menucito

Poesía: Jotapé Rodriguez



[Roberto]

Viviste en el inframundo mexicano
juntándote con una caterva de poetas andrajosos
hasta que volviste a tu país
pero te recibieron con cárcel y carabinas,
decidiste entonces dejar la noche chilena
y bañarte en las tibias aguas de Blanes
cuidando de tu madre enferma
durante un no muy amable invierno catalán
en el que te congelaste las manos escribiendo
sin parar para darle de comer a tu hijo.

El éxito te era esquivo, los editores
(los que luego te alabarían)
te rechazaban ignorando tu genio
pero siempre creíste que jugarías en primera
a pesar de ese cuervo nazi 
que te comía el hígado.

Y escribías adictivamente
como un yonqui sin dormir y sabías
que tus libros quedarían
pero no te la creíste nunca.
Cuando te preguntaban en que andabas:
“escribiendo una novelita” respondías
y al convertirte en salvaje 
te llegaron los laureles
pero seguiste trabajando duro para dejarle
el sostén asegurado a tus chicos.

Recorriendo el desierto de Sinaloa en un Impala destartalado
buscabas a la mujer que te había tenido por Cesárea
y descubriste que lo importante no era encontrarla
sino más bien que había algo lúdico en el camino recorrido
que se hacía duro a causa de ese hígado marchito que heredaste
tal vez de tu padre boxeador. Ese hígado que no alcanzaría 
a ver tu gloria.

¿Acaso te faltaron 2666 días más de vida?
(acaso no te hacían falta)
porque vos sabías hacia dónde estabas yendo
vos sabías que llegarías
hasta esa estrella distante.

Visuales: Flor Infante


[Sobre la artista]

"Tengo 24 años y estudié artes visuales con orientación en grabado, pero lo que más amo en realidad, es dibujar. 
Dibujo sobre el amor y el deseo constante. Sobre la tensión y el desencanto. La deformación de esos cuerpos que fueron hechos para amar y acabar. 
Yo creo las ganas infinitas." Flor Infante

[Contacto]

Pop para divertirse

Usted está aquí propone un recorrido atípico, dejando que su público adquiera un rol altamente protagónico, y logra una propuesta que marca la diferencia en la escena teatral actual.

Por Nicolás Gallardo

Ni bien uno llega al Centro Cultural Konex y consigue su entrada, somos invitados a formar una fila para poder apreciar una obra de la que mucho se espera, pero poco se sabe. Escucharemos especulaciones y teorías acerca de lo que va a suceder en instantes por los que serán nuestros compañeros de grupo, aunque la única certeza que se tiene es que nos dieron la consigna de concurrir con ropa cómoda.

Los murmullos se verán interrumpidos por una azafata que anuncia el comienzo del espectáculo y nos recuerda que nada de lo que estamos a punto de ver se encuentra sujeto a un pacto de confidencialidad. Dicho esto nos hace dar la vuelta y caminar media cuadra por la calle Sarmiento, abandonando la clásica entrada al Konex. Esta vez nuestra aventura empezará por un lugar impensado, y anticipamos: no será la única sorpresa.

Con una promesa que impide la divulgación mediando no podremos contar mucho de lo que pasa en este extraño establecimiento, pero sí comentar que Usted está aquí permite a sus espectadores formar parte activa en su desarrollo. Con una cuarta pared inexistente, los más de treinta actores participantes nos harán preguntas, exigirán respuestas y hasta obligarán a bailar a más de uno para abandonar todo tipo de inhibiciones. Esto hace, además, que cada función sea única y que los actores deban improvisar conforme a nuestras intervenciones; tarea que desempeñan con versatilidad y maestría.

Estaremos frente a personajes e instituciones estereotipados en exceso, pero es esta característica la que nos habilita traer a colación gran parte de nuestro imaginario popular. Nos veremos reflejados en algunos de ellos, y otros nos recordarán a conocidos y personalidades varias. El ”estar ahí” también se vuelve posible gracias al increíble trabajo de escenografía a cargo de Valeria Martínez y Jimena Gaillour, con ambientaciones bien resueltas y un muy eficiente aprovechamiento del espacio provisto por el centro cultural.

