sea para imprimirle alguna cualidad de otro, o simplemente como continuación -en lo semántico- de la segregación geográfica). Lo hace como todos los martes y jueves, junto a una ventana abierta, inmersa en aquél espectáculo. No sabe si es la vuelta luego de una prolongada ausencia o algo relacionado a la serie «clima-fisiología humana-bichos de primavera», pero efectivamente se siente sola y repulsiva.
Ella nunca creyó en los encuentros casuales, estaba convencida de que su entendimiento tan extenso y último acerca de cómo funcionan las relaciones entre las personas arrastraría desde un primer momento cualquier posibilidad de. Y ella estaba orgullosa. Y ella era eso, se decía, tanto pasar penas y desencuentros unilaterales para qué, al menos dejame estar conforme con mi criterio de clasificación. Ya vi cada gesto, cada sonrisa. Todas las miradas, ya las vi. Los accidentes. Los suspiros. Sólo me quedan las palabras y esos diálogos inconducentes. Pero la gente es tan obvia.
La villa miseria quedó atrás: desde la ventana del lado izquierdo, y a esas horas, pasa desapercibida, como un caserío salpicando algunas lomas a una distancia prudente del camino principal. Pero no, estámos en medio de una ciudad, la ciudad no puede ser el monte, y menos en el año 2011. Qué es ese ruido. Qué olor más particular. No se si la capacitación nos hace más útiles o simplemente nos hace ignorar lo que para una persona normal sólo puede significar un peligro de muerte. Debería agregar eso a mi currículum: “Tercermundista”.
Le llegaban ahora los frentes de la Av. del Libertador, cruzando ese fresco y oscuridad que sí, prudentemente esta vez, había sido establecido tiempo atrás. Esos frentes le inspiraban una suerte de contradicción. No es como durante el día, pensaba, no son la fachada boba de una ciudad que se persigue su propia cola. No, ahora esas ventanas iluminadas bajan la mirada del horizonte, se encorvan y nos interpelan. Pero qué valor.
De tanto en tanto y bajo el influjo de las emociones que le producía la expectativa de un encuentro, ella se abocaba a la tarea de describir y explicar meticulosamente un aspecto de la realidad a quien fuere su próxima presa. Naturalmente, lo hacía dentro del marco de su propia imaginación: Yo te digo, lo que me pudre de la gente (como vos) es que siempre caen en lo mismo. Mirá, ¿Ves los arcos de ladrillo? Ya no hacen cosas así, porque... ¿Te das cuenta de lo precioso de este momento? Justo antes de que se ponga el sol, pero de verdad. Para ellos ya es de noche, pero ¿qué les pasa? Bueno, te explico, es cuestión de diez o quince minutos se suceden una tras otra más tonalidades del mismo color que en todo el resto del día. Por lo menos el cielo lo intenta.
En todo esto se detenía Victoria cuando el tren atravesaba la avenida, penetrando en la intimidad urbana. El espacio abierto desaparece en ese punto, los muros replican cada ruido y uno se ve inmerso en otra cadencia. Para ella no fue sólo otra cadencia: el nuevo escenario la arrojó nuevamente a la realidad con una violencia tal que sus párpados se abrieron más allá de lo esperado, haciendo público algún tipo de indisposición general. Fue allí cuando pasó revista -sin detenerse demasiado- al lenguaje corporal de las personas que, a su pesar, la acompañaban. No eran muchos. Su vagón parecía un vagón con cositas pintadas, bastante alejado del que ella recordaba como arquetípico: un mar de carne, gestos y publicidad corporal con pequeños detalles de vagón asomando aquí y allá. Entre las cositas pintadas había una pareja de señoras pelocorto, perla y telas negras que mostraban lo que nadie parecía demandar. Sus conversaciones me salpican. Qué fastidio. No. No quiero meterme en esto. Mirá ese pibe, ¿estará yendo o viniendo? Meh, nunca nos entenderíamos. ¿Me desea? ¡Qué manera de toser, señor! ¿Señor? Tuvo que desviar la mirada. Ni un instante pudo sostener el contacto visual con él. No se sintió incómoda al respecto, simplemente ¿cómo, al día de hoy, puedo ser tan evidente? Pidiendo atención a gritos. Qué necia. Y esa manera que tengo de abrir los ojos. ¿Qué hace mi uña del dedo anular entre mis dientes? Desaparecer, aquí y ahora. ¿Entiende usted, señor encanecido? Lo que me pudre de la gente es que siempre caen en lo mismo. Vuelven siempre al mismo recorte, y si no logran ponerlo en boca, dan vueltas alrededor. Siempre. Quiero saber qué pensas al respecto. Creo entender que la gente piensa cosas al respecto de las cosas, pero me vas a prestar atención, vos, viejo rosa, deseando que aunque sea una vez en la vida, tu día termine de otra manera. ¿Me ves cara de fesche Lola?

De algún modo, Victoria terminaba tocando la pianola para todos y nunca para ella misma.

Johnny,... wenn du Geburstag hat?
Faltaban unos minutos para las siete, se abrieron las puertas: primero el aire escapando, luego el golpe seco. Se levantó y se dirigió hacia la puerta. Esta es la estación, una antes que la mía.
Komm doch mal zu mir.

Se apuró, anticipó el cierre de la puerta que casi le toma la carpeta o el tobillo. El silbato, el ruido agudo del aire nuevamente y toda aquella escena de discontinuidad (que ella juzgaba como la ejecución deliberada de un homicidio a ella-tren, ella-posibilidad), la situaron en otra ciudad, hace 55 años. Victoria encontraba seguridad en eso. Encontraba el referente de aquello que muchas veces escuchó salir de la boca de su padre: sentirse parte de la historia. Claro está, nunca le quedó muy claro a la historia de qué o quién se refería.
Cuando vió el puente de hierro fundido y supo -por parte de un quiosquero- que tenía cruzarlo, se sintió contenida. Hace mucho que no siento esto, la última vez fue en san telmo. Yo te explico, en san telmo no hay ochava... porque,... lo que quiero decir es que los lugares reconocidos públicamente como relevantes, te ayudan a tapiar ese hueco que es el hueco de no tener vocación, llamale como quieras. ¿Me entendés, Facundo?
Mientras cruzaba aquel puente, pintado y repintado a falta de mejor idea, lo vió. Sentado allí abajo, con el pómulo sostenido por una mano y el codo sobre un tablero de ajedrez, que también funcionaba como tablero para otras partidas. Facundo se llamaba. Su foto de perfil no miente, es tan lindo como lo imaginé anoche. Las hojas del ombú que nacía en el centro del asunto le impidieron seguir con la mirada aquel intercambio que había entablado hace apenas un instante. El sonido que hacía al caminar por el puente era notorio, incluso más que eso: resonaban los pasos a esa hora.  Ese recuerdo habría de retornar en lo sucesivo de la vida de Victoria. Los golpes del herrero, lo sentencioso de ese martilleo.

