menucito

Una alguien de esxs que andan por ahí


Es sábado, tarde noche, lugar: teatro Gregorio de Laferrer, Morón. Un flaco lee un poema con tono monocorde y las palabras que suelta de apoco caen al piso del escenario y ellas saben muy bien, que no quisieran volver a nacer, no así, no de nuevo de su boca. Luego siguió una mujer de unos cincuenta y tantos años igual de monocorde, pero esta vez, las palabras indignaron a alguien del publicó que desde el fondo empezó hablar, su voz era potente y femenina:

Basta de poesías dinosaurio que hay revivir con electroshocks de palabras “preclaras”, “vacíos” y “nadas” con puntos suspensivos al final, a mí esa poesía me chupa un ovario, sabés por qué, porque no dice de mí. Yo, yo tuve miedo al ver a amiga desandar un camino obsesivo de la cama a la puerta de la casa y contar los billetitos violetas para ese aborto, porque a él que todavía no era, no le podía dar nada, sólo culpa. El terror le arañaba la frente, tenia miedo de no volver al día siguiente a arropar a su hija, una morenita que quedó suspendida de preguntas, que todavía la edad no le dejó preguntar y que su mamá tampoco podría responder.
Y vos me traes tu poesía gastada. Porque no me dejas con este sentimiento, tan femenino de diosa de vereda, que no tiene un centavo en la cartera. Me hablas de belleza, yo también sé de lo bello, de lo bello que no es pomposo porque es real: hermosas ninfas vagabundas, miranos, enfiladas en paredones, ellxs apuntan y disparan porque somos indignas sabés. Abortamos cuando no nos queda otra, no nos casamos, besamos, chicas, chicos y tratamos de salir del molde porque no nos gusta ese lugar que tu poesía reproduce.
Yo soy otra, mujer, hija, hermana, compañera, madre, una puta cuando quiero. Pero no, nunca jamás tu mercancía, ¿sabés?

Paró solo para tomar aire y continuó:

¡Mantenme no la quiero escuchar mas! Hace de la poesía algo aburrido, atemporal. La poesía está en la calle, encontrala entre las piernas de un putito rico o de una traba que a penas puede salir esta noche, porque alguien se zarpó y ella también se tuvo que zarpar, a taconazos.
Sacate esa sonrisa de intelectual, ¿no me ves? Si, yo la negrita del fondo, te escupiría si pudiera, pero estás tan lejos, tan, tan llena de una obviedad repelente.

Se levantó de entre el público y salió pisando a los pies que hormigueaban avergonzados debajo de las butacas, era el público más silencioso y obediente que jamás vi (pero inquieto, muy inquieto de la cintura para abajo). Yo la seguí. Si me la banco, la tengo que seguir, pensé. Porque pensaba lo mismo, solo que ella lo pudo decir. Era una especie de rebeldía de fémina con ideales, así que salí esperando a alguien más detrás, pero solo salimos ella y yo.
El escenario siguió perfectamente iluminado, todos permanecieron en un silencio distendido mientras, otro poeta, uno joven igual de aburrido que los anteriores, continuó… “la nada, las hojas desparramadas sobre la cama, lo que no fuimos, vacío, el sol sube y ella se va”.
Efectivamente ella se fue, más lejos de lo que yo me fui, no la pude seguir.
Por un momento pensé: y si así fuera la poesía en realidad. ¡Pará! qué me pasa por qué pienso en esto y no en buscar un trabajo “digno”.
Pero claro, no paso los psicotécnicos, estoy destinada no clasificar VIP jamás, siempre del lado de los y las parias. Ay, ay, ay, esta ñoña sensación que nace en el oeste y moriría quien sabe donde.
“Ninfa vagabunda”, dijo mi mp3 y me perdí en la niebla que flotaba densa sobre la plaza de morón y de ahí, me fui perdiendo más y más en un “463 barrio destino”, destino, allá me esperan una casa modesta, un hermano y una madre con un perro y una gato negro, muy negro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario