menucito

Narrativa: Crowd Surf Off A Cliff



por Gabriel Torrelles

Amanda Mocci
Era un buen día para quedarse en casa con todas las cortinas echadas viendo todas las cucarachas que siempre ves de noche con las patas arriba moviéndose como versos sin escribir. El sol era lo de menos si mantenías los ojos entrecerrados y el volumen de tu respiración bajo.
Encendiste el ordenador y escribiste un par de saludos sin ganas. Aspiraste los cigarrillos engurruñados que todavía cuidabas con recelo tras tu última resolución de no volver a fumar. Sudaste frío aunque te morías de calor. Te relamiste los labios recordando la última vez que besaste aquellos labios perlados que de vez en cuando se posaban en tu pecho cuando tenías suerte.
Levantaste el teléfono y hablaste con los cinco amigos con los que querías hablar desde hace tiempo y que no llamabas por pereza. Viste algún que otro buen video en MTV, pero no fue la mayoría. No apagaste tu teléfono móvil porque querías ver si se caía de la mesa cada vez que vibraba. Rezaste algunas oraciones que consideraste verdaderas después de mucho tiempo.
Te duchaste y decidiste quedarte desnudo para dejar las huellas un rato de tus pies marcadas en el piso de madera oscura.
Quisiste aprender a bailar pero volviste a convencerte de que tienes dos pies izquierdos.
Esperaste un poco antes de abrir el refrigerador y ver la botella de vino viejo que no pudiste beber cuando quisiste.
Te caíste y no te levantaste.
Apagaste todo menos tu ipod.
Y escuchaste la suave voz de Emily Haines susurrando “If you find me, hide me, I don’t know where I’ve been/ When you phone me tell me everything I did/ If I’m sorry you lost me you’d better make it quick/ Cause this call costs a fortune and it’s late where you live/ It’s late where you live”.
Te pareció una historia vieja. En tal caso, no una historia por la que puedes atiborrarte de pastillas ahora como antes. El dolor es el mismo, eso sí. Así de grave, así de denso. Como el día aquel cuando no te quisiste parar hasta que hiciste tus maletas y volaste durante horas a otro continente sin darle explicaciones a nadie, para sentir que también viajabas en el tiempo a encontrarte con lo que fuera que te estuviera esperando.
Siete años después de la sobredosis que sólo un reducido grupo de personas conoce y el intento de arrojarte a un coche para experimentar el golpe seco que te dejaría temblando en el asfalto, entre la vida y la muerte, vuelves a tener las mismas dudas que te hicieron dejar de usar medios insólitos para quitarle el velo a las mentiras del mundo y la TV.
¿Será que después de todo sigues allí con los ojos entrecerrados, la cara ensangrentada, entre los vivos y los muertos?
¿Será que la transición nunca es tan rápida como se cuenta? ¿Qué siempre quedamos flotando y sin respuestas, ya sea porque no estás haciendo las preguntas correctas o porque la mágica respuesta que esperas en realidad no existe?
Era un buen día para quedarse en casa preguntándote eso, un buen día para no despedirse y ver si el mundo milagrosamente gira hacia otro lado, donde no hace falta dinero, ni un techo donde vivir, ni el amor que te empeñas en conseguir.
Por eso no llamaste a mamá ni a papá ni a tu chica y tampoco dijiste nada a tus amigos, de los que únicamente querías preservar sus voces para reconocerlos cuando todas las luces estén apagadas y tú puedas escucharlos pero ellos no a ti.
Aunque grites, te has quedado mudo.
Era un buen día para quedarse en casa y vestirte de nuevo y pensar hasta que te doliera la cabeza.
Pero llegarías a la misma conclusión de siempre.
Nunca te dirán nada, importa bien poco cuánto preguntes.
Era un buen día para arrojarte por la ventana y viajar a un futuro donde nadie te conocerá pero te sentirás igual que ahora.
Un buen día para sentirte feliz lejos de los vivos viendo el último cuadro que pintaste, con ella en technicolor, diciéndote cuánto te extrañará cuando, por fin, la vuelvas a encontrar.
El día de tu muerte fue un día maravilloso.

(Octubre 2007, aquí)



[Sobre el autor]

Gabriel Torrelles (Caracas, 1978) es periodista y escritor. Cursó estudios de Comunicación Social en Caracas y Creación Literaria y Humanidades Contemponáneas en Madrid. Ha publicado cuentos en la revista española El Nido del Escorpión y en las antologías Sexo a 62 manos (2008) y Tiempos de Ciudad (2010), fue ponente de la III Semana de la Nueva Narrativa Urbana y autor de la novela Peor que tú (2008). Colaborador en distintos medios, director editorial de unos y fundador de otros, semanalmente firma la columna #postdata en la revista Dominical del diario Últimas Noticias y en la actualidad prepara su segunda novela mientras comienza a dirigir algunas cosas y escribe sobre el futuro en su blog.

[Contacto]

Wi Fi del Infinito



Ataque de poesía pánica
Big Bang Gladesh
Gang Bang Gladesh

Tsunami de 32 bits
de Konami

Te voy a poner
los puntos suspensivos
...
y vos pensá después
lo que quieras

Quiero penetrar
tu orto doxia

Dicen que soy versero
que escribo cosas
muy raras y locas

Puede ser
a veces me engancho
a la red wi fi
del infinito


Recomendado: "Bigote Falso", blog colectivo de humor neurótico


[Mormones de la canción] 

Cuando un amigo te hace escuchar su canción favorita.

Por Rodríguez

by Marco Puccini

Situación de mierda cuando un amigo cebado (recontra cebado) te muestra una canción y te dice, -te obliga-, a que la escuches, a que la escuches entera, de pe a pa. Te exige a que dejes lo que sea que estabas haciendo y pongas todos tus sentidos a su disposición. Diciendo cosas como: “¡Escuchá, escuchá!... escuchá la letra,... ... mirá, mirá esta parte … ...” acompañado de un gestito con el dedo índice sobre su oreja.
Y después lo que pensabas que no podía pasar, canta a la par, con cara de loco te mira a los ojos y canta la parte de la letra que más lo conmueve, alternando la cara de loco con una “sentida”, entrecerrando los ojos. Y para colmo la canción no termina más, es el tema más largo del mundo. Vos lo único que querés es salir de esa situación, querés escaparte, querés salir corriendo, pero no, por respeto, por la estima que le tenes, te quedas. Te quedas y resignado escuchas la canción entera. Quizá hasta te gusta. O sea, el problema no es ese, es muy probable que el tema esté bueno, lo que resulta insoportable es la situación, que te fuercen a escucharla, y no a escucharla así nomás, no! Tenes que prestarle atención, estando en el barullo de un asado medio “picados”; o en una fiesta entre mucha gente, humo y poca luz; o lo que resulta más incómodo, estando solos, solos en SU casa. Él cantándote a vos. Y vos con la presión de que te guste, con la presión de asimilar la canción de un momento para otro. Teniendo que poner cara de atención, y prestarla de verdad. Teniendo que poner cara de “que buena”, cara de “sentir” la letra.
Demasiado para mi.