-¿Cómo hacemos para que esto marche más que un paso? Se introdujo ella. Pensó que hablar así hubiese sido, en otra ocasión, un pase directo al anecdotario de los “fracasos fugaces”, pero dado que Facundo poco había hecho más que mirarla e insinuar una sonrisa velada, le pareció lo justo y necesario. Tampoco se olvidó ella del precioso detalle que encontró al darse cuenta de que él prefirió no anudar, a esa atmósfera que bordeaba lo patológico, ninguna parsimonia introductoria del orden del “¿cómo estás?, yo soy...” o alguna evidencia pública tal como “llegaste”, “acá estamos”.
Él no respondió inmediatamente. Él-responsable, él-tres-años-más-grande. Suspiró.
-Vos, ¿realmente no te das cuenta de lo difícil que te la hacés? Su voz era contenida. Ella creyó percibir una cierta dificultad para construir la pregunta. Se irritó, golpe directo.
-¿Perdón? Sentenció.
-Creés ser lo que pensas...
-Ah, no!-interrumpió con indignación de cotillón.
-...sin darte cuenta de que eso no existe.
-Adiós.

Victoria se alejó en dirección a la calle Rivera, dejándolo a sus espaldas. Lo último que protagonizó Facundo fue el ruido de la chispa de un encendedor que, tal vez, haya encendido un cigarrillo. No se volvió. Pensó y le pesó lo que ya conocía en esta vida. Fue suficiente el peso para no arrepentirse. Los adoquines húmedos le devolvían la imagen de ella-héroe. A pesar de tanta altura, no le alcanzó para volverse y ver el cigarrillo que ahora ella posaba sobre sus labios. que. reían. y repetían.


[
Sobre el autor]

Martín, tiene 20 años y estudia psicología en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente, está buscando algo mejor para hacer con su vida.

[Contacto] 


mecanismos-Alberto De Mari

Las manecillas del reloj internas que poseo me impiden rotar el nivel de sucesos.Por mas que eche una gran manta negra sobre su jerarquía, las manecillas rigen ante todo y por sobre todo. Aquello no tiene nada que ver con el tiempo, sino con la forma. Con las múltiples formas en las que yo, considero, debo desangrarme. Ellas justifican y perpetúan, también bostezan, pero nunca buscan. Ellas reciben el tiempo para amasarlo y meditar de que forma será conveniente devolvérmelo. Jamás lo piensan demasiado, pues detestan todo el tiempo que reciben. De esta forma me gobiernan y yo no puedo hacer nada para impedirlo, ellas tampoco.

El dolor en movimiento

Hasta este domingo se estará presentando "Señorita Julia" en la sala El extranjero. La puesta dirigida por Marcelo Velázquez protagonizada, entre otros, por Gustavo Pardi, da cátedra de cómo representar el ayer en el hoy.


por Lucía Cholakian  y  Nadia Sol Caramella

Escribir sobre teatro puede presentarse como un problema, sobre todo cuando la obra a la que uno quiere referirse está tan cargada de contenido y profundidad, abordarla verbalmente puede resultar una minimización.

“Señorita Julia” es uno de los textos más famosos del escritor y dramaturgo sueco August Strinberg, afamado precursor del teatro de la crueldad y del absurdo. La obra narra en un solo acto, la historia de dos amantes: Julia, la hija de un conde y Juan, su sirviente. Todo trascurre a finales del siglo XIX, en la noche de San Juan, una festividad de la antigüedad ligada al fuego y a la purificación.  Entre copas, ardor de alcohol e indirectas colmadas de seducción, el deseo y su consumación no tardará en manifestarse.

Julia responde a una insatisfacción de clase, necesita saciar sus instintos más bajos y eso es Juan: lujuria, que desacartona la inmovilidad y el aburrimiento aristocrático.  Josefina Vitón es la encargada de encarnar este personaje que intenta ejercer poder, sometiendo a su criado a la histeria. Porque desea, pero como en un acto de protección de las normas que bien había aprendido como mujer de la nobleza, intenta persuadirse, refugiarse de sus deseos.  Aún así, no logra sobrepasar el estigma de la prostituta que transgredió la moral de su clase, volviéndose una victima más de la misoginia imperante de la época.

Esta pieza deja entrever el deseo de experimentar el punto más alto y más bajo del orden social y la crueldad de utilizar al otro para conseguirlo. Gustavo Pardi le da vida a Juan, el sirviente que vive agobiado por pertenecer al escalafón más bajo de la sociedad. Se esconde para amar a quien no le corresponde y vive deseando ocupar un lugar que nunca le será dado. Está en pareja con Cristina, la cocinera, que no le brinda más que una vida mediocre. Todos desean un afuera, y esta relación secreta, representa algo de esa exterioridad.

La escenografía y vestuario son claves en esta puesta: la sensación de austeridad (la obra se desarrolla en la cocina de los criados) y a su vez, la virginidad de un espacio que es corrompido por el encuentro “pecaminoso” entre dos sujetos de ordenes sociales distintos. La luz es cálida y todo sucede bajo esa intensidad. La obra seduce. La provocación de Julia incita al espectador a querer saber más, a indagar sobre aquellas luchas internas  que vivencian los personajes.

El director Marcelo Veláquez logra poner en escena de manera admirable, cómo la presencia de la relaciones de poder y de clase obstaculizan el deseo, para devenir finalmente en una tragedia acida, que deja el sabor amargo de lo irresuelto.   


[Ficha técnico-artística]

Director: Marcelo Velázquez
Autor: August Strindberg
Versión: Enrique Papatino
Interpretes: Josefina Vitón (Julia), Gustavo Pardi (Juan), Paula Colombo (Cristina)

[Funciones]

Valentín Gómez 3378 
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Teléfonos: 4862-7400
Domingo – 18:00 hs  
Entrada: $ 60,00 / $ 40,00  

Madera noble, roble es tu corazón

A tres meses de la tragedia de once, una reflexión en primera persona.                                                                  
  
    Por  Nadia Sol Caramella

Hace tiempo que me rehuso a poner en palabras esto que siento cada vez que piso la estación de Once. Sin embargo, cuánto tiempo más puedo negar lo que me pasa. Quiero hablar desde mí, sin pretensiones de biografismo. Quiero describir la imagen temblorosa que veo apostada sobre el andén: los molinetes enfundados de  fotos, corazones que todavía parecen tibios, y esos nombres escritos con trazos fuertes como anclando las letras al presente, con todo el amor y la esperanza del mundo.  Entonces la gente va, viene, son tantos que no puedo contarlos, ellos no me ven. En realidad estamos ahí pasando, no hay nada que ver, solo pasar. Nos olvidamos de que estamos hechos, de humanidad señores/as, humanidad que se duele por sus propios errores. Hablo de “la consecuencia de años de abandono y desidia" como dijo la mamá del Chimu.

Sabes, se me retuerce el estomago cuando estoy ahí, tan cerca de esa vía. El otro día vi que el tren no estaba más. ¿Y qué, ya está? Sacamos el tren y nos olvidamos de todo. No, por suerte, ese altar de corazones tiene un fin más inmediato: memoria activa.


51 muertos y 703 heridos, numero fríos, tristes. Me da miedo el olvido. Tenemos cuentas pendientes, lo sé hace tiempo. Muchos como yo, somos de la generación de la Amia, de Lapa, de Cromañon y de la tragedia de Once. Cuando voy a buscar a los culpables y las resoluciones de la justicia en los diarios, se me escapan, quiero nombres y apellidos, pero veo que algunos son intocables, hasta innombrables para la justicia.