La propuesta de Natalia Chami y Romina Bulacio Sak es una invitación al entretenimiento; a dejar que toda idea y movimiento fluya por una noche sin prejuicio ni peligro alguno porque, a fin de cuentas, se supone que nadie puede comentar palabra alguna cuando el acontecimiento acabe. Una experiencia ideal para concurrir acompañado por personas que estén dispuestas a encarnar muchísimos personajes en un entorno que invita al delirio. Nos encantaría contar mucho más, pero quien escribe también accedió al contrato.

[Funciones]
Usted está aquí se presenta los martes y miércoles a las 20, 20:30, 21 y 21:30 hs., en el Centro Cultural Konex (Sarmiento 3131). Se recomienda concurrir con calzado cómodo, dado que hay que caminar la mayor parte del tiempo. Por el mismo motivo las personas con movilidad física limitada podrían tener inconvenientes en el seguimiento del espectáculo

Micro-excursiones: Gabriela Cabezón Cámara

[Micro-excursiones] es un cuestionario que va en busca de escritores, con el fin de conocer sus ficciones personales. Es una adaptación, algo transgredida, del cuestionario Proust. Las preguntas son simples e impersonales, pero a la vez pretenden ser un disparador. Es el primer cuestionario en donde las preguntas no importan. El merito y la inventiva corre por cuenta de los escritores.

[Autosemblanza

Tengo casi 45 años. Desde casi siempre, unos cuarenta años, un lugar a solas con un librito me parece el lugar más seguro del mundo. Vivo, claro, sola y, claro también, tengo una enorme cantidad de libros. Ahora, hace menos de un mes, tengo un cachorro que vive en casa cuatro días por semana, los otros tres los pasa en casa de mi pareja. Nos llevamos bien: me dejan leer en paz. Los dos. Más o menos al mismo tiempo dejé de fumar. Antes, escribí unos libros, “La Virgen Cabeza” (Eterna Cadencia, 2009), “Le viste la cara a Dios” (Sigueleyendo.es, 2011 y La isla de la luna, 2012). Y una novela gráfica con Iñaki Echeverría, “Beya. Le viste la cara a Dios” (Eterna Cadencia, 2013). Acabo de terminar una novelita. Y ayer escribí un cuento. Sin fumar. Veremos cómo sigue la cosa.


[Micro-excursiones]

1.      ¿Qué condiciones se tienen que dar para que empieces a escribir?
Tengo que estar sola, tener una computadora, una silla y una mesa. Necesito bastante tiempo para concentrarme, unas horas, no puedo escribir de a veinte minutos.


2.      ¿Cuál es tu héroe o antihéroe de ficción favorito?
Harún Al Rachid, el califa más divertido de Las mil y una noches: se disfrazaba de mendigo, por ejemplo, y se iba a dar vueltas por su reino a ver qué  pasaba. Pasaba de todo. Madame Bovary, por lo desesperadamente moderna.


3.      ¿Qué talento desearías tener?
El de vivir sin tener que ir a trabajar a diario.


4.      ¿Cuál es tu posesión más atesorada?
No se me ocurre. Muchas veces es una lapicera, a veces un par de anteojos, a veces una computadora: pero los pierdo y sigo tan contenta. Tal vez la biblioteca entera; tampoco me desmayo si pierdo algunos libros pero la idea es el colectivo, tener muchos a mi disposición. Desde ese punto de vista, debería sumar al iPad.


5.      ¿Cuál es para vos la manifestación más clara de la miseria?
No tener casa, andar con una mochila y unas cajitas pidiéndole a los amigos que me alberguen. Trabajar doce horas por día.


6.      ¿Cuál es la cualidad que aprecias en los seres humanos?
Cualquiera, tener una virtud ya es mucho, soy tolerante, aprecio los matices.


7.      ¿Cuál es habitualmente tu estado mental?
Suelo estar un poco ajena, como aislada de lo que me rodea, pensando en otra cosa, algo así. Es un poco parecido a la confusión pero cuando se ordena era que estaba pensando en otra cosa y muchas veces sirve. Otras muchas es confusión nomás.


