menucito

Micro-cuentos: Matías Valle



[1

Quizás en aquel circo de Rumania la mujer barbuda -adivina ad-honorem entre acto y acto- tiene razón. Quizás la trapecista sí perdió su sombra cuando el hombre lanzallamas trató de impresionarla e hizo su prueba más peligrosa: no quemarse él mismo al decirle que ardía por dentro cuando ella se perdía en la oscuridad.

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"Te juro que no es mi sombra", dice, y me pregunto entonces qué es lo que se está colgando de la mía hasta dejarla arrastrándose un jueves, cielo despejado, mientras el sol alumbra mi cara desconcertada al no ver mi figura en el pavimento.

[3

Falta un pedazo de la historia: ese donde la sombra de King Kong desde el piso se casa con la sombra de la mujer, trabaja en una oficina de 8 a 14 y tiene un Renault 12 y una casa con balcón. 
Quizás algún día, en el BAFICI, ojalá.

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¿Alguna vez viste una sombra explotar? No, yo tampoco. Papá dice que lo hacen cuando no las ves. ¿Me clavarías estos palillos en los ojos?

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y la sombra dice: suave suave nena, yo te quiero mostrar luces de la noche

Sombra de la noche negra - Pescado Rabioso

Está desnuda en mi cama. En diagonal, ocupándola toda. La sombra de la persiana la cubre de rayas, deja su ombligo y un pezón a la luz. Parado al borde señalo la curiosidad. Se ríe, se ruboriza y cierra la cortina. 
Después son todas luces.

[6

Dicen que en algún tiempo eran los humanos quienes seguían a sus sombras, hasta que un día alguien hizo girar la tierra al revés y todo se dio vuelta.
Me pregunto si alguna vez pasará eso entre vos y yo, mientras tirado en el suelo oscuro te veo correr. 
Y te sigo, siempre te sigo.


Micro-excursiones: Flor Huerga


Micro-excursiones es un cuestionario que va en busca de comiqueros e ilustradores, con el fin de conocer sus ficciones personales. Es una adaptación, algo transgredida del cuestionario Proust. Las preguntas son simples e impersonales, pero a la vez pretenden ser un disparador. Es el primer cuestionario donde las preguntas no importan. El merito y la inventiva corre por cuenta de los comiqueros e ilustradores.

Autora: Flor Huerga
[Mini-Bio o Auto-semblanza]

Mi nombre es Florencia y soy dibujante no solo porque lo disfruto muchísimo, sino porque es una de las pocas actividades en las que me desarrollo con constancia.
Actualmente curso mi último año de Artes Visuales, podría definirme como una obsesiva de los bichos y plantas.
Creo que todos tenemos "monstruitos" dando vueltas por la cabeza. A mí personalmente me gusta sacarlos a pasear: si no los dibujo y ridiculizo, se instalan y no se van más.


1. ¿Qué condiciones se tienen que dar para que te pongas a dibujar?
Buena onda y tranquilidad a mi alrededor

2. ¿Cuál es tu héroe o antihéroe de ficción favorito?
Cualquier personaje de la vida moderna de Rocko

3. ¿Qué talento o superpoder desearías tener?
Telequinesis y teletransportación, especialmente cuando salgo de un recital.

4. ¿Cuál es tu posesión más atesorada?
Mis libros de arte!

5. ¿Cuál es para vos la manifestación más clara de la miseria?
El egoísmo, es lo peor

6. ¿Cuál es la cualidad que aprecias más en la humanidad?
La capacidad de crear, especialmente música.

7. ¿trabajas con guionistas? En el caso afirmativo: ¿Cuàl es la cualidad que aprecias más en un guionista?
Nunca me crucé con uno.

8. ¿Cuál es habitualmente tu estado mental?
Mi mente suele ser Caótica!

9. ¿Cuál es tu idea de felicidad?
Hacer lo que me gusta sin preocupaciones. Y disfrutar con mis amigos.

10. ¿Cuál es tu mayor miedo?
La nada misma, el aburrimiento, la inconstancia, o lo peor quedarme sola.

11. ¿Cuándo y dónde fuiste más feliz?
Acá y ahora.

12. ¿Qué libro gráfico, historieta o ilustración que hayas adquirido últimamente te hubiera gustado dibujarlo vos?
Bicicleta sin Frenos de la editorial Jelly Fish y también me gustó mucho Regalitos Semanales de Vero Gatti

13. ¿Qué historieta, ilustración  o caricatura no volverías a publicar? ¿Por qué?
Mis grabados en metal de 2º año de la facu, son horribles jajaja

14. ¿Qué disco te hace sonreír?
Unos cuantos, el otro día escuchaba Little Joy mientras dibujaba y la pase muy bien.

15. ¿Qué otras ramas del arte estimulan tu trabajo?
Todas, pero la música es casi una necesidad.

16. Si sufrimos un ataque de Godzilla y tenés la oportunidad de salvar de sus garras a una banda o músico, ¿a quién salvarías?
The magnetic fields!

17. Si después de muerto volvés convertida en zombie ¿a quién morderías primero?
Uh, me mataste, probablemente a Milo, mi perro,  para que sea mi compañero zombie de aventuras. Creo que debería dibujarlo antes, para ver cómo queda.

18. En tu última obra ¿encontraste la imagen o la forma justa para expresar lo que querías?
No,  pero eso también está bueno, que esté incompleto te hace seguir buscando y surgen otras cosas.

[ Mini-muestra]


[Contacto]
(Es un buen lugar para encontrar algunos adefesios extraordinarios…)

Narrativa: Mala vibra

por María Ibarra


Mi papá me llamó cerca de las nueve de la noche diciéndome que fuera a verlo porque se iba a morir. Le pregunté qué le estaba pasando y me repitió a gritos que se estaba muriendo y que era mi padre, qué otra razón necesitaba escuchar.