Esta vez, las pericias del tren dieron como resultado que hubo fallas en todos los estamentos, ¿la justicia podrá sacarse la venda de los ojos y poner nombre y apellido a la desidia, al abandono? Inmediatamente se me viene la imagen del Chimu, el pibe tocando en la Flia del Oeste en la plaza del vagón de Castelar, me imagino como su voz  traspasa el recuerdo, los bordes del tren y canta a los gritos: “Arrastrame hasta donde puedas, no me canso de insistir, o practicar, mostrarte heridas. Sin que las veas se corren, y cantan poesías, mientras su azar recicla promesas viejas, suma experiencia se junta y empieza a andar. No llores mas, vos por mi no sufras, tenés que aprender a caminar, hoy faltan pasos en tu camino”. Qué decir, faltan pasos, miles. Es una batalla del día a día, que no solo es tema de los familiares de la victimas, sino de la sociedad entera.  


No me olvido el día de la estación de Once, cuando todo se desmadro gracias unos cuantos oportunistas.  Me acuerdo que más temprano nos habíamos sumado a pegar carteles con la cara de Lucas y alguien se acercó y nos dijo: “chicos dicen que lo encontraron, está muerto”. Entonces la bronca, sensación de impotencia. Cuando llegamos al hall de la estación, los amigos más cercanos nos dijeron que todavía los padres no habían confirmado nada y que, una vez más, los medios habían maltratado el dolor ajeno. Tuvimos que esperar, fue la espera más larga de todas.  Efectivamente, el cuerpo sin vida era Lucas. El grito de los amigos y familiares me quedó tatuado en el pecho, eso no me lo borra nadie.
Lloro, me da bronca tanta mierda suelta. No puedo. Juro que quiero dejar de escribir, todo parece inútil. Pero no, esto es algo mínimo que me debo, escribir. Escribir para no olvidar.

Alguien me puede decir, ¿a dónde van todos esos abrazos, caricias, besos que las 51 victimas no les van dar a sus seres queridos? Que alguien me diga  como hace Maria Lujan Rey, Paolo Menghini, Lara y la pequeña paz, para besar y abrazar al Chimu en la distancia, hoy que cumpliría 21 años.

Condenar a las 51 victimas al olvido, es como matarlas de nuevo y ser cómplices de la desidia . Esos corazones de la estación de Once no pueden ser carcomidos por la mirada de la cotidianidad, del automatismo de andar como zombies sin ver al mundo, con tal de ir, quién sabe a dónde. Me niego, con todo de mí, a la tarea vil del olvido, que como marea gigante pretende borrar las heridas y el amor de los que ya no están. Todavía quiero creer en la humanidad, “i believe in miracles”…



Poesía: Xoana Vélez



[acá hay dos poemas]


lo que se esperaba de vos.
de todo lo que se suponía que ibas a hacer
de todo lo que soñaron que seas
no fuiste nada de eso.
a veces es espantosamente aterradora la hora de pensarlo
la soledad viene más violenta por los lugares en los que te moves,
(jugas fuerte el juego único)
sabes, a veces siento que estás en el no-lugar,
y que sos magia frente a tanta puerta cerrada
vos te haces sola
pero la chica que te transpiraba la piel y hablaba del tao
decidió quedarse con su novio esta noche
y muchas personas le tienen una extraña alergia a la palabra lesbiana
y la poesia no tiene mercado
quizas sea por eso que te pongas a escribir,
no me sorprendería.
a mí me da miedo que te deshagas
no soy tan valiente
yo te escribo un poema para resistirte,
y me hago poema yo
porque esta noche se viene dura
y el tiempo es un concepto relativo.



[Contacto de la autora] 

http://elprimeroteloregalo.blogspot.com.ar/

Visuales: Luz María D´Angelo





[Sobre la autora] 

Se llama Luz María. Estudió periodismo, es fotógrafa y canta en el Coro Kennedy desde los 9 años. Se define como curiosa, ansiosa y soñadora.
Nació en 1989, un día antes del comienzo del invierno y vive en Pilar.


[Contacto] 