8.      ¿Cuál es tu idea de felicidad?
Un lugar lindo, ya sea mi casa o una isla en el Delta o una plaza o una terraza. Tiene que haber sol, hacer un poco de calor. Tengo que tener algo para leer a mano. No viene mal un poco de vino. Y amigos que compartan todas estas pasiones y un par más, como para poder planear algo juntos.


9.      ¿Cuál es tu mayor miedo?
No tener dónde vivir.


10.  ¿Cuándo y dónde fuiste más feliz?
Acá, ahora: entra el sol por la ventana, el cachorro duerme en algún lado, está por llegar mi novia, estuve escribiendo un poco, a la noche vienen a comer unos amigos de México que comparten algunas de mis pasiones.


11.  ¿Qué libro que hayas leído te hubiera gustado escribirlo vos?
Las mil y una noches.


12.  ¿Cuál es el peor libro de la última década?
Uh… tantos. No sé, son miles. De los que a muchos que conozco les gustan y a mí nada, podríamos poner cualquier novela de Murakami, por ejemplo.


13.  ¿Qué texto (cuento, poema o libro) no volverías a publicar? ¿Por qué?
No publiqué tanto, no me arrepiento de nada.


14.  ¿Qué disco te hace sonreír?
No sé, cualquiera, en estos días podría ser alguno de Spinetta, hace frío, me dan ganas de cantar arriba de un disco.


15.  Si sufrimos un ataque de Godzila y tenés la oportunidad de salvar de sus garras a una banda o músico, ¿a quién salvarías?
Al que esté más a mano.


16.  Si después de muerta volvés convertida en zombie ¿a quién morderías primero?
Morder a alguien sería convertirlo en algo parecido a mí misma para que me haga compañía? Si así fuera, a otro que sea bastante solitario y me deje leer en paz, tal vez a Stephen King mordería para ver qué cuentos inventa que le den miedo a una zombie.


17.  En tu última obra ¿encontraste la palabra justa para decir lo que querías?
No sé si una, un montón más bien, si alcanzara con una más bien supongo que me dedicaría al arte visual: pondría esa palabra a escala gigantesca con los más diversos soportes, uno por letra, suponiendo que la palabra tuviera más de una, y trataría de meterlo en algún museo y cuando viniera alguien, público, periodistas o colegas, y me preguntaran cosas no tendría nada que decir más que, justamente, esa palabra.

[Contacto]

@cabezoncamara

Razones para sospechar: Encanto, de Atrás Hay Truenos

Una aproximación al nuevo disco de la poderosa banda neuquina. Una punta del interesante ovillo de guitarras y letras sospechosamente light.

Por Sebastián Rodríguez Mora

Encanto cover artBlanco, blanco como esta hoja. Viento shoegaze, arpegios y bases de viola tendiendo a la hipnosis. Un inicio ineludiblemente pop con “Alejandro el cheto”, herencia de esta época de canciones. Encanto es un disco para equivocarse, porque detrás de la potencia hay una cosa como de alejarse del cuerpo, de la carne que sufre el frío del invierno en Buenos Aires, la ciudad que recibió a estos neuquinos en el centro de la escena independiente hace un par de años. Son 30 y pico de minutos para creer que la idea viene por este lado, pero al final no.
Engañan la tapa y su arte cálido, casi como poner esos cuadros de Vermeer a vivir. Otra vez, engaña la energía liberándose en forma de optimismo instrumental de “Un kilo”, porque pareciera que sonaran adentro del ambiente en que se está parado, sin embargo pasado ese momento la voz de Robi y Diego está un poco deshumanizada, colgada: “Piso en el barro/en este pantano/todo es conocido/en este pantano/y vuelvo al principio”. La misma imagen que se puede tener de las cosas está corrida, desfasada en “El pantano”. Reconocer tus huellas en un cenagal implica necesariamente un poco de conocimiento del terreno, de repetir el chapoteo una y otra vez, como un laberinto que se habita. Pero en la música es donde todo se extraña y se complejiza, se vuelve reflexivo; un paso apenas más atrás del día a día humano.
Grabado en Estudio El Árbol y disponible en Bandcamp desde fines de abril de 2013, la última placa de AHT tiene una joya despojada, prolija, sobria que se llama también “El Encanto”. Con alguna que otra reminiscencia a Viva Elástico, no hay dudas de que este tema resume la intención del disco: sensibilidad para construir una base melódica que se va inundando de guitarras a puro efecto, para lograr un pico de épica sonórica justo antes del final. Y las voces como buscando, pintando con un pincel de notas acariciables. Sin dudas el punto más alto del disco.