Más vale que vengas, concha de tu puta madre, me dijo y cortó.
Dejé pasar dos o tres colectivos antes de decidirme. Subí y el chofer me dijo hola. Me descolocó porque era la primera vez que un chofer me saludaba y me dio mala vibra contestarle. Mientras buscaba asiento lo oí quejarse: Maleducados de mierda. Todos.
Fui escuchando Crystal Castles. Pensando en el bien y el mal, los mundos invisibles, el dolor de los muertos. El viaje duró una hora.
Es un barrio feo y son diez cuadras desde la parada hasta la casa de mi papá. Había luna llena y gente sucia paseando en medio de la calle, entre los autos. Caminé concentrada en mis zapatillas hasta dar con la puerta. Llamé varias veces y no respondió nadie, solamente por eso usé mi llave.
Mi papá estaba sentado en el living comedor, con la cabeza volcada en un plato de arroz con pollo, roncando. Le toqué un hombro, la espalda, no se movió. Su piel despedía olor a alcohol y grasitud corporal. Fui hasta la cocina, abrí la puerta y salí al patio.
El perro llegó corriendo y me saltó pidiéndome que lo acaricie. Poto, le dije. Le apreté el hocico para enojarlo, él me mordisqueó y me lamió los dedos. La oscuridad del jardín venía cargada de vibraciones monstruosas. Tantee la pared buscando la llave de luz pero no la encontré y corrí para adentro, perseguida por el perro.
Entré en la habitación de mis diecisiete años y me quedé ahí con Poto. Miré el colchón sin sábanas ni almohadas, cubierto de polvillo. No daba más de cansancio así que me tiré igual, vestida, con las zapatillas puestas. Poto subió y se hizo un bollo entre mis piernas. Dejé la luz encendida. 
Me dormí y soñé que me ardía el bajo vientre. Me lo acariciaban tres manos gordas. Unas nenas corrían a mi alrededor empujándome para que me cayera. Iba al baño en presencia de otras nenas más chiquitas. Me sentaba en la taza pero no podía orinar porque no dejaban de mirarme. Volvía con las nenas que corrían, ellas se transformaban en cubos azules, me seguían empujando.
Me desperté a oscuras. Grité de miedo y Poto se bajó de un salto, aullando. Busqué al perro en la oscuridad, lo agarré del cogote y fui con él hasta el interruptor, apretando los párpados y la mandíbula, con el corazón explotándome de miedo. Prendí la luz.


Mi papá me pegó en la cabeza y me desperté de nuevo. Era de día.
¿Qué hacés durmiendo acá?, me preguntó
Nada, es mi pieza, le dije.
Te dejé mi pieza anoche. Te dejé la cama grande. Acá te dije mil veces que no entres, esta pieza no es para dormir.
Es mi pieza, duermo mejor acá.
Y el perro. Dormiste con el perro.
Fui hasta el baño seguida por mi viejo.
¡Dormiste vestida y con el perro! ¡Con las zapatillas puestas! ¡Voy a tener que tirar el colchón! ¡Dejá de caminar cuando te hablo!
Cerré la puerta. Mi papá siguió gritando.
Mirá lo que hiciste. Ese colchón todavía servía y ahora no sirve más. Había que sacudirlo un poco y listo pero ahora vos lo arruinaste con esas zapatillas llenas de mierda. ¿Cómo lavás un colchón? ¿Para qué te dejo la cama grande? Para que duermas donde se te canta el forro.
La taza del inodoro estaba vomitada. Oriné en el bidet.
¡Te estoy hablando, carajo!
Dejé que me agrediera sin contestarle. Al rato se cansó, no lo oí más. Me quedé sentada encima del bidet. Tenía migrañas y sensación de asfixia. Miré el techo. Había una nubecita gris, difusa, como de fumata.
¡Nos incendiamos! grité.
Abrí la puerta y lo vi a mi papá, esperándome.
Fuego, dije en voz baja.
No es de acá, es de afuera.
Me apuntó la cara con un dedo.
Te sangra la nariz, ponete algo.
Palpé la humedad con asco.
Es tóxico este humo, no lo aspiremos.
No hace nada, dijo mi papá. Exagerada de mierda, igual que tu madre.