Las cosas pasan cuando pasan, hay momentos distintos para cada uno.
La imposición de cualquier cosa en realidad te tira para atrás. Como los mormones o los evangelistas que van casa por casa queriéndote meter la palabra de dios, estos amigos te quieren convencer que ellos escuchan buena música, mientras que vos estás en la boludes, ellos tienen la posta.  

Es un problema que tenemos, en general, no sólo recomendar sino “obligar” al otro a que escuche una canción, a que mire tal o cual película. ¿Por qué cuando hablamos de películas, le decimos al otro “¿¿no viste esa película?? ¡¡Tenes que mirarla chabón!!”
¿Por qué esa cosa de querer imponerle al otro sus “temas”? ¿Por qué? Es pedante, creemos que nos la sabemos todas, recomendando películas raras, de países exóticos, o del año de jopo. Nos gusta saber algo que el otro no, y lo usamos como un arma, como nuestro caballito de batalla. No estamos solamente recomendando, estamos poniéndonos por encima, diciendo “mirá que capo que soy, mirá que películas copadas que veo, y que canciones comprometidas con la causa que conozco papá”.

Somos despreciables.

Pero el peor en su especie es el recientemente mentado amigo que te acorrala  “invitándote” a escuchar su canción favorita.  

Publicado en Bigote Falso 

[Sobre Bigote Falso] 

Bigote Falso es una entrega de todo un mundo interno, cotidiano, neurótico y obsesivo. Nada de lo que digamos tiene que ser tomado muy enserio, sin embargo nunca fuimos tan sinceros como acá. Gritos de guerra, análisis y estudios seudo socioculturales, cuentos, tiras cómicas, algunas verdades y demás miserias disparamos con la noble intención de levantar en peso a quién lo merezca (ponele).    
 
Una combi sin papales y medio abollada que avanza, a velocidad crucero, con gente joven, apuesta y desopilante que la mayoría de las veces mira para otro lado en las fotos. Ah y que escriben, claro. Escriben, juegan al senku y están incursionando en el ala delta.
Ninguno de ellos es rubio.
Al menos una vez en su vida se comieron una Vauquita
Nunca aprendieron a dividir.
A veces piensan en Michael Jackson.
Bigote Falso, una nota mental, un papelito cualquiera pegado así nomás en la pantalla de tu monitor.

[Contacto] 
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Micro-excursiones: Natalia Di Bernardo


Micro-excursiones es un cuestionario que en va en busca de comiqueros e ilustradores, con el fin de conocer sus ficciones personales. Es una adaptación, algo transgredida de cuestionario Proust. Las preguntas son simples e impersonales, pero a la vez pretenden ser un disparador. Es el primer cuestionario donde las preguntas no importan. El merito y la inventiva corre por cuenta de los entrevistados.

[Mini-Bio o Auto-semblanza]



Nací el 19 de Marzo de 1985 a la medianoche por eso siempre fui un poco vampiro, dormir de día, vivir de noche. Desde que tengo memoria me gusta dibujar y pintar, mi mayor orgullo es que incluso en el jardín ya pintaba dentro de las líneas. Como todo niño fui azotada emocionalmente en el primario por el grupo de las populares liderado por el diablo en persona, Lucila Mengide. Los veranos eran mi salvación, iba al campo con Jorgito el amigo del barrio, nadábamos sin malla…era graciosos salvo por el hecho de que yo tenía 9  y el 15. En el secundario todo maso menos igual sólo que más depresivo y negro. Y más Belén tambien, otra persona horrible. Y lo dejo ahí porque hablar de ella sería casi como invocarla. Escribía muchísimo ( en maquina de escribir, me negaba a usar la tecnología ),historias horribles que ni yo entendía, tambien tenia diarios intimos donde dibujaba y pegaba cosas. Fue ahí maso menos ( 15 años ) que me interesé realemnte en la pintura, mi ídolo mayor era Van Gogh sobre todo por la vida que había tenido, una existencia de fracaso. Me sentía identificada con eso porque todo siempre me costaba mucho. Tambien leí mi primer hisotrieta ¨ seria ¨, MAUS. Luego vino la universidad, el IUNA, pinté, hice collage, assamblage, escultura, cerámica, grabado….construí todos los cimientos de lo que soy hoy. También me sentía aislada ahí, era la rara entre los raros. Luego vino Jorge Ernesto que, en pocas palabras, me salvó ( con eso ya digo todo ). Y las historietas que no llegaron tanto de accidente porque de niña y adolescente leí muchsimo, Mafalda, Asterix, Lucky Luke, Pato Donald, pero nunca había considerado hacerlas, asique la carrera de historietas fue como aquel niño no planeado. Y el resto es historia como dicen, conocí al grupo de gente con el cual hago cosas hoy, emepcé mi fanzine Cocolín, mi blog, eventos, conocí profesores a los que les debo mucho en cuanto a conocimiento y empecé una tercera etapa en mi vida que fue inesperada pero grata a la vez. Y sobre todo cuando creía que todo estaba cantaddo. Ahora espero poder encontrar un lugar en el mundo historietil ya sea acá o en cualquier parte del mundo.

1. ¿Qué condiciones se tienen que dar para ponerte a dibujar?

Tengo que tener todo ordenado a mi alrededor, los pinceles donde van, los plumines donde van y el vaso de Pepsi Max y algo para comer como galletas.  Siempre limpio todo antes de dibujar, es como un ritual que me genera la sansación de que si lo hago, lo que vaya a dibujar me va a salir y quedar bien. Hay mucha superstición en el proceso.

2. ¿Cuál es tu héroe o antihéroe de ficción favorito?

Hay muchos. Para héroe tendria que decir  Sailor Moon. Tiene todo, trasnformaciones bellas y estéticas, trajes de marinero, sufrimiento innecesario, gatos, armas fenmeninas, vestidos.
Y para el antihéroe diría Freddy Kruger.  Es creativo en los ataques y el arma, tiene un dejo de perversiñon sexual y a la vez es gracioso.  Cuando era chica me daba mucho miedo. Fue quien comenzó mi obsesión con los asesions seriales. Aparte el sueter me encanta.

 3. ¿Qué talento o superpoder desearías tener?

Controlar el tiempo. No tanto como para volver al pasado o saber el futuro sino para detenerlo cuando yo lo requiera. Soy una dibujante muy lenta entonces eso me permitiría tomerme todo el tiempo del mundo si quisiera para hacer una historieta, ilustración o lo que sea. El tiempo es mi mayor enemigo y tambien sus secuaces, la obesisón y el perfeccionismo.
Tambiém podría ser controlar los climas tipo tormenta de los X men. Pero eso ya como para hacerme la canchera.