En resumen, vale la segunda, tercera, milésima escucha, para ir desentrañando lo oculto en el superficial encanto del álbum, que cierra a toda marcha de pedales en “Por el río”. Es algo como lo que ocurre con Los Reyes del Falsete: esas guitarras ligeras esconden un vivo asesino y atronador. Y esta nueva versión de AHT se presta para que nos acerquemos al escenario cuando ellos estén ahí arriba, desatando la tormenta meticulosa y compleja de sus canciones.

Poesía: Gustavo Weisberger

All my art is on you but you still don't hear me Art Print

by Agnes-cecile


En memoria de Luis Alberto Spinetta.


La sanación definitiva

No sé que hacer y entonces voy a la biblioteca
y agarro un libro cualquiera y lo abro en una página cualquiera
y leo: “el corazón está en su sitio y duele.”


El paseo que me corresponde cada tarde

Al perro lo suelto en la plaza
y corre levantando polvareda, cartones de vino y algo de pasto.
lo veo alejarse y perderse entre los árboles
y después buscarme como loco.
Entonces: Bendito el que no mira el cielo para nada
y sí mira a quién arroja botellas a las vías del tren
y a ese otro pibe haciendo fueguito en la soledad del otoño.


Un hueso nuevo

Poner la casa a oscuras un lunes después de trabajar algunas horas,
con poca guita ganada en la calle
y con un niño perdido desde la noche anterior según informa el noticiero.
Mirá, la melancolía trae un hueso nuevo para roer
y no creo que pueda con esto.


El alivio

Mirando una gota de agua
me dice:” es la única manera de ver a mis hijos”.

/extracto de Amampara

[Sobre el autor]

Gustavo Weisberger nació en marzo del 66. En 2008 publicó, a través del concurso nacional Macedonio Fernández, Sabactani y en 2011 le llegó Casamata a Cucurto y se imprimió en Eloisa Cartonera. En estos meses está terminando Coz en poesía. 

Escenarios de la tristeza

El documental “Los jóvenes muertos” condensa en sus imágenes la soledad y la melancolía, detonadoras de una ola de suicidios juveniles.

Por  Victoria Caracoche

Pensar el suicidio como un fenómeno colectivo es una triste realidad. El primer largometraje de Leandro Listorti, “Los jóvenes muertos” (2010), procura sencillamente conducirnos por ese camino que nos lleva a conocer el contexto donde los hechos ocurrieron. Este director es cauto a la hora de mostrar y asimismo, como contrapartida de lo que deja ver, abre nuevos  interrogantes sobre lo acontecido.  

El documental es una crónica breve  basada en la ola de suicidios juveniles que ocurrieron desde finales de la década de los noventa, y hasta hace no muchos años atrás, en Las Heras, un pueblo petrolero perdido en el desierto de Santa Cruz. Inexplicablemente, como contagiados de dolor, más de una veintena de jóvenes, en su mayoría hombres, tomaron la decisión de no seguir viviendo. Estos hechos marcaron al lugar y sus habitantes.

Apoyado en la imagen como ventana hacia ese micro mundo, Listorti nos va llevando por el pueblo a través de planos fijos de extensa duración, como una manera de contemplar la nada misma. Todo es aridez, desierto, vacío.

En esa expedición melancólica, conocemos el cementerio, las plazas, el club, la escuela, el basural, las iglesias evangelistas. Y el desierto otra vez.  La estación de tren abandonada. Y las bombas de petróleo como la excusa que mantiene un pueblo fantasma.