El humo tóxico se mantuvo más o menos respirable. No era un problema nuestro sino de todo el barrio. Para combatirlo mi papá dijo de hacer un asado y me mandó a comprar leña. Bloquee la hemorragia nasal con dos tapones de algodón y salí sin acordarme dónde vendían. Pensé preguntarle a alguien en la calle pero me daba vergüenza. Tardé bastante en ubicar el negocio.
Me coloqué música, de nuevo Crystal Castles y colgué con la letra de un tema. Era sobre robots, si es justo tratarlos como objetos. Sólo porque no lo sentimos en la carne no quiere decir que no temamos la muerte. Lo dejé en repeat.
A la vuelta encontré a mi papá charlando con el negro Alberto y su familia. Me miraron mal, todos. Eran mi tío, su mujer y mis cuatro primos. Dos de los más chiquitos le tironeaban de las orejas a Poto y él se dejaba, lloriqueando.
¡Qué hacés, Florchu!
Alberto me saludó disimulando el malestar.
Alber, decile vos, le pidió mi papá, codeándolo. Evitaba el contacto visual conmigo.
Alberto me pasó un brazo por los hombros y me llevó al living.
¡Qué locura esta humareda, che! Tu papá tendría que mudarse, no se puede vivir en este barrio. Yo se lo estoy diciendo siempre. Este es un barrio de bolivianos, qué hacés viviendo acá. Tu casa baja de precio, no hay un supermercado como la gente, es una locura. Ni agua potable, nada. A ver si vos hablas en serio con él la próxima vez que vengas, mamita, así lo convencés.
No se si pueda, Alber.
¿Cómo no vas a poder? ¡Vos sos la hija! ¿A quién va a escuchar si no te escucha a vos?
No se.
Yo le tengo dicho. Acá cerca hay una quema y todo esto que estamos aspirando ahora es tóxico. Una vez cada tanto que lo aspires, vaya y pase. Pero dos o tres veces por semana, como viene pasando últimamente, no podés. Ni el perro puede. Mirá lo mal que está, siempre aullando… depresivo.
No sabía nada del humo, hace mucho que no vengo.
Es que esto es todo un tema del gobierno, que quiere exterminar a los bolitas. Es clavado. Por eso te digo que tu papá no tendría que quedarse acá, ni un mes más. Yo le dije, ni te calientes en vender, ya tu casa no vale lo que la pagaste. Sacás un crédito y te venís a vivir a un lugar como la gente, con la familia. Y se terminó, ¿no te parece?
Sí, qué se yo.
Bueno, vos dejá. Vos dejá que yo le hablo. Vos no le digas nada. Es verdad, tenés razón. Vos venís muy poco, no te podés ocupar de estas cosas. Vos dejame a mí.
Okey.
¿Y qué tal andas? ¿Seguís paseando perros?
Si, por ahora.
Mirá. ¿Y no tenés otra cosa en vista? Por tanto esfuerzo, digo. Tanto cinchar. Viste que nosotros, toda la familia somos delicados de acá.
Se palmeó la cadera.
Estoy bien, Alberto, no hay drama.
No, si ya se. Ahora estás bien. Pero de acá a diez años te quiero ver. Aparte los animales. Es un peligro. Mirá si se te vuelven locos en una de esas. Hay que llevar una banda de animales. Si se vuelve loco uno, se te vuelven locos todos.
No tengo problemas, de verdad.
¿Cuántos estás llevando?
Quince.
¿Juntos?
Si.
Pero, mamita… ¿qué estás haciendo con tu vida?
No pasa nada, Alber. Hay chicos que llevan más. Hasta veinte.
No, pero no es así, todo soplar y hacer botellas. No, escúchame. Un día de estos un perro se te levanta mal y cagaste. Yo conocí un pibe que perdió un huevo. Un huevo de verdad, te estoy diciendo, no sé si me entendés. Un testículo. Mirá si un día se te rechiflan y te morfan una mano. ¿Qué vas a hacer? ¿Quién te arregla eso? Vos te das cuenta que sin una mano quedás discapacitada, ¿no?
No es tan fácil que pase algo así, no te preocupes.
¿No? ¿Vos decís?
Se sacó una lagaña y suspiró.
No sabés las cosas que vi en la vida, Florencia. Si yo te contara. Vos pensás que viste mucho porque te estás haciendo grande ya, pero yo soy un poquito más grande que vos y te juro. Todas las cosas que uno piensa que mirá si va a pasar semejante locura. Y un día pasan. Y vos estás en el medio y pensás, pero cómo puede ser. Por qué me está pasando esto. Pero vos fuiste a eso. Vos lo estabas buscando. Con la mente. Vos estabas llamando la desgracia. No lo digo yo, lo dicen los que estudian. Una parte de uno quiere salir adelante pero hay otra que quiere hundirse. ¿Me seguís?
Te sigo.
No es que yo me esté haciendo ver, ojo, yo todavía y a Dios gracias, no lo necesito. Es de tanto hablar con la chiquita esta del lugar donde va tu papá. Es tremenda esa piba. Vos la mirás y decís, está turra con esa boca, con esas gomas. Y encima que es entradora y se ríe de cualquier cosa y uno no va a pensar que la tiene tan clara y sin embargo, fijate. Una luz, la pendeja.
Se acarició la barbilla. Parecía ido. Se rió fuerte y me sobresalté.
Qué piba esa, qué flancito... Bueno, pero el tema es que uno no controla su anormalidad. Para algunos es más jodido. Vos fijate en mí. Fijate que es una cosa, no sé como decirte. Más tranqui. Mi familia, todo. Pero tu viejo es la otra cara ¿entendés?
Será, no se.
Es así, no te quepan dudas. Vos y tu viejo es muy difícil que sintonicen bien estando juntos. Pero no es algo negativo, no hay que verlo así, es la forma de ser de ustedes, que por ahí, anda a saber. Por ahí ustedes son más especiales que nosotros, que somos comunes y por eso nos conformamos y estamos mejor mentalmente ¿no? Tu papá, Florchu. No lo podés juzgar. Él, pobre hace lo que puede. Y si encima vos venís y él por ahí no tiene ganas de verte, qué querés.
Pero él me pidió que venga. Él me pido a mí, yo no quería venir.
Hubo un silencio.
Está bien, corazón. Te entiendo.
Yo no quería venir.
Está bien, no te enojes.
No me enojo.
No te enojes, Florencia. Tranquilizate, ¿si? Está todo bien. Estoy yo acá, ¿sabés? Yo no soy un extraño. Soy tu familia, ¿sí? Tu tío soy.
Me abrazó, apretándome la espalda. Me puse lo más blanda que pude pero seguía doliéndome.
Lo importante ahora es otra cosa. Lo importante ¿sabés lo que es?
Me soltó y me sostuvo la mirada.
Lo importante es que yo ahora, con la leña que vos trajiste voy a salir y voy a hacer un asado, como quiere tu papá. Por más que yo sé que no va  a servir un carajo para que se vaya este humo maldito. Lo voy a hacer porque soy su hermano y quiero que esté bien, y punto. Que vuelva a vivir. Él es joven todavía, no se merece lo que le está pasando. Así que voy a hacer el asado y vamos a comer todos juntos y yo con mi familia le voy a contagiar a él toda la paz que a nosotros nos llega naturalmente, gracias a Dios. Por eso, lo importante es que vos te pongas las pilas ¿si?
Todo bien, Alber. Yo como y no digo nada.
No. No me entendés.
Sacudió la cabeza.
Atendeme. Vos lo que vas a hacer ahora es abrir la puerta y salir y caminar tres cuadras derecho. Y después de la tercer cuadra, en la esquina, vas a encontrar a un pibe que va a estar esperándote porque yo le dije.
¿Qué?
No me interrumpas, mi vida, ¿puede ser?
No…
Bueno. Tres cuadras, derecho y vas a ver un pibe que te va a estar esperando. A ese pibe vos le vas a dar tus datos. Todos tus datos. Ojo,  a lo mejor te hace preguntas que no te gustan y yo sé cómo sos vos. Igual que tu papá. Los dos, uno más orgullosos que el otro. Pero atendeme. Para que las cosas funcionen, vos te tenés que poner las pilas. Y entonces a este muchacho le vas a contestar todo lo que te pregunte, aunque te parezca una boludez  o aunque pienses, pero mirá qué zarpado. No importa. Vos le contestás, punto por punto. Y él te va a ayudar a salir adelante. Te va a mostrar, no sé si decirte otro mundo. A ver si todavía pensás que estoy exagerando. Pero vas a ver. Otra vida. La vida que te merecés.
O sea que quieren que me vaya.
Florencia… te pido por favor. No lo pongas de esa manera.
Se le llenaron los ojos de lágrimas.
No sabés lo que es esto para nosotros, para la familia. ¿Te crees que a mí me resbala verlo así a tu viejo? ¿Y a vos, la primer sobrina que tuve, la primer hija de mi hermano menor, la Florchu? ¿Qué edad tenés ya?
No quise decir eso, tío.
¡Tenés treinta y cinco años!
Treinta.
¡Treinta años! Y no construiste nada, mi vida. ¿Y vos te crees que eso a mi me resbala? ¿Vos te crees que no siento tu fracaso en mi corazón? De verte así, que no tenés un buen trabajo, que no hiciste una carrera. Sin pareja, sin amigos…
¡Tengo amigos!
Flor… decime la verdad. Vos te estás drogando.
No.
Me pellizcó la nariz.
No te estoy condenando, Florencia.
Estoy sangrando por el humo.
Nunca pensé que íbamos a llegar a esto con ustedes, con vos y con él. Dios mío, que desastre.
¡Estoy bien, no me estoy drogando! ¡Es el humo, tío! ¡Enserio!
¡Escuchame un poco! ¿Todo lo que te duele pensás que no lo veo, que me hago el pelotudo, yo? ¿Qué porque me rio siempre y trato de ponerle onda no sufro con ustedes?
Agaché la cabeza.
Está bien, Alber. Me voy.
Bieeeen, mi vida, bieeeen, ¡esa es mi Florchu! Si  vos te das cuenta de todo, corazón. Ya somos grandes ¿no? A tu edad, tu tía ya los tenía a los mellizos y a la Naty. A tu edad la gente antes era vieja ¿entendés lo que te estoy diciendo? La gente no llegaba a los treinta, antes vivías o vivías. ¡Hay que vivir!
Está bien, no hay problema.
Tres cuadras. Tres cuadras y te me pones las pilas con este muchacho.
Bueno.
Vamos a sacar adelante la familia, todos juntos. Tenemos que estar juntos, pase lo que pase. Para aguantar mejor lo que viene de afuera. Está todo muy mal afuera. Y va a ir cada vez peor, no te quepan dudas.
Bueno.
Tres cuadras, justo en la esquina. No te podés confundir.
Me empujó con suavidad.
¿Pero cómo se llama?
No, no. ¿Ves? Así no es el asunto. Vos no tenés que preguntar. Él te va a preguntar a vos.
Pero a vos te lo estoy preguntando ahora, no a él.
Resopló, masajeándose el pecho.
Yo no te puedo decir nada, Flor. Únicamente que tengas paciencia. Y que hagas un esfuercito. Un esfuercito chiquito, mi amor. Para crecer. Para construir. ¿Si? ¿Podrá ser, muñequita de mi alma?
Bueno.
¿Cuántas cuadras dijimos, entonces?
Tres.
Te quiero mucho. Vos sabés que te quiero mucho ¿no?
Tengo que ir a saludar.
No, dejá, no hace falta.
Aplaudió, riéndose.
Bueno. ¿Ves? Es buena voluntad, nada más. Lo único que hace falta es buena voluntad. Como dice la pibita esta. Qué rica, che, qué luz.
Fui hasta la puerta con Alberto llevándome del brazo como si me estuviese casando.
Oíme, Florchu. Vos tenés una copia de la llave. De acá, de la casa.
Si.
¿Me la podrás dar?
¿Por qué?
No empieces a pensar pavadas. Te estoy pidiendo la llave porque yo no tengo copia. Me hago una copia de la tuya y te la devuelvo. Pasado mañana la volvés a tener ¿estamos?... te la alcanzo yo, a donde estás parando ¿si?
Me saqué la llave del bolsillo y se la di.
Hacé como te dije. Este muchacho te va a solucionar la vida. Te va a estar esperando, él a vos ya te conoce. Y acordate. Todo lo que te va a preguntar son cosas que necesita saber para ayudarte. No es ningún capricho.
Está bien.
No te imaginás lo que me costó dar con ese pibe. Ojalá te dieras una idea. Ojalá un día de estos sepas las vueltas que tuve que dar. Todo lo que tuve que correr. Todo lo que transpiré, por tu papá, por vos. Por la familia, carajo.
Chau, Alber.
Acá a tres cuadras derecho, ¡acordate!