 4. ¿Cuál es tu posesión más atesorada?

Ahora son unas estatuillas de arcilla que hice. Me llevaron mucho trabajo y las tengo en una cajita con trapos abajo para que no se ensucien o rompan. Eso y mi carpeta con todos mis originales de hisotrietas/ilustraciones. Es la muerte para mi si a eso le pasa algo. A veces sueño que se prenden fuego o se mojan o como haría si hubiera un tsunami, las pongo adentro de un baúl hermético o algo así. Eso en cuanto a posesión eomocional. Para un objeto material tendría que decir una muñeca de felpa del personaje de hisotrietas Becassine ( casi nadie la conoce pero es muy parecida a un Tintín pero versiñon mujer ). 

5. ¿Cuál es para vos la manifestación más clara de la miseria?

Los animales abandonados. Terrible.



6. ¿Cuál es la cualidad que aprecias más en una mujer?

La habilidad de hacer más de una cosa a la vez y encima, hacerlas muy bien.
7. ¿Cuál es la cualidad que aprecias más en un hombre?

La practicidad y la forma simple y rapida con la que resuelven situaciones en la vida. No dan tantas vueltas, van al grano.

8. ¿trabajas con guionistas? En el caso afirmativo: ¿Cuál es la cualidad que aprecias más en un guionista?

Por el momento no. No es una idea que descarto, simplemente estoy en un momento en donde tengo muchas historias apiladas que tengo ganas de dibujar yo porque son muy cercanas a mi personalidad y sería difícil transferir o explicar esa escencia a alguien mas. Pero seguramente en un futuro lo haré.

9. ¿Cuál es habitualmente tu estado mental?

Estrés, preocupacion, como que una piedra me apreta el cráneo.

10. ¿Cuál es tu idea de felicidad?

No sé realmente. Algo con pasto y sol al lado de un lago y vestidos tipo María Antonieta.

11. ¿Cuál es tu mayor miedo?

La inutilidad, sentir que no sirvo para nada o no soy importante para nadie. Tambien me da miedo que me remplazen, que venga alguien mejor que yo por ende ya no sirva y quede descartada. Ambos tienen que ver creo.

12. ¿Cuándo y dónde fuiste más feliz?

Tendría que decir en la etapa de jardín de infantes. Plena libertad, corerr, nada de problemas. La única preocupación era el Ratón Pérez. 

13. ¿Qué libro gráfico, historieta o ilustraciòn que hayas adquirido últimamente te hubiera gustado dibujar vos?

Uff! Miles. Pero ultimamente unos fanzines austríacos/alemanes de una editorial independiete que no recuerdo el nombre. Cualquier historieta de ahí me hubiera gustado dibujar, pero incluso más desearía que se me haya ocirrido la historia. Me parece que a veces eso es más dificil, generar una historia que la lees y decis ¡ Por que no se me ocurrió a mi ! ¡ Maldita sea!

14. ¿Qué historieta, ilustración  o caricatura no volverías a publicar? ¿Por qué?

No sé si esto se refiere a una cosa mia o ajena. Asumo que es mio. Diría algo muy viejo, mis primeras cosas. Primeras hisotirtas, no publicaría eso porque son como trabajos a medio armar, prácticas, bocetos que no están con la calidad suficiente. No me averguenzo de ellos, todo lo contrario, los amo porque son la evidencia de que una mejoró con el pasar del tiempo.

15. ¿Qué disco te hace sonreír?

Ninguno. No soy amamnte de la música.

16. ¿Qué otras ramas del arte estimulan tu trabajo?

Pintura, grabado, serigrafia, escultura. Me gusta mucho el diseño gráfico tambíen aunque no sea un arte, todo lo que es armar pósters o stickers, etc. La parte más comercial de mis trabajos. El grafitti tambien me interesa mucho, los murales.
El cine y la danza tambien, sobre todo el ballet y todo lo relacionado a princesas, María Antonieta o historias de fantasía, Dsiney porque no.

17. Si sufrimos un ataque de Godzilla y tenés la oportunidad de salvar de sus garras a una banda o músico, ¿a quién salvarías?

A mi hermano Nicolás. Hace música electrónica, se llama psychotrance  el estilo que hace y viaja por todo el mundo con eso. Salvaría a él.

18. Si después de muerto volvés convertido en zombie ¿a quién morderías primero?

A Jorge Ernesto. Aunque sea zombie, humana, vampiro, no podría evitar muy egoistamente que esté conmigo.

19. En tu última obra ¿encontraste la imagen o la forma justa para decir lo que querías?

NUNCA. Y lo pongo con mayúscula porque nunca quedo satisfecha siempre pienso en como podria haber sido mejor. Creo que es algo que ni en 20 años voy a poder superar, se que va a mejorar pero uno nunca puede agarrar eso que ve o siente y ponerlo de la misma forma exacta.



Hechizo felino


Los Espíritus dan cátedra de misticismo en su último EP, El Gato.

Por Joel Vargas

Los griegos tenían una concepción cíclica del tiempo, todo se repetía. Primero llegaba una época de esplendor donde los dioses estaban radiantes en el Olimpo y los pequeños mortales bebían de la providencia del buen vino. Luego se sumergían en una era oscura, trágica, llena de parias y de dioses enfurecidos. Cuando volvía la luz otra vez desencadenaba  la oscuridad y así sucesivamente. El Gato, último EP de Los Espíritus, tiene esa magia: todo termina donde comienza, o comienza donde termina.

La canción que le da nombre al disco es la que abre el juego temporal. “El tiempo pasa lento para mi” canta Santiago Moraes y desnuda las sombras felinas. No está de más decir que Maxi Prietto quizás sea el último guitar hero de la escena independiente vernácula. Sus yeites y arreglos marcan a fuego el ritmo de todas las canciones. Si la consigna en Prietto viaja al cosmos con Mariano es experimentar y viajar con/por los sonidos, en Los Espíritus es “tripear” por la historia del rock clásico. En “El blus” Prietto se calza el traje de un viejo blusero y deslumbra con sus punteos en una pequeña suite demencial de doce minutos.  

El trip amarra en “Aunque nos vayamos” donde Moraes, la otra cara de la moneda,  ameniza con sus violas acústicas la épica western de Prietto.  El gran finale es “La sombra del gato”, Maxi demuestra su fuego sagrado con un solo místico y la rueda vuelve a girar. Un hechizo cíclico. 

Poesía: Juan Rux


[Meditaciones de baldío

Bebiendo
y fumando
dulces noches
de verano
con mis amigos perros
en el baldío
adivino
por qué me siguen
como mi propia sombra.

Yo también soy
un lobo domesticado
con un fuerte instinto natural
de asesino


[Don Vicente]

Armado hasta los dientes
vivía en el barrio de mi infancia don Vicente
era un anciano flaquísimo y chiquito
parecido al que aparecía en Benny Hill.