Una fotografía imponente regala cielos patagónicos, la composición es atractiva siempre, geométrica, cruda; los tiempos de cada plano oprimen y cuestionan la maldición de la muerte. Y es a partir de esa incomodidad que empezamos a preguntarnos por qué. ¿Fue la desdicha del sin futuro? ¿La quietud aterradora de un pueblo olvidado? ¿O la depresión traicionera de una juventud alejada de todo? Sólo conjeturas. Sólo fantasmas.

Siguiendo esa línea, nadie habita en esas imágenes. No hay rostros, no hay vida, nadie ocupa estos espacios, ni siquiera aquellos que transitan cotidianamente. Puro vacío: las calles, el parque, la cancha. El paisaje es cruel y la realidad nos devuelve como una flecha a la rutina.

Sólo algunas voces que sirven de testimonio cuentan algo, lo mínimo. Relatan lo anecdótico, una ínfima porción de historia, su existencia adversa en el desierto patagónico. Anónimos en off que hablan de contaminación, la incidencia de cáncer, los pozos petroleros y casi nada sobre estas personas que hoy ya no están. Pero un testimonio sobresale, es el de una madre, símbolo único del dolor. Cada secuencia está dividida por placas negras con el nombre y la fecha de nacimiento y muerte, como único dato fehaciente y tangible de cada uno de estos jóvenes.

Escasea la información en este documental atípico; porque la búsqueda minimalista indaga en el desasosiego, en la incógnita del tormento personal, en la soledad como un sentimiento inexorable.

Un film no apto para impacientes, pero que dejará sin duda una huella en aquel espectador que se permita la imagen como instante de reflexión.

[Ficha técnica]

Dirección/ Leandro Listorti.
Producción/Gema Juárez Allen, Lorena Muñoz, Laura Perelló, Daniel Rútolo.
Fotografía/Martín Mohadeb, Juan Manuel Tizón. 
Sonido/Luciano Fusetti.
Montaje/Felipe Guerrero


Micro-excursiones: Marina Fages

[Micro-excursiones] es un cuestionario que va en busca de músicos y compositores, con el fin de conocer sus ficciones personales. Es una adaptación, algo transgredida, del cuestionario Proust. Las preguntas son simples e impersonales, pero a la vez pretenden ser un disparador. Es el primer cuestionario en donde las preguntas no importan. El merito y la inventiva corre por cuenta de los músicos.


[Mini-Bio o Auto-semblanza

yo dibujo y canto,es lo mismo 

1. ¿Qué condiciones se tienen que dar para que empieces a componer?
En realidad no sé cuáles son las condiciones, no es que me siento y puedo componer algo. Sino que las melodías surgen espontáneamente en la mayoría de los casos realizando otras actividades. Como lavar los platos o estar caminando por la calle. Alguna vez encuentro un loop de guitarra y una melodía empieza a planear sobre él, pero son pocas las veces que sucede eso. Una vez que tengo una idea que es como sólo una línea dibujada; luego sí, con los días la voy trabajando y completándola, sumándole profundidad y color.

2. ¿Cuál es tu héroe o antihéroe de ficción favorito? 
Me gustan los personajes de novelas que sufren transformaciones a lo largo del relato superándome a sí mismos. Me encantan las historias de autosuperación. Me inspiran a veces a realizar mis metas con un poco más de energía. Mi héroe de ficción favorito es Naruto que siendo el paria huérfano de su aldea, al que todos odian, termina siendo el que los salva después de un largo camino, trabajo y superación personal. Y él es muy bueno también. Un antihéroe que se convierte en héroe.

3. ¿Qué talento desearías tener?
En otra vida me gustaría ser una artista de Kung Fu.

4. ¿Cuál es tu posesión más atesorada?
No soy muy apegada a los objetos en general, pero si tuviera que elegir algo que últimamente me gusta mucho, y me hace bien, es un clarinete usado que compré hace poco.

5. ¿Cuál es para vos la manifestación más clara de la miseria?
 el egoísmo.

6. ¿Cuál es la cualidad que aprecias más en los seres humanos?
La alegría y la sinceridad.

7. ¿Cuál es habitualmente tu estado mental?
Trato ser muy positiva. Me gusta también tratar de estar calmada.