Había más humo que antes. En la esquina no vi ningún pibe. Encontré una casilla alambrada, de color verde agua. Era la única vivienda ubicada justo en una esquina. Esperé un rato a ver si salía alguien. Busqué el timbre en el portón de la reja y no lo encontré. Golpee las manos varias veces. Estaba por irme cuando asomó una vieja, gorda, vestida de negro. Tenía la ropa sucia y la piel de las piernas rajada de grietas que supuraban. Iba descalza.
Qué quiere mija, preguntó.
Me manda mi tío.
¿Su tío?
Dudé.
Mi tío me dijo que iba a estar un chico, acá en la esquina.
Chico, dices. Cómo, chico.
No puedo ser tan pelotuda, más vale me voy, pensé, pero no me fui.
Me tienen que hacer preguntas. Me mandó mi tío Alberto.
¿Quién? ¿Gualberto, que dices?
Mi tío. El negro Alberto, mi tío.
¿Y quién eres vos?
Nadie. Deje, chau.
¿Cómo? ¿Te mestás burlándote?
No.
¿Cómo es que te llamas?
Deje, mejor. No pasa nada.
No pasa nada, no. ¿No pasa nada y entons pa qué me llamastes?
No se, perdone. Chau, disculpe.
¿Pa qué mierda vienes vos acá y me golpeas la mano? ¿Pa qué me haces salir, vos?
Perdone. Me confundí.
Una humedad tibia cosquilleaba en mi labio superior. El humo me hacía sangrar de nuevo. Di la vuelta para seguir camino a la parada de colectivos.
¡No, no! ¡Vuelve, vos! ¡Vuelve, disgraciada e mierda!
Apreté el paso. Ella gritó en otro idioma.
Vení, maldita, no te vayas.
Un chico de unos veinte años me agarró por la muñeca.
¿Qué le hiciste a la mamá?
Nada.
¡¿Qué le hiciste, sucia?!
Nada. Nada, me confundí de casa.
Me apretó más fuerte, más y más. Me sacudí y él me agarró de la otra muñeca y me clavó las uñas.
¡Sucia de mierda, maldita!
Lo pisé y me soltó. Salí corriendo. Corrí con él pegado a mí, por la calle, esquivando autos, gente, perros.
Sabía que si volvía a casa de mi viejo no me iban a abrir a tiempo. Y que era mejor así. 

[Más de la autora]





"El amor es todo" - Javi Punga



[Sobre el autor]
Javi Punga

Javi Punga. Joven multitalento e hiperprolífico que ha construido una carrera intachable a base de creatividad y esfuerzo. Siempre siendo el más original de su camada, en su etapa como chico noise quilombero en los seminales Ned Flander, y desde allí sorprendió con un centenar de obras de arte conceptual y efímero. Música, plástica, historieta, poesía, periodismo, Javi no conoce límites entre disciplinas. Un artista popular, de culto. 

[Contacto]

Mail: javier.punga@gmail.com

Poesía: Mariela Lanús




Ojalá no vieras lo quieta
que estoy, mirá.
Inmóvil,
con los ojos abiertos
(eso es importante),
observo los mensajes
que deja la humedad
en paredes linderas.
No muevo nada,
lo juro,
(parpadeo, quizás
un poco / es cierto)
pero mis pupilas
son estanques
donde nadie arroja
una sola piedra.
Fijate, respiro
(eso es importante)
despacio, apenas,
el restito de menta,
de la sal del clima,
que traía tu frente.

El suelo absorbe
una ausencia de pasos,
y trae insectos
para espantarme. Y no.
La luna asoma sólo una
de todas sus piernas.
Y no.

El mínimo desplazamiento
hará estallar
los dispositivos
de tu recuerdo.