Con mis amigos
cascoteábamos su portón
y esperábamos que salga
para escondernos
en la oscuridad del pasillo
de los departamentos.

Desde el fondo
densamente negro
veíamos aparecer su silueta
recortada en la noche
con la escopeta
colgándole del brazo.

Conteníamos la respiración
en sólido silencio
hasta que don Vicente
seguía de largo
luego de aguardar algunos minutos
como un cazador
en la entrada al pasadizo.

A falta de un Italpark cerca
esa era
nuestra montaña rusa. 

[Poemas Febriles]

             I

Desde que descubrí
que tomando sólo
un poco de frío
podés cruzar
desde el polo norte al amazonas
en una misma noche
trepado al lomo de un jabalí salvaje
la fiebre me cae mucho más simpática

Lástima el hospital
y este olor a arroz que detesto.

[Poemas de la destrucción]


                   I

Sentado en medio de la arena
Me zumban los oídos
Ya nada existe
Salvo un niño
Hambriento y desnudo
Jugando con granadas.


                  II

Imagino y pienso
que sueño
un mundo
de destrucción y explosiones
con mis pies sumergidos
en la orilla del río
oyendo
los insectos en la tierra

desde el cielo
celeste y quieto
vendrán aviones
a romper
el silencio de este tiempo.

 

            III

Un gran pájaro sobrevuela
el océano de fuego
y lanza sus rayos
luminosos
sobre lo que queda de la costa
dorada
ya carbónica.

La desesperación animal
no sólo es la del ave
violácea
como las nubes y el humo
que la metamorfosean
son aún más salvajes
los gritos humanos
atolondrados
e incongruentes

no quedan aviones ni camiones sanos
no quedan torres ni antenas inútiles en la arena
o todo estuvo mal pensado durante siglos
o era esta la causa de toda humanidad

sin sitio para salvaciones ni arrepentimientos
no hay nada más que hacer
salvo contemplar con solemnidad
y parsimonia
el fin de las noches y los días.



[Sobre el autor]


Juan Rux, desastre prematuro del balompié refugiado a tiempo entre turbinas de colores, laderas de lápices, pinceles y tintas, valles sonoros, melodías como senderos, madrigueras de palabras. Casi campeón de metegol una vez. Amante de los experimentos fallidos. Admirador del silencio y de la verborragia. Alpinista urbano, aunque ya no. Apasionado de los misterios. Aprendiz y errante de todas las cosas. A veces fatalista y a veces esperanzador. Hincha de Gimnasia, siempre. Organizador del Festín Mutante.

[Contacto]

Micro-excursiones: Tom y la Bestia Bebé


[Micro-excursiones] es un cuestionario que va en busca de músicos y compositores, con el fin de conocer sus ficciones personales. Es una adaptación, algo transgredida, del cuestionario Proust. Las preguntas son simples e impersonales, pero a la vez pretenden ser un disparador. Es el primer cuestionario en donde las preguntas no importan. El merito y la inventiva corre por cuenta de los músicos.


Foto: Natalia Motorizada
[Mini-Bio o Auto-semblanza]

Hola soy Tom. Vivo en el barrio de Boedo, Ciudad de Buenos Aires. Soy hincha de Racing. Toco la guitarra y canto en Bestia Bebé y la batería en Go-Neko! Sólo miro tres programas: El Fútbol para todos, Estudio Fútbol y El Show del fútbol con Ale Fantino y su banda letal. La mejor película que vi en mi vida se llama Duro de Matar 3.

1. ¿Qué condiciones se tienen que dar para que empieces a componer?
Ninguna en especial, cuando sale, sale. Casi siempre cuando estoy al pedo y me pongo a tocar más tiempo.
2. ¿Cuál es tu héroe o antihéroe de ficción favorito?
Tengo muchos héroes, tener uno sólo es muy difícil.  Juan Salvo creo que es uno de los más grandes “antihéroes”.
3. ¿Qué talento desearías tener?
La suerte de Maxi López.
4. ¿Cuál es tu posesión más atesorada?
Y, no lo voy a poner acá. Igual seguro es una gilada.
5. ¿Cuál es para vos la manifestación más clara de la miseria?
El jefe de una empresa millonaria dedicada a la música, que no ama la música.
6. ¿Cuál es la cualidad que aprecias más en una mujer?
No lo sé, nunca lo pensé. No creo que haya diferencia entre hombre y mujer.
7. ¿Cuál es la cualidad que aprecias más en un hombre?
Tampoco sé la verdad. Está bueno que sepa jugar bien a la pelota. Cuando falta uno viene joya.
8. ¿Cuál es habitualmente tu estado mental?
No entiendo.
9. ¿Cuál es tu idea de felicidad?
Un asado interminable. No dejar de tener hambre y que la comida no se acabe nunca. Que no dejen de venir platos y seguir comiendo. Hermoso.
10. ¿Cuál es tu mayor miedo?
Que venga un marciano y nos obligue a todos a ver handball.
11. ¿Cuándo y dónde fuiste más feliz?
Hace 15 minutos, cuando el mate todavía estaba caliente y pensaba que iba a poder responder de forma interesante estas preguntas.
12. ¿Qué canción que hayas escuchado últimamente te hubiera gustado componerla vos?
Las canciones que me gustan mucho, me gustan porque las hizo otra persona, si la hubiera compuesto yo no sería lo mismo. Si tengo que poner uno, elijo ese que dice: “Johny, la gente esta muy loca”. Salvaba a toda la familia.
13. ¿Qué canción que hayas incluido en un disco o interpretado en vivo  no volverías a tocar? ¿Por qué?
Varias. Por ejemplo una que se llama “Máscara de la muerte”. Simplemente porque no me gustan más.
14. ¿Cuál es el peor disco de la última década?
El último de 50 cent.
15. ¿Qué libro te hace sonreír?
Yo soy el Diego.
16. Si sufrimos un ataque de Godzilla y tenés la oportunidad de salvar de sus garras a una banda o músico, ¿a quién salvarías?
A todos los amigos de LAPTRA menos a Marcos Antonio.
17. Si después de muerto volvés convertido en zombie ¿a quién morderías primero?
A Ricardo Iorio, lo quiero de mi lado.
18. En tu último disco ¿encontraste la forma justa de expresar lo que querías?
No, nunca me sale.

[Contacto]
bestiabebe.bandcamp.com
goneko.bandcamp.com
facebook.com/bestiabebe

Cáscara máscara



Jarabe de tu saliva
en la boca de un beso

Frasquitos de esperanza
en la mesa

Como cáscaras tiradas al suelo
tus ilusiones estaban

Alambre de púas
arañando tu espalda

Malparido
malparido
en formol y aldehído

Abrete seso con sésamo
(de lo) vernáculo y oráculo

En cada teta (que chupo)
busco la leche elemental
del principio

Cáscara máscara de banana
para que resbale tu cara
detrás de ella

Carajo
carajo
me subo al escarabajo

De locos, todo.