8. ¿Cuál es tu idea de felicidad?
Estar cerca de las personas que quiero haciendo las cosas que me gustan hacer.

9. ¿Cuál es tu mayor miedo?
Que se alejen las personas que estimo.

10. ¿Cuándo y dónde fuiste más feliz?
Por suerte fui feliz un montón de veces y sé que vienen muchas más.

11. ¿Qué canción que hayas escuchado últimamente te hubiera gustado componerla vos?
“El gran Balboa” de Bestia Bebé.
http://bestiabebe.bandcamp.com/track/el-gran-balboa

12. ¿Qué canción que hayas incluido en un disco o interpretado en vivo no volverías a tocar? ¿Por qué?
No me sucede.

13. ¿Cuál es el peor disco de la última década?

14. ¿Qué libro te hace sonreír?
Luces del Norte, de Philip Pullman

15. Si sufrimos un ataque de Godzilla y tenés la oportunidad de salvar de sus garras a una banda o músico, ¿a quién salvarías?
Nacho Czornogas

16. Si después de muerta volvés convertida en zombie ¿a quién morderías primero? 
A Lucy Patané.

17. En tu último disco ¿encontraste la forma justa de expresar lo que querías?
Creo que sí.

[Contacto]

Narrativa: Ubick: ¿Aún existen mis pies?

por  Franco Dall Oste

  Aclaración: este es un intento por homenajear al genio Philip Dick. "Lo que vale es la intención", dicen...


¿Qué estás pensando?
Hoy es un día igual que cualquier otro. Hoy es un día…
Space Holiday Art Print
Siento las piernas dormidas, o eso creo. Ya no puedo moverme, desde hace unos años, ya todo mi mundo está inmerso en cables, y máquinas y ya no recuerdo mucho más. Mi vida ahora fluye a través de un mundo inmenso, etéreo, virtual. La tecnología al servicio del hombre, del ser que existe, y que se reinventa en cada persona que lo percibe, que es uno y es miles. Pero yo soy más que eso, soy millones, soy cada palabra que se escribe mediante mis ondas cerebrales en mis redes sociales. Soy ese que comenta una foto, que pone un “me gusta”; ese que no es otro que lo que allí se encuentra. Y no es por ponerle un tinte apocalíptico típico de las predicciones tecnológicas. No, no es eso. Y soy todo lo que veo en mi pantalla, en mi computadora, y no por un aislamiento personal, sino, todo lo contrario, por una nueva apertura que mi mente utiliza en el cotidiano, día a día, para poder seguir siendo ese ser que existe, que es algo en cuanto alguien más lo perciba ser.
Antes todo era distinto, antes todo es difuso. Ya no puedo distinguir realmente entre mi pasado y mi presente, entre los millones de códigos y caracteres que se reproducen en mi vida diaria, que forman mi hogar, mi cotidiana lógica del día a día, mi refugio. No tengo muchas alternativas, a decir verdad. Es esto o nada, o la soledad infinita, el aislamiento interno que nos arroja a la ceguera y la incomprensión. El existir sin existencia, sin percepción de un exterior, sin ser percibidos por un exterior. Sí, hago hincapié en este punto, en la realización del individuo a partir de su relación con los demás, de esa imagen que nos representa por fuera de nuestro consciente; somos ese ser que se construye ahí lejos de nosotros, indefinido, como una imagen borrosa, incomprensible.