Cuento, con latidos
segunderos, todos
los pulsos del tiempo,
el tiempo que hace
y deshace mil cosas
mientras me crecen
las ganas, el amor;
las uñas, el pelo.

[Más de la autora]
Blog

Micro-excursiones: Maxi Prietto


[Micro-excursiones] es un cuestionario que va en busca de músicos y compositores, con el fin de conocer sus ficciones personales. Es una adaptación, algo transgredida, del cuestionario Proust. Las preguntas son simples e impersonales, pero a la vez pretenden ser un disparador. Es el primer cuestionario en donde las preguntas no importan. El merito y la inventiva corre por cuenta de los músicos.
 
 
ph: Natmotorizadafotospulenta
[Mini-Bio o Auto-semblanza]
 

Un tipo a punto de responder un cuestionario, ex vendedor de golosinas, ex joven..
 
1. ¿Qué condiciones se tienen que dar para que empieces a componer?
Tengo que sentir que voy a tener suerte
 
2. ¿Cuál es tu héroe o antihéroe de ficción favorito?
El Takeshi Kitano con tic en el ojo, trajecito y ganas de matar a otros mafiosos
 
3. ¿Qué talento desearías tener?
Estaría bueno aprender a cantar algún día. O poder fumar puchos sin que me hagan mal… puchos con vitaminas estaría bastante bien
 
4. ¿Cuál es tu posesión más atesorada?
El cuerpo! La libertad! Mis amigos! Pero nada nos pertenece, nos morimos y chau
 
5. ¿Cuál es para vos la manifestación más clara de la miseria?
Mis zapatillas             
 
6. ¿Cuál es la cualidad que aprecias más en los seres humanos?
Con que no sean fachos y resentidos me conformo
 
7. ¿Cuál es habitualmente tu estado mental?
En este momento por las respuestas que estoy dando creo que es casi nulo
 
8. ¿Cuál es tu idea de felicidad?
Una tortilla babé en la parrilla de cucha cucha, alguien que pase sonriendo mirando para ningun lado…hace poco soñé que iba caminando por la calle y de pronto escuchaba la campana de una iglesia y un tipo que gritaba “está ocurriendo!” “el día llegó!” de pronto el piso comenzaba a desaparecer y dejaba ver debajo nubes que inundaban todo y de pronto estaba volando y me daba cuenta de que el suelo siempre había sido el cielo, me desperté llorando de la risa. No entendí nada.
 
9. ¿Cuál es tu mayor miedo?
Esa pregunta es una trampa, si yo te digo que mi miedo es que me corten al medio con una motosierra capaz alguien muy al pedo viene y me corta con una motosierra. Es muy rebuscado, pero no se, no me gusta esa pregunta. A ver que sigue?
 
10. ¿Cuándo y dónde fuiste más feliz?
Ah, esta pregunta la respondí en la ocho.
 
11. ¿Qué canción que hayas escuchado últimamente te hubiera gustado componerla vos?
So wat`cha want, temaso, de los beastie boys.
 
12. ¿Qué canción que hayas incluido en un disco o interpretado en vivo no volverías a tocar? ¿Por qué?
Loco y malo supongo, es mas que nada un chiste que grabé para un amigo con el que estabamos de vacaciones, el afro. Afro! Un saludo si lees esto.
 
13. ¿Cuál es el peor disco de la última década?
El de lou reed con Metallica?
 
14. ¿Qué libro te hace sonreír?
El guardian entre el centeno
 
15. Si sufrimos un ataque de Godzilla y tenés la oportunidad de salvar de sus garras a una banda o músico, ¿a quién salvarías?
A Daniel Johnston! El 8 de marzo tenemos que tocar pase lo que pase. Pero en la realidad no estoy apto para salvar a nadie, sobretodo si hay que nadar llevando a otra persona. No cuenten conmigo.
 
16. Si después de muertx volvés convertido en zombie ¿a quién morderías primero?
A Harpo Marx...
 
17. En tu último disco ¿encontraste la forma justa de expresar lo que querías?
Si, lo que no se es cual es el ultimo. El doble con mariano nos dejó satisfechos, fue un proceso largo pero quedó como queríamos. El de los boleros está en camino y el de los espiritus todavía no salió, pero con todos estoy contento
 
 
[Contacto]
 
twitter/ @maxiprietto

Poesía: Matías Oniria




[En cámara rápida y para atrás]


No se necesita mucho,
quizás un auto viejo
en un estacionamiento con palmeras,
algo que desafíe el discurso del tiempo
y el espacio,
mirar por la vidriera
y sentir la burbuja,
tan frágil
intensa
y viva,
condensando los colores en reflejos
aislando y sometiendo;
quizás el mismo perro,
repetido,
en cada esquina,
en el juego de fingirse otro,
distraído,
rompiendo una bolsa de basura,
ladrando a los autos,
-suicida
en
velocidad-,
oliendo el culo
de otro perro,
poniendo una maquiavélica expresión de tristeza
para recibir las caricias
de una minita
de la que podría haberme enamorado
de tener mejor corazón
(yo)
hasta que descubre
(él)
que te diste cuenta,
y guiña un ojo
y lo dejas de ver
porque a veces el error es un error
y a veces es un mensaje
y por mucho que estés más cerca
descubrís que hay una cortina,
transparente,
que nunca se corre
(ni se va a correr);
quizás un niño
bloqueando tu camino
en el pasillo de un supermercado,
desafiante,
haciendo que tiemblen las botellas
que se vuelva lejano oeste el instante
la vista muy fija,
desenfocada,
tanto que quizás no lo estés viendo
o no te vean,
el capricho furioso
de: "lo hago porque puedo",
o la conspiración latente:
"podemos salvarte
a menos que
nos salves",
la trampa que sostiene con vida
la incertidumbre
de nunca saber si cuando fui chico
miré tan directo a los ojos
a un tipo de barba
tan drogado
separados por unos centímetros
que podrían desdoblar al mundo
y dejar de ser
conciencia-espectador
perder la trama
para verlas todas
perdiendo el consuelo
de
volver:
romper las cervezas
correr
acercarse y hablar
pedir ayuda
asesinar;
un proyeccionista pasado de merca
cambiando mil carreteles
en perfecta sincronía
y en la pantalla,
imperturbable,
ese pequeño,
estirar la mano
y
tocar;
quizás un graffiti
que dialogue con otro graffiti
que se luce,
solitario,
en la otra punta de la ciudad;
quizás las poesías inconclusas de los baños
porque todos los borrachos con fibrones
forman a un único escritor
y
quién sabe
si no sos vos;
quizás el mensaje codificado
en las poses de yoga
de esa rubia
en esa plaza:
¿cómo concentrarme en la lectura
si se adivina
una ajustada
tanga?;
quizás el disco
estallando en los auriculares
nombrando la calle que atravesás
la calle que tiene mi nombre
sin que sospeches que tu vida
puedo
cambiar;
quizás unas enfermizas líneas
que hablan de lo poco que se necesita
transformando la lista de compras
en la mejor
de las
mercancías:
la magia
jamás
está dividida.