Alegría y nostalgia tras el reestreno de Locos ReCuerdos, la obra de Hugo Midón y Carlos Gianni. 


Por Lucía Cholakian


En 1995 Hugo Midón presentó por primera vez en la sala del Teatro San Martín la obra Locos ReCuerdos, una compilación de números de sus exitosas creaciones previas: “Vivitos y Coleando” 1, 2 y 3. Su partida en marzo del año pasado dejó un vacío enorme en la escena teatral infantil, y en especial, entre en sus colegas y alumnos de la escuela “Río Plateado”.

Después de un año de ausencia, Locos ReCuerdos se reestrenó en el Teatro Nacional Cervantes. La obra está colmada de magia, produce alegría y nostalgia. Se ofrece para todos, grandes y chicos, y se expresa de manera enérgica en todos los planos, palabras y movimientos.

Son siete los payasos reunidos para brindar, con una gran carga de belleza, una obra que aborda temáticas tanto del mundo fantástico como del real, en la que se incluyen alusiones (y críticas) a la sociedad de consumo, metáforas sobre el amor, la amistad y el sentido de lo colectivo por sobre el individualismo presente en la vida cotidiana.

“Locos Recuerdos me vienen a la memoria, surtiditas emociones, de aquellas que no se borran” entonan los protagonistas en el número principal. Le siguen las conocidas escenas de Locos por la Limpieza (hilarante número en el que cuatro payasos desquiciados expresan su pasión por la higiene y el orden) y, se destaca entre otros, el número de la Cenicienta que busca nuevos amores. El final de la obra llega con una de las canciones más bellas del universo midoniano, La Historia Interminable: “Vaya usted a donde vaya, estará siempre acá”, con esta frase de alguna manera se mantiene vivo el espíritu del maestro Midón. La puesta en escena es una forma de continuar con su historia y sus enseñanzas. Un “cierre” impecable, porque las obras de Midón nunca culminan en el último número, sino que continúan fuera de la sala, a partir de la reflexión y el diálogo de los chicos con sus acompañantes.

La belleza y el encanto de la  payasa Karina K, el carisma de Osqui Guzmán y la imponente presencia de Omar Calicchio (acompañados por Marcelo Albamonte, Denise Cotton, Mariela Kantor, Jorge Maselli y Pilar Menendez) sostienen en escena la estética del autor, como si los personajes hubieran sido creados para ellos. No puede dejar de mencionarse la impecable labor de la directora Lala Mendía y todo su equipo técnico. Está clarísimo que el objetivo principal de esta obra fue de mantener y respetar la forma de hacer teatro de Hugo Midón y, nadie, excepto ellos podría haberlo hecho con tanta perfección.

El teatro infantil hoy en día, al menos en ámbito comercial, está colmado (si no contaminado) por obras vacías de contenido, espectáculos que no confían en la capacidad fantástica de los chicos de entender, aprehender, aceptar y abordar los mundos que se les presentan. Midón creó una escuela teatral que desafía ese preconcepto, porque los chicos tienen una capacidad exclusiva para ver lo increíble en el mundo. Esto se ve reflejado en el público. Dos generaciones, padres e hijos, redescubriendo su infancia. Se produce un encuentro interior, que se hace visible en los gestos y en las caras. El rito se comparte, un verdadero regalo para estos días. 


[Ficha técnico-artística] 

Autor: Hugo Midón
Dirección: Lala Mendia
Con: Omar Calicchio, Karina K, Osqui Guzmán, Marcelo Albamonte, Denise Cotton, Mariela Kantor, Jorge Maselli Y Pilar Menéndez
Música: Carlos Gianni
Coreografía:Diego BROS
Vestuario: Mónica Toschi
Escenografía: René Diviu
Iluminación: Leandra Rodríguez

 [Funciones]

Sala: Teatro Cervantes, Libertad 815
Funciones: sábados y domingos, a las 15.
Entrada de $15 a $40

Narrativa: Algo flota suave


por New York

No sé. Había algo en él que me gustaba. Cómo se expresaba, con la cintura, con los brazos, con las manos y, sobre todo, con los labios. Habíamos ido con un grupo de amigos a Down Town Matías en Recoleta. Yo no lo conocía (era amigo de Malena) pero nos llevamos bien, hablamos de Pasolini y luego de Hitchcock y fumamos y tomamos cerveza casi a la par (él tomó más. Tomaba rápido, impasible). Entrada la noche, nuestros amigos se fueron y quedamos solos y pedimos más cerveza y me convidó un cigarro persa (así lo llamó él. Era fuerte y picante). Lo observé chupar el humo, contenerlo, encarar hacia la luna y soltarlo por la boca y por la nariz. Llevaba una camisa azul de cuello blanco arremangada hasta los codos. Dijo que tuvo un sueño en el que le organizaban una fiesta sorpresa y allí estaban Jimmy Stewart y Janet Leigh y Cary Grant y Grace Kelly y Kim Novak, todos con bonetes y silbatos, abrazándolo y besándolo; se rió mucho de ello. Pedimos otra cerveza y yo me notaba más liviano y me gustaba eso porque era lo que estaba buscando, todo parecía ser una buena idea y me sentía muy relajado.
Así pasó y fue algo nuevo para mí (no para él) y decidí que no me había llamado la atención y que no me apetecía volver a hacerlo.

Unos años después viajé a Italia, mi plan era quedarme un tiempo. Tenía 25 años.
Busqué trabajo en Pésaro pero la cosa estaba difícil. Para ahorrar dinero les pedí alojamiento a unos amigos que vivían allá (Daniel y Gastón). Me habilitaron un cuarto que no usaban, que solo tenía un armario y una ventana que daba a un muro y el piso era de cemento. Allí tiraron un colchón muy fino y yo me instalé como pude.
Día a día salía a buscar trabajo.

Daniel y Gastón estaban bien conectados y asistían a fiestas en la parte rica de la ciudad, en pisos enteros, generalmente muy ornamentados, donde muchas personas hablaban unas con otras y el servicio se escabullía entre ellas sirviendo champagne y ofreciendo bocadillos. Daniel y Gastón me invitaban a veces, decían que era una buena oportunidad para practicar mi italiano.