Pero la cuestión pasa por el pasado, el pasado y el futuro, o al menos eso creo. ¿Realmente siento dormidos los pies? ¿Aún existen mis pies? Por momentos siento que estos antifaces cibernéticos presionan mis ojos, irritándolos, o quizás sea que también mi rostro está dormido. Por el momento solo sé que existo en el universo virtual, en las palabras que se escriben en la pantalla.
Sin embargo, a veces creo recordar mi pasado: imágenes borrosas, desdibujadas, se desfilan por mi mente, confundiéndose con las líneas y los colores de alguna página de internet. Recuerdo un poco a Guille, aun. No puedo decir si era mi hermano mayor, o un amigo de la vida. Solo recuerdo verlo llegar, por aquella puerta corrediza vieja y oxidada. Diez años habían pasado. Diez años en Marte. “Me voy, no sé cuándo vuelvo”, era lo único que había dicho antes de partir en ese expreso interplanetario.
Recuerdo también cuando volvió, diez años más tarde. Entró en mi cabina con un bolso colgando del hombro, y se sentó simplemente en el sillón, como solía hacerlo antes, sin mostrar ningún tipo de cambio, como si nunca se hubiese ido. Prendió un cigarrillo y se limitó a mirarlo, inspeccionándolo. Yo estaba sentado en una silla, mirando algunas cosas de las nuevas especies biológicas introducidas en la atmósfera de Saturno con la esperanza de repetir la experiencia colonial de Marte. “¿Cómo estuvo eso?”, le pregunté, arrimándome a la mesa ratona y recogiendo un poco de tabaco marciano. “Bien, que se yo”, me contestó. Entonces observé que tampoco había envejecido. “Lo más choto es el viaje, a la vuelta vine sentado al lado de una stripper, era re buena onda. Me tiro unos palos, pero no agarre viaje. Los asientos son muy incómodos, pero te sirven whisky a cada rato”, me dijo, aun mirando el cigarrillo. “Traje algo”, comentó luego y comenzó a revisar su bolso en busca de una pequeña bolsita que arrojó sobre la mesa. “Es Ubick”, me dijo abriendo bien los ojos. Yo me acerqué y comencé a inspeccionarlo, tenía una consistencia pastosa, y un color verdoso extraño, como si estuviese podrido. “Creo que leí algo sobre esto”, le comenté, “es un alucinógeno, dicen que está muy bueno, pero que sale caro”.
Recuerdo, o creo que recuerdo, que Guille tenía una manía por conseguir este tipo de sustancias. Quizás por eso ese viaje, o quizás solo quería respirar el oxidado aire marciano una vez más antes de regresar definitivamente a la Tierra (en cierta ocasión había sugerido que había sido engendrado en aquel planeta oxidado). En todo caso no tardamos mucho en probar el Ubick. El efecto en principio era placentero, como una relajación cálida, reconfortante. Luego las sustancias alucinógenas se combinaban dentro del organismo con la meta-efedrina (producida en masa gracias a los organismos biológicos que se desarrollaron en la atmósfera marciana).