Flickr: /happyandreal
Facebook: /luz.dangelo
Blog: mentegranizada.blogspot

El secreto



Por Juan Manuel Strassburger

dice dale, ¿venís?, y yo no sé si quiero, aunque en realidad sí quiero, por supuesto que quiero, me muero de ganas de ir, voy a hacer cualquier cosa por no perderme lo de esta noche, aunque me cueste buscarla y contarle todo, no guardarme más este secreto, para olvidarlo, para matarlo, pero claro, primero hay que comprar una coca, o una sprite, pero mejor una coca que es lo que casi todos llevan, coca, no pepsi, las chicas se ocupan de las papas fritas o los chicitos y nosotros de las gaseosas, pero antes también llamarlo a matías, che al final voy, sí, me dieron ganas de golpe, tenés razón, sino me voy a preguntar toda la noche cómo habrá sido, quiénes fueron, qué vestido se puso ella, te paso a buscar tipo nueve, ¿sí?, bueno, dale, sí, quedamos así, y entonces lo paso a buscar y llegamos y es una casa vieja, de esas que ahora no sé si hay, con habitaciones grandes, sillas a los costados de la pared y canciones que suenan fuerte, todas divertidas, todas tontas, todas hermosas, un poco de rick astley, algo de madonna, los pericos, little respect de erausure, just can't get enough de depeche mode, y también los cadillacs, mucho cadillacs, los diez temas del yo te avisé más algunos del ritmo mundial, casi todas rápidas, casi todas hablando a cada uno de nosotros, a nuestras aventuras de once y doce años, bailar sin saber, bailar con vergüenza, desprolijos, bailar como tontos felices pero al final bailar contentos, tropezándonos, demasiado temerosos de nuestra propia torpeza como para fijarnos en la torpeza del otro y así se hacen la once, las doce, los vasitos de plástico ya están sucios, no queda nada de comer y entonces matías me llama a un rincón y me dice ¿y?, ¿para cuándo?, hoy se lo decís, ¿no?, ¿cómo que no sabés?, dale, es ahora o nunca, vienen los lentos, ella siempre deja que la saques, para mí que le gustás, y ahí ponen la canción, nuestra canción, the eternal flame, que tantas veces bailamos en silencio, cuando no te miraba a los ojos porque si lo hacía te enterebas del secreto y bailábamos despacio, en cada fiesta más cerca, la última vez más cerca que nunca, con miedo, con una alegría silenciosa, los ojos clavados en la pared porque preferíamos mirarnos así, desde la pared, recordar desde ahí todas las charlas de los recreos, desde tercero en adelante, porque desde tercero que te conozco ¿y sabes qué?, desde esa época me gustás, sí, me encantó que entraras al grado, que fueras la más nueva, la más misteriosa, tan tímida vos, tan bonita, que justo la maestra te hiciera sentar adelante mío, eso fue lo que más me gustó, estabas tan cerca que para mí era como si ya fueses mi novia, en serio, ya desde el principio supe que nos llevaríamos bien, vos mi mejor amiga, yo tu mejor amigo, por eso ni me sorprendió que en ese primer recreo te acercaras despacio, que fueras vos la que se acercara, vos, la nueva, no yo, y me dijeras estoy triste, yo no quería cambiar de colegio, mis papás me obligaron, estoy muy triste, y estabas tan linda cuando me hablabas que no supe qué decir, sólo te dí la mano y te invité a jugar al poliladron, allá en el fondo del patio, sí, allá, ¿ves?, donde están todos, les va a parecer bien que vengas, dale, yo te invito, ¿sí?,
bueno, sí, si vos me invitas sí, ¿cómo te llamas?, oliverio, ¿y vos?, gimena, ¿jimena?, no, con jota no, con equis tampoco, gimena con ge, y desde entonces no hubo recreo en que no habláramos por algo, por cualquier cosa, tonterías, cosas de chicos, los chicos más felices del mundo, no había nada que vos no me contaras, no había nada que yo no te contara salvo el secreto, y es que era tan lindo cuando hablabas, tan lindo cuando me contabas algo que yo me quedaba mudo, aprovechaba que tenías la mirada perdida en algún rincón del patio para quedarme con tus ojos para siempre, o cuando sonaba el timbre, ¿te acordás?, y nos encontrábamos en la fila del quiosco para hablar clandestinamente entre el lío de los otros chicos apurados por no perderse el recreo, a nosotros no nos importaba tanto, esperábamos a un costado y después compartíamos nuestros diez minutos de alfajores jorgito, dulces mogul, y pastillas la yapa, ¿y si matías tiene razón?, ¿y si en realidad le gusto?, pasan the eternal flame, la que bailamos tantas veces, sus brazos sobre mis hombros, mis brazos en su espalda y la cintura, close your eyes, give me your hand, darling, do you feel this heart beating?, y ahí está, sentada en un rincón, como esperando, ¿por qué no me sacaste a bailar todavía?, parece enojada pero enseguida sonríe como sonríe siempre, ¿sabías que te extrañé mucho?, sí, yo también, y ahora sonreímos los dos, me acerco, me arrodillo y le digo al oído que antes de sacarla a bailar mejor le cuento un secreto, y no sé cómo es que por fin me animo pero este secreto va a ser hermoso cuando deje de serlo, ¿en serio?, ¿en serio me vas a contar un secreto?, y me mira sorprendida, yo también tengo un secreto, ¿sí?, y yo me sorprendo también ¿ves?, qué lindo, nos entendemos tanto que hasta nos contamos los secretos al mismo tiempo, ¿quién empieza?, vos, no vos, no, dale, vos, no, vos primera, es que no me animo, yo tampoco, ¿y si no decimos nada y listo?, no, no, empiezo yo entonces, bueno, vos primera, y hace silencio unos segundos, mira al suelo, tiene vergüenza, pero no tanta como yo y entonces sigue la canción, do you understand?, do yo feel the same?, or i'm only dreaming? y ella dice oliverio... pero se detiene unos segundos, ¿sí?, vos que sos muy amigo de matías, ¿no sabés si gusta de alguien?, no..., no sé, creo que no, y de repente me siento débil, tengo frío, tengo miedo de lo que está por decir, no digas nada, no, por favor, no lo digas, es que matías me gusta, ¿sabés?, nunca me animé a decírselo, nunca se lo dije a nadie, por ahí podés hablarle, contarle de mí, ¿si?, y ahora me duele el estómago, tengo frío, tantas ganas de estar en mi casa, de no haber venido nunca que le digo sí, gimena, vas a ver que todo va a salir bien, si sos relinda, si sos la más linda de todas, no seas malo, decís eso porque sos mi mejor amigo, pero yo sé que en el grado hay chicas más lindas, lo dicen todos, sí, lo dicen todos, pienso, todos menos yo, ¿por qué es tan difícil mentir?, ¿por qué es tan fácil?, y cuando alguien nos avisa que vienen a buscarla, se levanta, me da un beso en la mejilla y dice al final no pudiste contarme tu secreto, me lo contás el domingo entonces, claro, como hacemos siempre, como todos los domingos que hablamos para ver quétarea quedópara el lunes, chau, chau y se va hacia el auto de su papá, sola, sin su secreto, sin el mío, los ojos en el piso, la cabeza apoyada sin fuerza sobre el respaldo de la silla, no sé lo que digo, no sé lo que pienso, no sé qué siento hasta que viene matías y pregunta ¿y, oliverio?, ¿le contaste al final?, ¿le dijiste?, y yo me quedo callado, ¿y si no le digo nada? ¿y si le miento a él también?, pero al final le digo no, mejor que eso, mucho mejor que eso, no sabés lo que pasó, no sabés el secreto que tengo para contarte, mis palabras son emocionantes pero mi voz es triste, ¿ella un secreto? ¿cuál?, y me mira sorprendido, no entiende nada, no sabe nada, y pensándolo bien, yo tampoco sé nada porque necesito olvidarla, necesito olvidarme, matar el secreto que al final no le cuento en esa fiesta, ni en la siguiente, ni después cuando terminamos la primaria y dejamos de vernos, el mismo secreto que ahora me despierta y me hace débil, llorar contra la almohada, cada vez que te recuerdo, desde entonces, por siempre, jamás.

[Sobre el autor] 

Juan Manuel Strassburger es periodista de rock y espectáculos y trabajó para el Suple No, Clarín, La Mano, Rolling Stone, Radar y ElAcople.com. Hoy es redactor en Tiempo Argentino y en sus tiempos libres escribe misceláneas y ficción. Además, co-organiza el Festipulenta y lleva adelante La hora pulenta por FM Nacional Rock 93.7

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Vicente en bruto


Por Juan Manuel Daza

Un fin de semana, durante el invierno del 2009, decidí escaparme a Córdoba para pasar un par de días con Vicente Luy y tener la posibilidad de entrevistarlo en su lugar, en su casa. Llegué un viernes a la noche y en su casa Vicente me esperaba con una heladera llena de Coquitas de restaurant (esas de 350 cm3), cervecitas Negra Modelo, un kilo de muzzarella y una prepizza.
Lo único que sobrevivió a aquella primera noche, fueron las coquitas. Porque la cerveza, la prepizza y el kilo de muzzarella, nos lo comimos todo. Y es que Vicente era así, generoso a su manera. Te recibía bien, siempre te recibía bien. Aunque no estuviera en su casa, siempre se advertía en él una caballerosidad y una atención realmente interesada.
Vicente había estado durante unos meses trabajando con Hernán (poeta, compañero de Los Verbonautas y mejor amigo) para compilar su nueva y más ambiciosa antología. Porque eso era lo que hacía Vicente en esos tiempos: tenía ganas de crear el set perfecto, con sus mejores poemas. Descartaba viejos poemas que le parecía que no funcionaban, se ponía cada vez más selectivo e incluía también unos pocos poemas nuevos que representaban algo de todo lo que le estaba pasando en aquel presente.
Con Editorial Casi Incendio La Casa, tuvimos la suerte de ser los editores de esa última antología que Vicente preparó: “Poesía Popular Argentina”. De la que dijo, en algunas entrevistas, que había sido el primer libro por el que no había tenido que poner un solo centavo. Lo cual, lo hacía muy feliz. Porque todo el dinero que tenía y que había usado siempre para tratar de impulsar su obra, se le había acabado.
Este momento, en el que transcurre esta entrevista que a continuación van a leer, lo encontraba un poco así: acabado. ¿Por qué? Porque el espíritu de Vicente siempre estuvo tullido. Su historia, desde su nacimiento, así lo había marcado. A escasos meses de su nacimiento, sus padres mueren en un accidente aéreo. Vicente pasa su infancia vagando a través de diferentes familias adoptivas hasta que comienza definitivamente a vivir con su abuelo Juan Larrea, famoso poeta, ensayista y escritor español, con el que estuvo hasta su muerte (que ocurrió cuando Vicente tenía 20 años). Y de su abuelo era todo el dinero que él había heredado y que le permitió, de alguna manera, dedicarse de lleno a la poesía hasta su propia muerte: ese suicidio que había intentado construir tantas veces, sin éxito, y al que pudo acceder luego de unos cuantos años de sufrimiento e internaciones en psiquiátricos. Vicente buscó hasta el último momento dos cosas: amor y reconocimiento. Pero no tuvo mucha paciencia, no pudo con sus fantasmas. Se suicidó el pasado 23 de Febrero de 2012 saltando desde un piso siete en Salta.