Era un piso en la Viale Trieste. Habían unas sesenta personas de entre veintitrés y cincuenta años, todas sosteniendo una copa o un vaso. Todos parecían conocerse entre sí. Gastón se entretuvo con una danesa que sujetaba una pequeña cartera roja como si fuese uno de sus órganos vitales. Daniel me presentó a un grupo de jóvenes escritores y luego subió junto a Anna (su chica) a la terraza. En el grupo de jóvenes escritores había uno fornido y peinado con esmero que se llamaba Francesco y que dirigía el curso de la conversación. Hablaba de Ítalo Calvino.
- ¿Cómo se entiende? –dijo- Uno no puede vivir y escribir en esas condiciones.
Según Francesco, Ítalo Calvino nunca había pisado el Museo del Prado ni contemplado un original de Velázquez por lo que quedaba inhabilitado para escribir o para realizar cualquier tipo de arte, incluso para vivir.
- El artista debe interesarse más bien poco por el arte de los demás -disintió uno de anteojos de grueso marco rectangular-  El auténtico artista hace foco en su arte y en nada más.
Hasta ese momento yo no había dicho mucho y todos me miraron esperando que diga algo y me las arreglé para seguir la conversación. No estaba muy de acuerdo con la forma en la que habían abordado el tema pero no era momento de iniciar una discusión. Expuse una pseudo-teoría que elaboré en ese mismo momento y la teoría tuvo éxito y cada uno del grupo dio su opinión y luego cambiamos de tema. Era fácil conversar con esas personas. Eran animales sociales.

Más tarde me hice llenar la copa y salí al balcón desde donde se podía ver el Adriático. Permanecí inclinado sobre la baranda, inspirando el aire y observando los reflejos de la luna en el agua hasta que un hombre entró en el balcón y yo me di la vuelta para verlo. Era alto y llevaba un saco marrón anaranjado de una tela apenas reluciente y unos pantalones negros que le ajustaban debajo de las rodillas y un cinturón ancho de cuero con una gran hebilla maciza y brillante. Me saludó con la mirada y del bolsillo de su saco extrajo un paquete de cigarrillos y le dio unos golpecitos en el dorso de modo que dos cigarrillos se asomaron.
- ¿Fumas?- me dijo, acercándome la caja.
- Gracias- dije y me aseguré de que viera mi sonrisa y tomé uno y me lo puse en la boca.
Él sacó el otro y se lo puso en la boca y extrajo un encendedor y me encendió el cigarrillo y luego encendió el suyo.
Su nombre era Marcello y conocía al dueño de casa porque la madre de sus respectivas hijas era Susana, una actriz italiana de los sesenta que ahora se dedicaba a la producción. Marcello había dirigido algunas películas a sus veinte años y luego lo había dejado; según él, no le quedaba nada por decir. Ahora no hacía gran cosa, más que asistir a fiestas y dar paseos en su coche y tomar aperitivos después del mediodía. Parecía estar muy a gusto allí, en la noche, rodeado de voces que el viento traía, fumando despacio, hablándome. Habló de una hermosa rosa de papel que una buena amiga le había hecho con una página de La Stampa y que él había perdido. Yo le escuché y dije alguna cosa y luego continué escuchando y tomé de mi champagne y, a decir verdad, pasé un buen rato.
Me dio sueño y me despedí de Marcello y conseguí un taxi y me bajé antes para no gastar tanto y caminé hasta la casa de mis amigos y luego entré en mi cuarto que olía a polvo húmedo y me arrojé sobre el colchón fino y sentí el piso, lo sentí en todo el lado izquierdo de mi cuerpo y permaneció doliendo hasta que me dormí.

Tuve varias entrevistas para puestos de cualquier tipo: administrativo, mensajero, camarero, playero, etc., todas con resultado negativo.
Ese día caminé como ningún otro y hablé con varios encargados de los restoranes de la costa y nadie necesitaba siquiera un ayudante de cocina y volví a la casa cuando caía la noche, resignado.
Luego de la cena, Daniel y Gastón me dijeron que ya no podían hospedarme más, que lo sentían y que debía buscarme otro lugar. Dijeron que estaría bien que me mudase a fin de mes (faltaba una semana). No les pregunté por qué ni les opuse resistencia alguna, sólo les agradecí por la hospitalidad que me habían prestado hasta el momento.

Amanecí al otro día y todo parecía haberse vuelto más pesado y complejo. La sola idea de salir de la habitación representaba una cantidad inabordable de alternativas que me superaba de antemano. Dejé la persiana baja. Eran las once de la mañana. Debajo del colchón tenía un paquete de cigarrillos con cinco adentro. Fumé uno tras otro, sentado en el colchón, recostado sobre la pared, contemplando la oscuridad, con líquido en la mente. Cuando acabé, miré el reloj y eran las doce y media. No tenía hambre. Necesitaba más cigarrillos.
Así la semana se consumía y conté mi plata y faltaba poco para que me quedara solo lo justo para el viaje de vuelta. No quería volver de esa forma. No era un final que pudiese entender.

Era viernes y estaba haciendo tiempo para ir a la aerolínea a comprar mi pasaje. El estómago, lleno de café y amargura, me dolía. Entonces recibí un llamado. Era Marcello. Quería saber si iba a estar libre a la noche. No era un llamado que podría haber esperado y me tomé unos minutos para recordar a Marcello y entonces tuve una fuerte intuición sobre de qué iba la cosa. Y lo pensé otro poco y luego le dije que estaba libre.
En el Moleto de la Viale Zara, él tomó un Black Russian y yo un Red Label. Estábamos sentados de cara a la playa y con lentes de sol y el viento nos besaba con calma. Él llevaba una camisa clara con los tres primeros botones desabrochados y de su oreja derecha colgaba una luna negra y hablaba de Almanta Suska, con la que había trabajado en sus años de director.
- Tenía una moral blindada- dijo- Y solo podía representar un personaje- tomó de su Black Russian- Y eso no es poco. ¿No te parece?
- Algunos no pueden representar ninguno- dije.
- Exacto.
Luego dijo que a los actores-instrumento hay que engañarlos para que logren una actuación más convincente. El director debe moldear la psiquis del actor, es su prerrogativa. El actor es imagen, luego no hay nada.
- ¿A quién pertenece la imagen del actor?- se preguntó.
Así continuó hablando, muy cómodo, sin demasiada excitación, y yo lo escuchaba y empecé a darme cuenta de que me encontraba interpretando un personaje, silente y misterioso, dueño de una espesa vida sugerente que prefería guardar para mí mismo. Aparentaba conocer la profundidad de los temas y a la hora de opinar solo revelaba pequeñas pistas. Eso creaba una ilusión nítida, perdurable.
Saboreé mi whisky y me dejé hundir plácido en la niebla alcohólica; la noche se consumó temprano. Marcello pagó las bebidas y me invitó a su casa.

El fin de semana dejé la casa de mis amigos y me mudé al Hotel Il Cupone en la Via Belvedere.
Pocos días después, Marcello volvió a llamarme. Y luego llamaron amigos de Marcello. Algunos me citaban en el Scimmia, un bar del ambiente, en la Via Giuseppe Massini. Cuando mi teléfono no sonaba acudía al Scimmia para conocer personas. Nunca faltaba alguien dispuesto a invitarme una copa. Eran gente discreta y agradable.