Apuntes sobre cómo revolcarse en la alfombra, mientras escuchamos música


“Canciones para rodar por la alfombra”, el último compilado del proyecto Amo descubrir canciones, es un compendio de nuevas melodías que rompe con el anonimato a pura descarga gratuita y calidad. Otra batalla ganada a las grandes discográficas.

Por Gastón Malgieri

Canciones para rodar por la alfombra cover artArranco esta crónica con dos puntos de partida prometedores:

Uno: el link que me ceden para acceder al material me lleva a un sitio encabezado con la imagen de una lámpara y la leyenda “Amo descubrir canciones”.
Dos: el disco que contiene las 12 composiciones sobre las que intentaré dar cuenta, se llama “Canciones para rodar por la alfombra”, y se me figura como toda una invitación lúdica que no recibía desde mis tiempos de plastilinas y papel glasé, en la seguridad artificial del jardín de infantes.

Pongo orden en los objetos que tengo al alcance de las manos. La taza de café, el encendedor, un block de notas que sirve solo como adorno. Quiero disfrutar este momento. Y sí, además tengo algunos síntomas de TOC (trastorno obsesivo-compulsivo).

Tercer reglamentario L&M encarnado en la comisura izquierda de los placeres (siempre), doble clic, auriculares desproporcionadamente enormes, un ventilador que no oigo y no apacigua el fuego serrano de mi Córdoba natal y la certeza de que algo bueno está por sucederme. Y para un pesimista crónico eso es éxtasis.
Pulso play.

Una respiración agitada marca el pulso y lentamente se escucha el punteo de una guitarra. Me sonrió. El ventilador gira inútil. Suena “Vaporcito” del zaragozano Bigott. Su pronunciación del inglés me recuerda al actor Sacha Baron Cohen. Pero la canción no es en clave “parodia” de nada, sino la picardía típica del español dándole belleza al comienzo del viaje.

Me propongo no adelantar los temas, ir desmenuzándolos con la lengua y transmitir esos acordes sobre la pálida blancura del documento de Word. Ahora sí tengo un plan de trabajo y tiene su propia banda de sonido. Un aparte no menor: descubro que el disco está producido bajo una licencia Creative Commons y que navega por diversos puntos del continente americano. Lo celebro bebiéndome todo el café que tibiamente se mezcla con la algarabía.

Me dejo llevar. No hay que adelantarse, dicen. Pero aparece Diosque y entonces. Se viene a mí la figura de Melero que tanto tuvo que ver en el surgir del cantante y me alegro de “la melancolía del futuro”. Folktrónica pampeana iluminando las tinieblas del living en madrugada desde el que escribo.

Digamos prejuicio. El tercer track arranca con la voz de Birabent a quien (en honor a la verdad) tengo ubicado en un espacio que poco o nada tiene que ver con lo que escucho. Se le han sumado las voces de Juan Ravioli y Marcelo Ezquiaga. Ante la necesidad de otro L&M, me fumo los preconceptos y me anoto como objetivo buscar, aunque tenga que rascar muy profundo, la distancia entre el objeto y mis oídos. El piano es embriagador. Punto para “Parte del minuto” de Birabentezquiagaravioli. Nota mental: rastrear dónde o cómo es que se generan mis antipatías si una canción viene a derribarlas tan fácilmente.

Cruzo montañas sin perder la pasiva postura de quien escribe. En los últimos años la música en castellano que he elegido descansa en la cuna transandina. Pienso en Fernando Milagros, en Población Parlante, en Denver. Son datos previos que alimentan la escucha, la adornan con posibilidades infinitas. La superposición de voces y sonidos sampleados hacen que por un rato no sepa bien si mi destino es el electro –caribe, o algún otro norte pentagramado sin nombre. Al final, el coro se transforma en palabra, y vuelvo a las certezas: Los Mil Jinetes (otro fichaje del sello Cazador), se afincan en la tierra de mis últimas incursiones castellanas: Chile.

“La canción que nunca me cantaste”, el reproche psicodélico de Florian Droids, suena a aquella música que abandoné hace unos años. Una música que me es lejana y sobre la que no puedo escribir gran cosa. Quizás algo tenga que ver (medito) con desconocer en absoluto la raíz sonora de las fronteras que contienen a la banda (Costa Rica). Nota mental Nro.2: la sinceridad ante todo. Para llenar de caracteres desapasionados los recodos virtuales del rock ya hay otras plumas.

Vuelvo a casa. Tendría que dormir un rato. Son las cuatro de la mañana. “Siempre escribo de más” dice Daniel Sacroisky, bajo el ropaje de su nuevo proyecto “Sacro & Los de Hielo”. Si una canción nos identifica o toca una vértebra inconmovible en nuestro esqueleto, es que quien la compuso logró trascender alguna barrera impensada. Sacroisky acaba de hacer eso con su canción “De pronto”. Hago trampa. Vuelvo a escuchar la intro una o dos veces. Podría ser una excelente nana para este cuerpo agotado.

Sigo disfrutando el viaje que me propone el disco, me digo en voz alta. La mitad del trayecto tiene perlas escondidas, y dan ganas de seguir avanzando. Es una buena señal. Me voy a Venezuela, otra tierra de la que desconozco por completo la armoniosa cepa que la compone. Ahí está Girasol Rojo y su “al cruzar la calle”, con una propuesta disruptiva: por un lado, una base de folk dulzón que viene bien en las alboradas del mundo, y por el otro una letra triste que atenta con ennegrecer la cadencia vocal de Linda Sjöquist. En la tensión de esos polos, reside la atractiva amargura de esta obra.

Cruzar el charco y esperar que del otro lado del río nos reciba Franny Glass puede ser un plan para mañana. Anoto y uso el plural porque sería genial que así nos pasara a quienes tengamos ganas de escuchar una y otra y otra vez la acústica humorada de Gonzalo Deniz. De no tener posibilidades de movilidad, otra opción es quedarse percibiendo los “Velos” de Che Che Che. Quizás con ellos venga la luz. O al menos eso parece.

Lo de los mexicanos Corazón Attack, me trae a la memoria a Juan Son y algunas de sus composiciones junto a Porter. Debo decir, ya casi arribando al final del recorrido, que me alegra que así sea. Porter fue una gran banda, y Corazón Attack también lo es.
Me quedo unos instantes pensando en las comparaciones. En esa necesidad de las comparaciones. Nada grave, solo una reflexión mientras asoma, por enésima vez, el sol de las mañanas. Por descuido, casi dejo pasar el sonido de los platenses “Canto el Cuerpo Eléctrico”. Al borde de la omisión, irrumpe el trombón de Gustavo Caccavo que me obliga a volver atrás y detenerme.