¿Por qué “Poesía Popular Argentina”?
Porque mi poesía, básicamente, es de cabotaje. No usa metáforas, sino ejemplos. Entonces, me meto con la argentinidad para dar ejemplos. Y luego, es una poesía que muere rápido y que afuera de este lugar, no sería entendida. No es una poesía para ser producida o que vaya a perdurar. Trabajo en la construcción del ahora. Por eso, es tan interesante esta propuesta de publicar el libro allá (en Buenos Aires).
¿Por qué escribís poesía?
Escribo porque me es natural, como lo era jugar al futbol… cuando podía. Y… tengo un complejo mesiánico que va y viene porque soy medio bipolar o algo parecido. …Me perdí…
¿Por qué escribís poesía? Decías que porque te era tan fácil como ir a jugar al futbol…
No sé si fácil. Ahora me está costando escribir, no estoy pudiendo escribir. De casualidad, anteayer saqué un poemita que me dio una gran alegría porque estoy llenando cuadernos sin sacar nada. Pero lo mismo, yo me siento un poeta: esté escribiendo o no esté escribiendo. Trato de que mi realidad se vea reflejada en la poesía. Es decir, trato de mostrar un alma verdadera, con sus contradicciones y demás. Mostrar la búsqueda, la luz. ¡Es una enfermedad, como te darás cuenta!
(risas)
Porque no hay ese halo de luz. No sé, yo quisiera dejar de odiarme y estar en paz. La vida es hermosa aunque los ojos no puedan verlo.
(suena el teléfono)

-¿Hola?
-(…)
-¿Sí?
-(…)
-Eugenia, ¿cómo te va?
-(…)
-Sí, pero hace como…
-(…)
-Ah…
-(…)
-Uhummm…
-(…)
-Mmmhummm…
-(…)
-Qué bueno, qué bueno…
-(…)
-Yo estoy viviendo en un geriátrico porque tuve una crisis muy fuerte la última vez, entonces ahí estoy contenido y eso queda en…
-(…)
-Sí…
-(…)
-Sí, no me sale en este momento el nombre… ¡Candonga! Candonga 2212…
-(…)
-Bueno, un gusto.
-(…)
-Estoy en el barrio…. En una casa que tenemos que entregar ahora dentro de poco, la semana que viene. Así que me agarrás de casualidad, acá.
-(…)
-Que me agarrás de casualidad acá.
-(…)
-No estoy muy salidero últimamente.
-(…)
-Sí, estoy un poco afónico.
-(…)
-Hablamos…
-(…)
-¿Ah, sí?
-(…)
-Claro…
-(…)
-Mhummm…
-(…)
Guau…
-(…)


(termina)

¿Te acordás en dónde andábamos?
No, no.
¿Cómo es ser poeta? Vos ayer decías que ese era tu trabajo, que lo considerabas tu trabajo. Por otro lado, me decías que lo considerás también como algo que te es natural e ineludible.
Sí, ¿Por qué todo tiene que ser de una manera nomás?
¿Cómo?
Es que puede ser por varias cosas.
Y sí.
Estoy buscando a una mujer que no conozco. Quizás le falte un brazo. Pero seguramente, es hermosa. También por eso escribo. O, por eso publico.
¿Para que aparezca?
Sí, porque escribir, como te digo, escribo naturalmente. Aun cuando no estoy escribiendo, como ahora, calculo que es cuestión de que haya tema. No hay tema adentro mío. Y doy vueltas y hay como varios que están contradiciéndose permanentemente. Entonces, son todos diálogos que no conducen a ninguna parte y que versan sobre la propia locura.
En tu poesía hay varios Vicentes, varios enunciadores, ¿no? ¿Vos tenés identificados a algunos?
Básicamente hay un “Vicente habla al pueblo”.
¿Y ese, por ejemplo, qué poemas escribe?
Concientizadores, de base, simplones…
Como “lo que está bien, está mal”…
Lo que está mal, está mal…
Claro, “Lo que está mal, está mal. / Pero lo que está bien, también está mal. / Charlalo con tus padres”.
Ese fue un automatismo.
¿Y ese Vicente que le habla al pueblo, es también ese Vicente que se mete en la cosa de cabotaje?
Sí, porque el Vicente que le habla al pueblo, le habla de economía o de justicia o de cosas por el estilo. Entonces, hay un poema que dice: “veo hasta donde bajo”. Porque yo veo que bajo hasta determinados lugares. Y si tengo un poema que sea útil aunque no sea bueno, voy para adelante con él. Y voy, naturalmente, como las cosas que salen o que fluyen de mí: así, solas. A mí el lenguaje me viene como un río y lo voy siguiendo. Y me es difícil salir ya, por el porro. Pero me es difícil también escribir si no fumo.
Claro…
Si me metieran en un psiquiátrico, creo que estaría todo el tiempo escribiendo.
¿Por la falta de porro?
En un psiquiátrico me volvería loco. Ya estoy bastante enfermo y… sería el final.
Le tenés bastante miedo a eso, ¿no?
Y… he recurrido a intentos de suicidio. Y antes que el manicomio, prefiero morirme. No he tenido una vida mala, sino jodida de chico. Eso me perjudicó entre los míos. Me costó adaptarme.
¿Por qué nunca te fuiste para Buenos Aires? A vivir, más de grande.
Estuve hace poco a punto de ir. Hernán y Analía me ofrecieron un departamento, prestármelo. Y al final, iba a estar lejos de ellos también. El departamento está en capital. No iba a estar cerca de nadie conocido, así: muy cerca. Ni de Flopa, ni de Gabo. No estaban cerca. Y no me decidí a ir. Estaba muy roto. También estaba la posibilidad de iniciar una relación con una chiquita que cuando le dije que pensaba irme para allá, me propuso irse conmigo. Y después, se arrepintió a los quince días. Y yo, no llegué a enamorarme ni nada. Simplemente… nada…
Porque, un par de veces, vos me dijiste que acá en Córdoba no hay movida…
Sí, sí… Hay poco para… Salvo unos encuentros que organiza Iván Ferreyra, el resto no tienen mucho… No hay mucha movida… Esa es la realidad. En lo profundo, yo no estoy conectado con nadie. Estoy solo. Ayudado por un par de amigas incondicionales que me están bancando hasta económicamente.
Yo ayer pensaba que, además de tu actividad poética, vos también hiciste otras cosas pero con el mismo objetivo. Te metiste en una cuestión más publicitaria.
No, hice unos afiches de rock para recitales. Y después hice unos afiches navideños, para todos. Empapelé Córdoba con un afiche con ocho personas desnudas enfrente, con los ojos vendados con las cintitas de la censura y la frase del Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Y ahí sí que anduvieron las pinchilas colgando a la vista de todos, durante varios días”. Hice colgar algunas con escaleras hasta arriba para que no las pudieran sacar. Y Córdoba es muy chiquita. Y en un rato… estaban todos desnudos.
Un día me contaste que cuando sacaste La Vida en Córdoba, hiciste unas publicidades en radio con Luis Medina Allende.
Sí, aquella vez también participaron Hernán, Osvaldo y grabaron distintas cosas que al final no salieron. Salió lo de Don Luis, que es un personaje bastante particular acá en Córdoba. Vendió la cárcel de mujeres dos veces y se lo indica como el autor del asesinato de no sé quién. Es un tipo muy leído y ¡muy loco! El único radical que ha estado preso, durante el gobierno radical. 