            Siempre ocurría más o menos lo mismo. Ellos tenían muchas ganas de hablar. Algunos eran más felices y otros más tristes. Sea como fuere, yo los escuchaba con entusiasmo distante. Sabía que, en realidad, no era a mí a quien hablaban y eso me inspiraba. Pagaban los tragos y yo bebía,  interpretando mi personaje. A veces preguntaban sobre mí y yo decía muy poco. Eso era lo que buscaban. No querían a otro como ellos, querían alguien mejor y yo sabía cómo dárselos. No era que me gustase hacerlo. Simplemente era algo que se me daba muy bien. Era realmente bueno.
            Me mudé a un departamento en la Viale della Vittoria y compré mucha ropa, buena ropa. Sólo trabajaba los fines de semana y el resto de los días lo ocupaba en escribir y en recorrer los bares de la ciudad y en ir a la playa. Cerca de mi casa estaba el Mezzanotte y yo acudía allí y hablaba con el barman que se llamaba Pablo y era de Ecuador y le gustaba The Zombies y The Kinks y T-Rex.
Incluso viaje a Pisa y a Bologna y a Nápoles. Hermosas ciudades.

            El sol anestesiaba el cuerpo y yo estaba en cubierta y miraba el mar intentando ver peces bajo el agua. Sonia bailaba junto a Isabella. Pietro le enseñaba a Rosanna cómo sujetar el timón. Llevábamos allí unas siete horas y habíamos tomado mucho y habíamos nadado y nos habíamos bronceado y ahora Pietro había puesto la música muy alto. Isabella me preparó un trago con gengibre y me dio un pequeño beso y luego me llevó a bailar junto a Sonia. Todos estábamos muy eufóricos y pasamos una noche genial y la tierra estaba muy lejos y a nadie le importaba.

En el Mezzanotte conocí a Chiara. Era alta y castaña y tenía la piel muy blanca y unas tetas ruborizadas y de buen tamaño. Era estudiante de Artes en la Universidad de Bologna y tenía unas caderas un tanto anchas desde las que bajaban unas piernas fuertes. Estaba en Pésaro de vacaciones. Sola. Mientras tomábamos sentados a una de las mesas cercanas a los baños me contó que pasaba el tiempo leyendo manga, de todo, pero particularmente una serie llamada Naruto y que también iba mucho a la playa a mirarse los dedos de los pies entre la arena y pensar, pensar sin apetito. Con Chiara se podía hablar de todo, así que aproveché a hacerlo y nos vimos varias veces, siempre en el Mezzanotte para luego terminar en mi casa. A veces dejaba que se quede a pasar la noche. Me gustaba levantarme y encontrarla en el balcón respirando el aire estival.
Además de Chiara me veía con Leticia. Leticia era una amiga de mi hermano que había viajado a Europa y, luego de recorrer las principales ciudades de la Europa occidental tuvo el deseo de quedarse a vivir un tiempo en Italia. A través de mi hermano me contactó para que le consiguiese un piso barato y así lo hice. Alquiló en la Vía Luigi Galvani, cerca del Hospital San Salvatore, a quince minutos de mi casa (en colectivo). Leticia era morena y tenía una pequeña cintura y unas pantorrillas hermosas y una sonrisa inocente. Era toda frágil y escurridiza y le gustaban los cupcakes como a mi me gusta el whisky. Hablábamos mayormente de cine (era fanática de las Queer Movies) y de personas y de cómo estas se comportaban y de porqué creíamos que se comportaban así. Elaboramos varias teorías, algunas descabelladas, otras incoherentes, y otras muy en serio. Íbamos a las ciudades cercanas a recorrer las calles a pie hasta que nos cansábamos y nos metíamos en un bar. Un día quiso saber cómo era que vivía como vivía sin trabajar y le conté a qué me dedicaba, tranquilamente, sin vueltas y sin hacer chistes y ella pareció tomárselo bien y nunca más tocamos el tema. Normalmente cogíamos en su casa y era un sexo cariñoso y completo y saludable.
            Y luego estaban las otras chicas, las chicas que conocía en fiestas, chicas animadas y autosuficientes, buscando un poco de diversión real.

            Paolo era de Rímini. Viajaba los fines de semana a Pésaro y frecuentaba el Scimmia. No era nada amanerado y tenía una nariz triangular y cejas de vikingo. Era productor de espectáculos. Produjo el recital de Black Kids en Roma, el Cirque du Soleil y la Sinfónica de Rivoldi, entre otras cosas. Me hizo un relato muy entretenido de cómo fue que participó de extra en una película de Roberto Benigni. Tenía un don especial para contar historias. Siempre vestía bien y usaba un pañuelo atado al cuello, cada noche de distinto color. Las primeras veces me pagó las copas pero luego ya no dejé que lo haga. Me caía realmente bien. Con él no era como con los demás. Con él yo hablaba y participaba activamente en la conversación y no intentaba resultar misterioso ni nada que no fuese yo mismo. Con Paolo incluso nos veíamos fuera del Scimmia. Lo invité varias veces a recorrer los castillos medievales de los pueblos vecinos y él me invitó a la presentación en un pequeño bar de Rímini de una banda que según él estaba en ascenso (no me parecieron buenos). Y un día vino a mi casa y cenamos pollo y vimos Bullet y luego Al este del Edén y luego me abrazó y me buscó la boca y lo aparté.
- ¿Qué no está bien? –dijo
- Nada-dije- Todo está bien. Solo que sabes que eso lo hago para vivir.
- Pensé que esto era diferente.
- No. Lo siento.
Intenté levantarle el ánimo pero no lo conseguí.
Dejó de venir por el Scimmia.
Lo llamé y no atendió.

           
            También disfrutaba de ir solo al Compagno, en la Viale dei Partigiani. Pero no pasaba mucho tiempo hasta que alguien me saludaba y se sentaba a mi mesa. A veces era Andrea (un amigo de Chiara). A veces era Remo (el gerente del club de playa). A veces era Fabiano (el empleado de la disquería). Entre muchos otros. Cada uno se acercaba a contarme lo suyo, anécdotas que los retrataban como héroes o como antihéroes pero que siempre dejaban bien en claro que ellos habían sido los protagonistas. Y me invitaban a fiestas. A fiestas en la casa de playa de Dino Mugati, a fiestas en la terraza de Isabella Solda (desde la que se podía ver las luces de Fano), o fiestas en las calles del Ritorno (en las que cerraban el barrio y adornaban todo con máscaras de carnaval pegadas en las fachadas y cubrían el alumbrado público con celofán de distintos colores e instalaban unos potentes equipos de sonido y la gente colmaba las calles y todo era muy encantador). Me gustaba hacerles preguntas para desentrañar la lógica de sus comportamientos y por lo general descubría que hacían todo lo indicado para no obtener lo que más deseaban (y ellos no lo sabían). Me nutría de ellos y luego escribía sobre personajes inspirados en ellos.