Soy curioso, debo decirlo. Es esa curiosidad la que me lleva a leer en la página de Facebook que tiene armada la banda, una declaración de principios que viene a colación de tantas cosas: “La cultura no puede ser de alguien: no le pertenece a nadie y por ello, nos pertenece a todos. Habrá que hacerse cargo”. Concuerdo. Eso no hace a la propuesta rítmica del grupo, me digo, pero sí al disco que la contiene. Hago una anotación al margen para un par de reglones futuros.

Pero antes, cierro el viaje/disco, con una escapada a Brasil. Siempre viene bien embriagarse con los deleites del portugués. Y ahí está Cícero, que arranca una canción de su disco “Canções de Apartamento” y la coloca como justo “bonus track”. Lamento no haberlo escuchado antes. Me alegra que este compilado me haya ayudado a descubrirlo.

Los renglones futuros prometidos, son puro presente. Reflexión final, mientras enciendo el décimo noveno cuerpo de nicotina: la cantidad de grupos y solistas que no llevan a nosotros por la lógica de las corporaciones discográficas y radiales viene siendo derribada por la lógica de discos como “Canciones para rodar por la alfombra” que rompen el anonimato a pura descarga gratuita. Porque es a través de esos intersticios donde aparecen una pluralidad de composiciones que, de otra manera, jamás escucharíamos. Levanto la taza de café vacía para celebrar estas batallas.

Lo esencial


 Hace unos días, Delia Iglesias y Chun Li inauguraron la muestra “Mundos que no vemos”, una isla de seres exóticos que se suma al tono silvestre del Patio del Liceo.

Por Nadia Sol Caramella

ph: Nat Motorizada
Como un voyeur en vacaciones. Una ciudad ecléctica y el sol porteño en lo alto invadiendo de naranja y amarillo el cielo. Las ilustraciones de Delia Iglesias y Chun Li escapan al escepticismo del verano. Esas criaturas de papel sobre las paredes de la galería Áurea impactan para bien.

El nombre de la exposición es sugerente, apto para curiosos, una invitación a rescatar esos mundos que se pierden en la ceguera de lo cotidiano. La mirada y la imaginación son tierra fértil para nuevos encuentros, por eso estas obras, que si bien son disímiles logran hacerse compañía. Juegan al mismo juego y se ve reflejado en la armonía con la que conviven de un lado a otro de las dos paredes que ocupa la muestra.

 “Ver la naturaleza tal como es en mi mundo ideal", reza la inscripción en la vidriera de la galería. Y por qué no, estamos a tiempo de salir de la jaula de la razón y de todas las doctrinas que nos hacen menos libres. Esta serie engendra la semilla de la imaginación como vía de conocimiento, uno distinto, menos rígido. Se trata de plasmar montañas, cielos, plantas y seres orgánicos que no existen pero que aun así habitan el imaginario de las almas creadoras, que en un gesto generoso se animan a darles vida. Al exponerlos a la mirada ajena, la chispa se enciende. Y esas criaturas que nacieron en la intimidad, encuentran por fin nuevos espacios en que nacer.

La obra de Chun Li se caracteriza por el uso de colores atrevidos y alegres, sus personajes parecen anclados en tiempos de carnaval, dialogan con una infancia pérdida, de la que apenas quedan algunos trazos: vestigios de los cuadernos de la niñez. Delia Iglesias, por su parte, va habitando el espacio de manera reflexiva, es notoria la comodidad con la que dibuja negro sobre blanco, una propuesta sumamente madura y con proyección: “La esencia de lo que quiero transmitir cuando creo personajes, es primordialmente el amor y la valentía hacia lo que no se conoce. No porque me crea muy valiente, de hecho no lo creo, pero siempre me sentí cómoda rodeada de lo desconocido” asegura Delia.  Otra de las aristas sobresalientes de su obra es la recurrencia a los venados como motivo poético, una obsesión para nada superficial: “La saga de los Confinesde Liliana Bodoc me hizo entender la figura del venado como algo social. En  este libro mágico el Venado es el pueblo unido y a la vez un guerrero que acepta su destino, sea cual fuere, con valentía. Entonces sentí que mi misión (si es que cada uno tiene una) es la de generar conciencia de unión, mediante lo que hago. La figura de un animal al que le crecen ramas en la cabeza, no es más que un hermoso símbolo de unión, de humildad y valentía, como lo es un pueblo unido.”

Un buen creador busca la armonía. La muestra refleja las ansias con las que estas artistas buscan nuevas expresiones y formas de comunicar, con gran lucidez Delia continua: “Los mundos que uno no ve, pero que están dentro, latiendo, esperando ser encontrados son los que nos van a unir en un futuro. El hombre, desde el principio de los tiempos, era puro hasta que las diferentes "jaulas" (religión, escuelas, trabajos, ropa, banderas, etc) lo etiqueta y convierte en producto y productor y los sueños o las fantasías, quedan relegadas a "pasatiempos" o terapias... me niego profundamente a ver al arte como tal. El arte es lo que nos mueve todo el tiempo, es la esperanza de todo cerebro quemado. Mi deseo con esta muestra es que aún nos reunamos, que juntemos lo que nos queda de los sueños y les volvamos a dar cuerda”.

A veces la ciudad es un cuerpo dislocado y fragmentario que confunde los sentidos. Por suerte, la conquista generosa del blanco de una hoja y el arte como enlazador de mundos, da pequeñas treguas a las jaulas que nos mutilan con sus etiquetas. La voluntad de manifestarse más allá de lo invisible, siempre intuyendo como un voyeur en la oscuridad, se presenta como única salida para los que todavía creen que lo esencial escapa a los ojos de la doxa, la religión, el facebook, la tv, las modas. “Mundos que no vemos” es una opción arriesgada para los adictos a la razón, pero es tierra fértil para los que todavía creen en el poder de la imaginación. 