Claro..

Porque el chabón vendió la cárcel de mujeres. Imaginate el chasco que se llevaron los compradores. Y la vendió dos veces. Y una vez lo denunciaron y una vez, no. Por temor a pasar papelones.
Claro…
Y yo lo puse a recitar: “¿Venderle el alma al diablo? Sí, pero cara. Y si se puede, venderle también otras cosas. Y venderle a dios, lo que el diablo no compre”. Al tipo ese, que era un político reconocido, que tenía una voz reconocida y que salió haciendo el clip de La vida en Córdoba.
Que bueno. ¿Y le tuviste que pagar algo?
No, no… ¡de onda! Tuve que convencerlo nomás. Me lo presentaron y fui a darle la idea. Y después de ensayarlo una vez, nos pareció que salía. Y le costaba decirlo como era. Pero estuvimos dos horas, hasta que lo logramos. Y quedó una grabación digna.
¿Y el título de La vida en CÓRDOBA? ¿Vos por qué lo pusiste?
Seguramente, ayudado por el complejo mesiánico. LA VIDA en Córdoba.
O sea, yo por ahí lo advierto así como una cuestión biógrafica: MI vida en Córdoba.
Sí, también tiene algo de eso.
La intención es hablar un poco de LA VIDA en general en CÓRDOBA.
Sí, y con esa segunda lectura de que es LA VIDAAAA en Córdoba.
Y después también, hay un VICENTE que habla de relaciones. Y, ese es un Vicente por ahí más pop, en el sentido de que quizás no hay tanta contundencia como en otros poemas. Son más SUAVES. No sé qué te parece a vos.
Sí…
Bah, a mí me da la sensación de que es como una cuestión de permitirse observar el momento y dejar que eso se escuche. Pero, no sé si hay un mensaje tan CLARO como en otros poemas.
Y no CLARO. Hablamos de un ser espiritualmente comprometido. Y, al decir “espiritualmente comprometido”, me refiero a la cotidianeidad y, entonces, a un ser libre en lo individual. Con libertades individuales… amplias. A eso, apuntamos. Y a la construcción de eso, que somos nosotros mismos. Y que, simplemente no estamos usando la conciencia. ¿Por qué llamamos inhumano a lo humano? ¿Por qué INSISTEN en llamar inhumano a lo humano? Porque de eso se trata, de instalar una realidad paralela.
¿Por qué INSISTEN en que esa matanza fue inhumana?
Claro.
Estamos viviendo tras un vidrio. Y esta gente que salió ahora por televisión, que come todos los días en el CEAMSE. Salió una nota el otro día en la televisión. Yo, no estoy viendo televisión. Pero, por casualidad agarré eso buscando un partido. Y… los dejan entrar cuarenta minutos por día y sacan lo que pueden. Alimento, en el estado en que lo encuentren, ¿entendés? Dicen que a veces hay empresas que tiran cosas, que están vencidas pero que están buenas. Y ellos, tienen ahí la posibilidad de entrar. Cada familia, tiene cuarenta minutos. Y están controlados por la policía y después tienen que salir. Y que hay mil doscientas familias que están viviendo de eso, desde hace cinco años, de la basura que todos los días tiran los camiones ahí.
Y eso es humano…
Sí, lo que yo digo es que se nos viene mucho peor. Porque, como no hay conciencia, no se está trabajando para impedirlo. Hemos quedado bajo dos partidos justicialistas que no responden a ninguna ideología. Simplemente, a la de hacer el billete y disfrutar del poder. Y no hay ningún contrato por parte del Estado. Las instituciones no funcionan porque no se vigila una a otra, sino que son cómplices. Luego, el cuarto poder a quien le dedico un poema ahí que habla de Cabezas, que está escrito pensando en el periodismo:
Lo reconozco: a veces juego con la gente: No lo había

hecho antes. Empecé y me gustó; probé variantes. Hay
algunas super dignas de ser experimentadas.
Por ejemplo; si querés olvidarte de Cabezas, lo mejor
es situarse de rodillas frente a la cabeza seca de una
vaca y repetir en voz baja 3 veces:
"Vete.
Vete de mi cuerpo José Luis."
Ahora, si lo que realmente querés es que te coja,
pedímelo de frente.