            Leía un libro de Douglas Coupland y tomaba limonada con avena cuando este hombre se sentó a mi mesa. Eran las seis de la tarde. Lo tenía visto del Scimmia, siempre estaba en alguna de las mesas entre la barra y la máquina expendedora de cigarrillos, nunca se había animado a hablarme y no sé porque se animó ahora y ahí, en el Compagno. Dijo que se llamaba Bruno y era vendedor de coches y hablaba muy lento y grave y era casado. Le permití quedarse e hice mi número de siempre. Entonces noté que dos hombres de otra mesa me miraban. Parecían gemelos y ambos tenían un mentón exagerado y estaban tatuados y el de la derecha tenía un párpado caído. No eran del Scimmia y no estaban buscando eso. Buscaban problemas.
            Bruno se levantó y fue al baño y yo me recosté sobre mi asiento y entrelacé las manos detrás de la nuca y observé a los hombres como si estuviese observando el tráfico nocturno. El del párpado caído murmuró:
- Maricón.
Continué viéndolos, relajado.
- Maricón- volvió a decir el del parpado caído, esta vez más fuerte.
- ¿Cómo? – dije.
El otro se rió y le dió un suave golpe en el brazo al del párpado caído y este también se rió y ambos tomaron de su cerveza.
Me paré y caminé hasta ellos.
- ¿Cómo?- repetí.
Ellos se pararon y uno me empujó y yo le lancé un gancho que le dio en la oreja y le hizo inclinarse de dolor y el otro se abalanzó y me dio con la derecha en el pecho y yo caí y me golpeé la cabeza contra la barra. Me levanté y barrí al que me había derribado y este cayó y yo tomé un vaso de sobre la barra y se lo arrojé a la cabeza pero fallé y el vaso estalló contra el piso. Retrocedí unos pasos y ya tenía al que golpeé primero encima. Esquivé un golpe y le di en ese mentón ridículo que tenía y le hice retroceder y me acerqué y le volví a pegar en la cara y cayó estrepitosamente. Entonces el otro, ya recuperado, me pateó en las rodillas y yo logré mantenerme en pie y me cubrí el golpe que me lanzó a la cara y lo empujé y esquivé otro golpe y le hundí mi pie en su pecho y salió disparado y golpeó contra la pared y cayó. Tomé una silla y se la arrojé con todas mis fuerzas y ahí permaneció, en el suelo, junto a su gemelo, ambos abatidos.
            Miré a Fiorenzo (el barman) que me dijo que era mejor que me vaya y así lo hice.

            Cada tanto me topaba con esta clase de personas ¿Qué era lo que les sucedía? Por allí andaban, con sus miradas y sus murmullos. ¿Qué era lo qué los alarmaba? ¿Acaso mi forma de vida les hacía pensar en su fracaso? ¿Acaso yo era el término que les jodía la ecuación? No sé. Siempre estaban allí rondando con su ímpetu normalizador y su civil cobardía. ¡Vamos! Les hubiese dicho. ¡Despierten ahora! Pero no valía la pena, eso hubiese sido entrar en su juego y ellos eran más y tenían las de ganar. A la mierda con ellos. A la mierda con su miedo inveterado.
           
             Siguieron meses muy entretenidos. Muchas salidas al pequeño cine que abrieron en Montelabbate (con Fabiano), cesiones de buceo en las playas de Ancona (con Chiara), party crashing (con Remo y, a veces, solo). Compré una ingente cantidad de aparatos tecnológicos y cuando ya no tuve lugar donde ponerlos, tuve que mudarme. Me mudé a la Viale Gorizia, a un piso entero, a pocas cuadras de la playa. Conocí a Ernesto que me conectó con Máximo y ambos se ofrecieron a promoverme para trabajar en Roma y yo acepté. Dejé de frecuentar el Scimmia y cada fin de semana me trasladaba a Roma y asistía al Ozone donde la gente estaba forrada en dinero y pagaba mucho más y el ambiente era más seguro. Aparecí en una publicidad de L´ancome (un breve cameo) con lo que mi caché aumentó en un doscientos por ciento y compré un Lamborghini Estoque y un abono en el club de playa. Me pagaban por asistir a fiestas en la casa de un diputado y por asistir a desfiles de moda (solo por ocupar un asiento) y hasta pasé una noche con un actor muy conocido (Australiano). Sentía una agradable vibración en mi piel y una liviandad en mis hombros y yo sabía que se trataba del paso del tiempo rendido a mis pies.

            Hasta que un día atardecía en Trevi (Roma) y yo estaba en un bar desde donde podía ver como el sol se deshacía tras los edificios y el batido que tomaba sabía a espera y mi pierna izquierda temblaba ligeramente y estaba junto a Gennaro. Gennaro era del Ozone donde me había invitado a una copa pero luego se había marchado y ese mediodía me había llamado e invitado al Revolo en Trevi. Era alto, manos grandes, piel curtida. Su pelo parecía grafito y lo llevaba muy corto y su frente era amplia y en ella se veían unas pequeñas líneas de expresión que se entrecruzaban en el centro donde la frente parecía hundirse apenas, como si allí se alojase un tercer ojo. Tenía alrededor de cuarenta años.
            Creo que lo había mirado a los ojos sólo una vez cuando me tomó la mano y sentí el dinero en mi palma y luego me soltó y los billetes cayeron al suelo.
- ¿Qué sucede? - preguntó.
            Observó el dinero tirado y yo reparé en su tercer ojo. ¿Qué me sucedía?
            Sentía vergüenza. Por primera vez sentía vergüenza y pudor. Y no podía hacerlo. Simplemente ya no podía.
            Me disculpé y me retiré, como un sonámbulo.

            No aparecí por el Ozone por tres semanas y recibí la llamada de Ernesto y Máximo y les dije que ya no estaba dispuesto a hacerlo. Lo lamentaron mucho pero no intentaron convencerme.
            Pase dos, tres meses en mi piso, pensando. Finalmente llamé a Leticia y le conté lo que había sucedido y me dispuse a disfrutar del dinero que me quedaba (No estaba en mis planes volver a buscar trabajo). Vendí el Lamborghini y me mudé otra vez al departamento en la Vía della Vittoria y estuve mucho tiempo recorriendo todo Italia junto a Leticia y luego invité a Chiara a Mallorca. Pasamos unos días increíbles y le dije que a fin de año dejaría Europa.
           
Cuatro meses después, el avión se elevó y, sospechosamente, no era nostalgia lo que sentía. Era otra cosa.
           
                                                                                                      Diciembre de 2011


[Sobre el autor]

Joven autor del barrio de la paternal, voraz lector desde que tiene memoria, ha pasado más de lo recomendable frente a su computadora pensando historias. Ha escrito, corregido, rescrito y vuelto a corregir. Ha publicado poco, a modo de tímido ensayo, pero piensa publicar mucho cuando su obra esté lista, con un estilo que él ha dado en llamar –y cree que con eso lo dice todo- shoegaze. Por el momento, continúa peleando fuerte, delineando su identidad. Además, se ha recibido de abogado, ejerce de periodista de rock y disc jockey, y es miembro del grupo de escritores Lapsus Cálami. Un grande.

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