[Sobre la muestra] 
Áurea - Galería Patio del Liceo - 
Sta Fé 2729, 1er piso, Loc 52, Cap Fed.
Lunes a sábados de 17 a 21 hs.
Entrada libre y gratuita

Una noche en el Cine Freak

por Franco Dall'Oste


Una mujer de lentes, remera rayada y pelo corto, me mira desde aquella sala. Me acerco con sigilo, y ella reacciona con una mirada desinteresada. Parecía estar charlando con aquel muchacho de remera amarilla y bermudas beige. Le entrego mi entrada, un papel que dice “$10. CineFreak”, con un diseño un tanto austero. Ella mira el boleto con una expresión rutinaria, como por inercia, y luego lo rompe en dos, pasándome uno de los extremos. “Gracias”, me dice, sonriendo.
Adentro unas diez filas de butacas se erigen enfrentando a una vieja pantalla de cine. Los asientos son suaves, de un terciopelo carmesí, vestigios de un pasado glamoroso, aquel viejo teatro devenido en cine, aquel auditorio en que en 1995, en medio de la lógica neoliberal autodestructiva, fue reclamado y reinventado por un grupo de jóvenes con ansias de cineastas, que decidieron darse el gusto de ver como Dios manda las películas que los obsesionaban.
Los murmullos se escuchan vagos en aquel lugar, la acústica es buena. Oigo algunas risas, la gente se impacienta. Pronto un crujido hace que algunos se den vuelta, luego otro más: los postigos se cierran, y las luces comienzan a decaer. Una luz pálida sale disparada desde algún lugar de la pared y se vuelca con sigilo en aquella pantalla. Un sonido, una presentación y mil imágenes para armar otra historia más: esta noche “Eraserhead”, de David Linch. 

• 

El Pasaje Dardo Rocha se erige con firmeza en aquella noche calurosa. Afuera la ciudad se siente viva.
Las paradas de colectivos se llenan con los últimos regresos, es la hora de la cena, hora de volver a casa para los que tuvieron que trabajar hasta tarde.
Un puñado de adolecentes pasa en rollers rodeando plaza San Martin, luego otros más, hasta que me doy cuenta que no es solo un puñado, debe ser un grupo grande.
En las escaleras del “Dardo” (como se lo llama comúnmente), la gente comienza a amontonarse: chicos con sombreros tangueros y ropas modernas, chicas con looks ochentosos y auriculares, skaters, y hasta adolecentes escolares. La jungla de la juventud pasajera, con ansias de arte, palabras e imágenes que invadan su mente.
Unas chicas se sacan fotos al otro extremo de la escalera, riendo, yendo y viniendo por aquel lugar. Más cerca de mío, unos pibes toman cerveza y charlan sobre la facultad. Uno me convida unos tragos. “Acá venimos bastante”, me dice, “pasan buenas pelis, cosas que quizás no veas en otros lugares”. Le creo.  
El “Cine Freak” comenzó en el año 1995, y desde un principio su intención fue ofrecer algo distinto, ese gustito a cine de culto que las salas convencionales no ofrecían. Estos “cinéfilos” de la era del neoliberalismo eran Jorge Gil, Roberto Mallo, y Federico Mutinelli, quienes “deleitaron a muchos de los platenses que estaban ávidos por ver algo más que lo le que ofrecían las 2 o 3 salas sobrevivientes que le quedaban a la ciudad (recordemos que todo esto pasó mucho antes del arribo de las multisalas y el pochoclo)”, reconocen en su página web.
La verdad es que la mayoría viene porque sale barato y pasan buenas cosas. En esta, la era de Cuevana, ir al cine es un gusto extra, casi un lujo, por eso si hay que ir, es preferible un clásico del cine de diez pesos, que una comedia de vampiros de cuarenta. “Yo soy estudiante de cine”, me dice un hipster típico: chupines violetas, lonas rojas, chalequito, bigote y sobrero bombín. “Okey”, le digo, y sigo mi camino. “Me parece que estos espacios son esenciales para poder acceder a otro tipo de cine con la calidad de una buena sala”, me declara una chica en la entrada, mientras fuma un cigarrillo y salta de un grito al ver un insecto caer sobre su pierna. De alguna forma la gente parece querer declararme cosas espontáneamente.

• 

Ya la cerveza se termina en las manos de un adolecente, que procede a tirar lo que queda y guardarla en su bolso.  Otro apaga su cigarrillo y se dispone a entrar, siguiendo como en transe la fila que asciende hacia el primer piso. Es la hora.
Adentro del pasaje, en el hall central, los guardias de seguridad se impacientan sentados a que su día termine, mientras un televisor muestra las distintas cámaras del lugar. Enfrentado a ellos, un hombre canoso y de bigote gris vende las entradas. “¿Te puedo dejar una entrada y una amiga pasa a buscarla en un rato?”, le pregunta una chica de unos veinte años y apariencia divertida. “Pero mirá que en diez minutos yo me voy”, declara el hombre, un tanto impaciente ante el pedido.
“Hace dos años la entrada estaba a 3 pesos, ponele”, me comenta uno de los guardias. “Pasa que este año la municipalidad les quitó parte del subsidio que tenían, por eso tuvieron que subirla a diez”, me dice, brazos cruzados.
Es cierto que los tiempos cambiaron a lo largo de los últimos 17 años, el público, y hasta quizás la razón por la cual la gente sigue viniendo. Quizás sea una mezcla: títulos exóticos o clásicos, el carácter social del evento, y ese fetiche por el cine, con sus butacas y sus olores, esas ganas de disfrutar lo analógico en esta, la era de lo digital. O muy probablemente sea por esa masa de hipsters ávidos de chupines y comentarios elocuentes acerca de las más relevantes obras del cine contemporáneo, sí, debe ser por eso. Igual Eraserhead me está comiendo la cabeza.

• 

La gente sale despacio, uno a uno van dejando la sala. Unas chicas aún se ríen de alguna escena perdida en el inconsciente de David Linch, otros hablan de que los lunes están dando Reservoir Dogs, de Tarantino. Las películas se repiten en el calendario: por un mes, todos los lunes un título, todo los martes otro, y así.
Afuera de la sala por fin respiro, aflojando los pulmones y la temperatura, luego de estar encerrado en un día tan húmedo y caluroso. El Pasaje Dardo Rocha está tranquilo, fresco. El piso abajo se ve como un inmenso ajedrez, y la gente recorre aquella galería comentando la película aún, deseosos de volver a casa, y entregarse a sus sueños.
Afuera la ciudad goza de un viento fresco: por fin el calor se ha ido. También la gente parece haberse escapado: los rollers, los skates, las chicas sacándose fotos, todos desaparecen en la noche platense. Arriba la luna ilumina con sigilo, como aquel proyector que baña las paredes del Dardo Rocha todas las noches, en busca de ese “algo más” que nos da el cine.
Miro hacia atrás, el guardia deja salir a la última persona del edificio, y procede a cerrar con traba aquellas inmensas puertas de vidrio. Dos crujidos metálicos, luego un tercero. Ahora solo pueden escucharse los autos que pasan por avenida 7, la noche nos reclama, ya es hora de volver. A menos que…

No posta, ya es hora de volver. 


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