 Y es una cagada que el cuarto poder sea como esa pintada que hay en Buenos Aires y que dice: “Nos están meando y Clarín dice que llueve”. Y un poco es así. Se está destrozando el salario real del laburante. Está todo mal. Están mintiendo con los índices y dicen que si no mienten, la inflación sería mucho mayor. Pero ellos saben cuál es la real. Bueno, es su teoría, pero ellos intentan mantener el poder. Por eso hacen estas cuestiones como la de adelantar elecciones. Porque ven como viene la mano y están tratando de zafar. Y están haciendo su historia y después, recibiendo a Naomi Campbell. Pero acá habría que parar la educación un año y educar a los maestros. Y empezar de nuevo. Porque es terrible el estado al que se ha llevado a la educación.
-INTERVALO-
Hice afiches con poemas también, en la calle.
¿En Córdoba?
En Córdoba y en Buenos Aires.
¿Y eso para qué libro fue?
No sé si fue para La Sexualidad de Gabriela Sabatini o si fue para No le pidan peras a Cúper.
Bueno, lo que vos me habías dicho por teléfono era que lo vos hiciste siempre fue apuntado a hacer que tu poesía se vuelva conocida.
Sí, para lograr ese intercambio de la construcción del ahora. Y trabajar un grupo.
¿En qué medida te sentís exitoso en eso?
En ninguna medida.
¿Por qué? ¿Esperabas una respuesta terrible o muy rápida cuando apostabas a esas campañas?
Sí, yo estoy viviendo el ahora. Lo que he logrado es no tener jefe durante 35 años y he hecho mi vida por donde pintaba. Pintaba una idea de hacer un afiche y hacíamos un afiche. Tenía un resto, que se fue. Invertí siempre en mi trabajo, porque creo que hay latente una espiritualidad en ese trabajo y lo tenemos como borrado. Es como que el materialismo hace desaparecer lo otro.
Sí…
Y yo noto que se desprende como una cosmogonía. Ya no sé ni que quiere decir cosmogonía.
¿Un orden en el universo?
Claro, yo siento que hay en mi obra un contacto con el universo. Tengo una relación muy extraña con Dios. Y si las cosas mejoran, probablemente no sea por Dios, sino por un golpe de suerte. Porque no creo que Dios se ande ocupando de las personitas, una por una.
¿Creés en Dios?
Creo en la existencia de una imaginación creadora que, ponele, puede haberse suicidado cuando la creación. Como parte del juego.
Los dejó a todos pagando.
Sí. El hombre busca a Dios y coger.
Eso está en un poema.
Sí, “a veces al mismo tiempo”, dice.
¿Y buscar a Dios, para vos, es la poesía?
Noooo, no considero que Dios me quiera tener a su lado. Si no, me tendría y no sería yo un sujeto con tanto conflicto interno. Me ha hecho mucha falta el amor y no me quiero. Hay una parte de mí que no se quiere. Y voy de una punta a otra. Trastorno obsesivo compulsivo.
Claro… ¿Y esto siempre fue así para vos o se fue agravando?
Se fue agravando con la pérdida de la guita. No hay nada más espiritual que el dinero. Te garpa tu tiempo y tu vida para crear lo que vos elijas.
Financiaste diferentes discos, prestaste guita…
El de Flopa Manza Minimal y el primero de Gabo (Canciones que un hombre no debería cantar).
Fueron cosas que anduvieron bien, digamos.
Sí, se puede decir que las vi. Porque Flopa Manza Minimal no existía. Se juntaron una noche para hacer unas canciones en un Poemas y Canciones. En ese momento se llamaba de otra manera, pero no me acuerdo. Y yo los escuché en la prueba de sonido y les propuse grabar un disco. Y yo ponía la plata. Minimal tenía el estudio, porque todavía los Cadillacs le prestaban el estudio.  Y a Minimal le gustaban mucho las canciones de Flopa. Por eso, se acercó a ella. Y buen, se armó ese disco, que lamentablemente no ha tenido un segundo. Porque cada uno siguió su rumbo.
-INTERVALO-
Hay gente buena en todos lados. Y la gente, en el fondo, es lo que importa. La posibilidad de compartir, de pasarla bien. Es la gente, lo que a mí me seduce. Quizás los tengo un poco idealizados porque después de convivir con mi abuelo, que era una persona extremadamente especial, después como que me ha costado aguantar en un bajo nivel. No tener de qué hablar con nadie. No tener de qué hablar de cosas que me interesen.
¿Con tu abuelo sobre qué charlabas?
Hablábamos mucho de César Vallejo, porque él fue muy amigo de Vallejo y escribió sobre él también. Publicó varios libros sobre él. Y me contaba todas sus historias parisinas y su exilio en México, laburando con Buñuel.
¿Laburó con Buñuel?
Sí.
Guau.
Sí, hicieron juntos el guión de Los Olvidados.
Y vos después no encontrabas gente con la que hablar de ese tipo de cosas.
Claro, pero tampoco es cuestión de conocimiento. Es cuestión de onda, de percepción, de qué cosas te juntan.
¿Vos me contaste que tenías veinte años cuando falleció tu abuelo?
Sí, veinte, diecinueve, cuando yo estaba en la colimba.
¿Acá en Córdoba?
Acá en Córdoba, en el campo. Imaginate, para mí fue una sorpresa la muerte de mi abuelo. Porque él decía que no se podía morir hasta dentro de cinco años porque estaba escribiendo su libro más importante y que, seguramente, habría de terminarlo. Él creía ciegamente en la vida, en que su vida tenía un fin.
¿Cómo murió?
De cáncer en el intestino delgado, creo. Y se murió un poco por mí. No se quería hacer hospitalizar, no se quería hacer operar. Y yo estaba haciendo la colimba y sabía que él estaba sufriendo mucho. Y no quería que yo volviera algún franco que me dieran y que lo encontrara en el hospital. Es un hombre que me dañó mucho sin querer, pero que me quiso mucho y me cuidó dentro de todo lo que pudo. Una gran contradicción.
No conociste a tus viejos, pero todos los padres son un poco una gran contradicción.
A mi madre, un poco la conocí por sus diarios. Estaba chapita. Decía que hablaba con Dios. Ella invitaba a Dios todas las tardes a tomar el té. Y un día ella entró, rompió la puerta y lo desalojó.
¿Estaba chapa o era sensible?
Y, mucho contacto conmigo no hacía. Se iba un mes a New York acompañando a su marido y dejándome acá: teniendo yo cinco meses. Y estaban un mes y me dejaban con una nurse alemana. Ella, muy en contacto no estaba. Vivía estudiando el antiguo testamento.
¿Era escritora? Ella era la hija de tu abuelo, ¿no?
Sí, era la hija de mi abuelo. Y no, ella trataba de pintar un poco sus resultados, algo simbólico.
¿Y tu viejo?
Había ganado una guita en la bolsa en Estados Unidos y se vino hasta Córdoba siguiéndola a mi madre para convencerla de que se casara con él.
¿Era argentino?
Era Suizo. Y ya estaba casado antes. Tenía un matrimonio con una hija.
Tenés una hermana suiza, entonces.
Sí, una gordita chocolatera. No la conozco. Pero una vez, creo que me mostraron una foto. Ya casi no me acuerdo de nada. Con los electroshock que me dieron…
¿Fue el año pasado?
Sí, hace un año o hace dos. Yo creo que hace dos años.
¿Y por qué llegaste a ese punto del electroshock?
Porque está de moda en Europa para anestesiar el deseo suicida. Y me lo hicieron así, tristemente: en un geriátrico. Pero me jodió en los dientes. Me dejó los dientes negros. Se me sale la rodilla izquierda.
Te dieron muy fuerte.
Sí, me dieron. Y por unos cuantos meses, me sacaron la pasión suicida. Pero sólo por unos meses.
¡Es terrible!
No, pero ahí te ponen en un coma y te hacen electroshock y no lo sentís. Pero, se te produce todo lo que se te produce. Imaginate cómo debo haber chirriado los dientes como para que se me pongan negros ahí.
¿Pero no te ponen algo para que muerdas?
Creo que no. Porque, como estás en coma, te abandonás. Y después te sacan del coma y te vas. Te tiene que venir a buscar alguien: un amigo, un pariente.
Quedás muy débil…
Un poco, pero no tanto.
-INTERVALO-
¿Escribías ya a los 20 años?
Tenía un solo libro escrito que terminaría en los ochenta, que es Caricatura de un enfermo de amor, que es el peor de los libros: el primero.
¿Tenés uno acá?
No.
-INTERVALO-
¿Cuándo lo conocés a Hernán?
Y, a mediados de los noventa. A Hernán lo conozco de Verbonautas.
Al primero que conociste fue a Palo Pandolfo.
A Palo. Y Palo me llevó a Verbonautas.
¿Y Los Verbonautas, en ese sentido, fueron como una especie de motor para vos? ¿Para cambiar?
Sí, mucho laburo interior para poder salir a leer. Y yo todavía no me enteraba de que había sido salvajemente golpeado de niño. Y en esa época, más o menos, me entero. Entonces, estaba el animal herido ahí adentro.
¿Y ahí cambia tu poesía?
Sí, empiezo a ver que nada es importante, salvo lo importante que haya dentro de ello. Y empiezo a escribir sobre cualquier cosa.
¿Liberación?
Sí, ayudado por la marihuana.
Que tampoco consumías antes.
No, no consumía.
¿Eso también fue por Los Verbonautas?
No, ya de antes la consumía. Pero no cuando lo conocí a Palo.
Así, a lo lejos, cuando hice la nota sobre Verbonautas, todos pusieron buena onda, me contaron, se coparon, pero todos lo veían como algo muy viejo, que había pasado hace mucho, que ya no valá tanto la pena recordar. ¿Hay una sensación así?  ¿A vos qué es lo que más te queda de Verbonautas?
El grupo: poder trabajar en grupo. Poder llegar un día antes, hacer un ensayo, participar de la hechura del orden, hacer el orden de los poemas que iba a leer. Era todo un laburo, yo me dí cuenta ahí que cuando no estaba atacado de pánico, podía hacer contacto. Y cuando podía hacer contacto, mis poemas pegaban. O sea, recibían una respuesta. De pronto, vos escuchabas dos o tres carcajadas en un momento y quería decir que había dos personas a las que les había pegado, que lo habían visto. Hay líneas culturales de las que uno se puede quedar totalmente afuera. Y si estás adentro, te repercuten en lo emotivo.
Entonces, yo mezclaba mis poemas así con un cierto sentido del humor con poemas muy combativos y alguno siempre se sale, tratando de llegarle a la gente. Hay poemas que no leí nunca, porque sé que no hacen contacto., Porque tenés que estar vos, leyéndolos sobre el papel. En cambio, hay otros que ejercen una influencia en un momento en donde te hacen un click.
El del scrabble lo leíste, ¿no?
Jugando al Scrabble

Olga creyó que cerro iba con S.
Se empecinó.
Al final apostamos y le gané
la cola.
Después no la quiso poner
porque “eso se hace con amor,
y vos no me amás”.
Pero esta es casa de jugadores
acá las deudas se pagan.
Sabiéndolo, me ofreció otra mujer,
y la procura.
Se mete en todos lados y gestiona,
habla por teléfono, etc.
Mucho movimiento, pero
¡ya pasaron 2 semanas!
Hoy va a un curso de cosmetología.
Yo, mientras, a jugar al tenis.
“Por si no venís sola
te espero bañado”, le digo.
Sonríe, no se arredra.
Conociéndose, conseguirá
una cara bonita
que es lo único que exijo.
Ya la llamo “mi novia” .-

Lo llegué a leer una o dos veces. Pero mis amigos lo leen cuando leen poemas míos. A veces, no presento yo los libros, sino que invito a lectores para que los lean ellos.
Cuando en un Rocanpoetry, Fernando Bogado leyó ese poema, se cagó todo el mundo de risa. Tiene varios remates.
Y es un poema triste, porque es de alguien que está solo. Porque a una puta la transforma en una mujer y después, se enamora de ella, ¿entendés? Y es una persona que no existe.
-INTERVALO-
Me contaste en la Bibiloteca Nacional que Pipo Lernoud te iba a llevar con un chamán o algo así.
Una chamana peruana. Sí, porque dicen que estoy invadido, que tengo un ser adentro. Un ser que se quiere destruir a sí mismo. ¡Y algo de eso hay!
Y sí…
Ella viene con la ayahuasca. Acá hacen tomas de ayahuasca. Pero dice que la ayahuasca no es para curarme a mí. Para curarme a mí, necesita llevarme a la selva quince días.
Wow.
Y yo no he ido por falta de plata y documentos. Ahora que tengo el documento y, si consigo plata de algún lado, capaz que me animo a adentrarme en la selva quince días. Piquitos.
¿En dónde?
Piquitos: en la selva peruana.
Y vivirías con la tipa…
Y sí, ella tiene un par de cabañas ahí en la selva.
¿Y es mucha guita la que necesitás?
Y, necesito mil quinientos dólares para pagarle a ella y necesito otros mil quinientos para el viaje.
Ah, es un cartucho. ¿Y no pudiste tomar ayahuasca acá?
Participé en una toma, pero no me dejaron tomar. Me pusieron en la cabeza y en las manos. Sobre todo, en la cabeza.
¿No te dejaron porque no estaba bien que vos tomaras?
No estaba preparado.
Y la tipa, ¿qué onda? Te miró y te dijo lo que te pasaba.
Sí, fuimos a visitarla a la casa de Pipo, porque para en lo de Pipo. Y en cuanto me vio dijo: “este tipo está poseído”. Como que me veía doble aura. Hice una quema de tabaco, que es una forma que tienen ellos de saber. Ella quemaba un tabaco y me decía: “¿Ves? Acá se ve” y yo no veía un carajo. Pero yo creo en las fuerzas del mal, pero como estructuradas desde lo socioeconómico, ¿entendés? Imaginémonos a la bruja haciéndome un trabajo. ¿Quién no se la puede imaginar? Lo que no me puedo imaginarme es que le salga bien, ¿entendés? No creo personalmente. Acá, las chicas que me cuidan me trajeron pastores para que vengan a orarme. Ellas son religiosas. Y yo, no quiero ir ni ahí a una iglesia, entonces me traen a los pastores acá. Y bueno, es un día, un acontecimiento, me entretengo un rato.
Y los tipos vienen y hablan con vos…
Sí, te ponen la mano en la cabeza y se sorprenden. A su modo, ellos creen que estoy poseído. O sea, varios lo dicen.
Y los psicólogos, a su manera, también… ¿no?
Y, los últimos psiquiatras a los que fui a ver, todos dijeron que yo debía estar internado. Un bajón. Y a mí me cambiaría la vida un golpe de suerte, una sonrisa.
Pero es loco eso, ¿no? Vos tenés un problema y como varios polos distintos tiran que hay algo que necesita ser curado o ser sacado. Pero… vos me decís que cuando te querés suicidar, sentís todo re lógico y como que está bien lo que estás haciendo. Y, de repente, caés en cuenta y decis “no!”.
A veces, no caí en cuenta y me dejé morir, creyendo que moría. Sobre todo, cuando me tomé las 180 pastillas. Ahí, pensé que me moría. Y cuando me tomé las primeras treinta, también. ¡Estos culeados no sé a qué le llaman sobredosis! ¡Tenés que comprar toda la farmacia para poder matarte! Y después, la cosa se me complicó porque no soporto el dolor. Entonces fui a tratar de tirarme desde un noveno piso y no pude. No me dio el cuero. No tiene sentido. ¿Está todo mal acá? Está todo mal. Y me van las cosas mal. En lo económico, me va pésimo. En mi trabajo, me va mal. No tengo reconocimiento. Yo quiero que, a cada lugar que vaya, que me inviten un trago, loco. ¿Entendés? Aspiro a poco. A un poco de amor humano, un poco de relajarnos, tener una mujercita que me quiera y a la cual yo poder amar. Tengo el corazón bastante cerrado. Y no me fue bien con las mujeres. Yo soy empleado de ellas.
-se corta la cinta-
FIN
Juan Manuel Daza – Invierno de 2009.