Sí, ahora recuerdo bien ese efecto (o creo recordarlo). “El Ubick fue prohibido por el estado para hacer guita”, decía Guille siempre enojado. “Pensá en las farmacéuticas, son las principales ganadoras con todo esto, producen esas medicinas berretas para los tratamientos por un lado, y por el otro tienen laboratorios clandestinos para producir la droga. Es como pasaba con el cáncer ¿te acordás?”.  
Busco en internet: Ubick: 35.000.000 de resultados posibles. Entro a uno de los primeros links, una noticia de hace seis años. “La Guerracontra el Narcotráfico Marciano llega a su fin”, proclama el titular. Sí, creo poder recordar algo de eso. “Finalmente, las autoridades han apresado al último traficante de la droga “meta-efedrina pineal”, conocida comúnmente bajo el nombre de Ubick. Según fuentes oficiales, el criminal se habría enfrentado con fuerzas interestelares en el sector 39, y fue muerto luego de una valiente intervención del agente Rick Deckard.”
Ese nombre, hay algo con ese nombre. Abro el chat y charlo un poco con Kevin, un amigo, o creo que lo era, de aquella época. “No, no lo conozco, debe haber sido caza recompensas, usualmente casan a los androides que escapan de Marte”, me comentan. “Los hacen pasar por agentes para no tener que explicar por qué el gobierno paga a mercenarios en vez de solventar las fuerzas policiales”.
Siguiente búsqueda: Dick Deckard: resultados 1. La misma nota que estaba leyendo.  
El Ubick era una droga nociva, pero su efecto generaba una apertura mental sin precedentes. Los tibetanos habían comenzado a emplearla, ya que decían que facilitaba la ampliación de las percepciones y la asunción al mundo espiritual pleno. Otros decían que era solo basura, que combinaba los efectos del LCD, el MDMA y la cocaína. “No era nada de eso”, dice Kevin, “lo que hacen es combinar el líquido de las glándulas pineales de ciertos organismos marcianos con la “meta-efedrina”, que se sintetiza a partir de ciertos tipos de polen”.
Pero, ¿Quién era Dick Deckard? Algo dentro de mí siente una familiaridad con él, aunque también es posible que me esté engañando.
Entonces me esfuerzo en recordar un poco más de Guille, de aquella noche tomando Ubick en mi compartimiento, en alguna ciudad, probablemente La Plata. El mundo tan perceptible, y mis piernas ahí no están dormidas, y la droga poco a poco abre mi mente, y veo todo de una forma más real, más nítida. Escucho golpes, golpes en las ventanas y en las puertas, golpes que suenan a metal, a violencia, y Guille que guarda rápido la bolsa, y saca un revolver, y primero apaga el pucho en un plato. Se acerca a la puerta, y la abre, y alguien lo empuja desde afuera, pero se recupera y llega a trabar la puerta, entonces se escuchan disparos, y él me agarra y me empuja hacia la ventana, y saltamos, y caemos pesadamente sobre un container, y corremos calle abajo, hasta encontrar una vieja nave roja, y nos subimos y despegamos mientras sentimos los disparos desde abajo, y él que se no parece inmutarse, como si supiese algo. “¿Qué carajo pasó ahí?”, le pregunto. Aunque mis percepciones son muy confusas, producto de la droga. “Nada, son cazadores. No hay mucho más que decir”, me dice. Y observo su brazo, y está rasguñado, pero debajo parece haber algo más. “¡Sos un androide!”, le digo gritando. “No seas boludo, estas re drogado”, me dice mientras abajo veo los grandes edificios flotantes alejarse a toda velocidad. “¿A dónde vamos?”, le pregunto. “A Capital, tengo que encontrar a Juan”, me dice.
¡Juan!, él debe saber que pasó. Los busco por chat. “No sé de qué me estás hablando. Ese día yo no estaba en Capital. Los cazadores habían intentado atraparme, así que me escondí en un pueblo del sur”. Entonces, ¿Qué fue lo que nos pasó?
Rick Deckart. Ahí tiene que estar la clave. Si tan solo pudiese levantarme de esta maldita cama, si es que estoy en una cama. Ya no podría asegurarlo. Busco un poco más en internet.
Busqueda: “Ubick + Guillermo” Resultados: 2.400.000. La mayoría son combinaciones al azar. Pruebo con una “La red de narcotráfico marciano impera en el conurbano”. Leo la nota. “Algunas fuentes hablan de ciertas conexiones con trabajadores marcianos, otros hablan de una revolución del espíritu a través del Ubick. Su líder parece ser un hombre de identidad desconocida a quien llaman Guillermo”.
¿Qué es lo que realmente pasó? Poco a poco los resultados de la búsqueda pasan por mi mente, uno por uno los nombres se acumulan, y el recuerdo borroso de aquel hombre a quien yo llamaba Guille se va deformando, va y viene, en aquella nave, buscando a Juan, supuestamente. Todo parece irreal, aunque ya no hay mucho de peculiar en este sentido. Nada es lo que yo creo que es, o sí. Solo puedo construir mis recuerdos a partir de mi realidad, y esa realidad es virtual.
Recuerdo aquel día de forma fragmentada, como un rompecabezas, recuerdo el nombre de Rick Deckard pero solo como algo efímero, lejanamente familiar. Quizás si pudiese moverme, sentir mis piernas nuevamente, entendería donde estoy, o que fue lo que pasó.
Intento avisarle a Kevin, pero ya no contesta, y la imagen se vuelve oscura, borrosa, lejana. Intento entonces moverme, pero mis músculos no contestan. Comienzo intentando zarandearme, me concentro en mis extremidades. La conexión a internet parece haberse cortado, así que solo veo oscuridad. El dispositivo que me unía a la web se encuentra montado en mi rostro, eso lo recuerdo. Me muevo un poco, siento mis dedos moverse, poco a poco, e intento arrastrarme hacia un lado. Mis hombros parecen responder, así que voy para un lado y para el otro, como intentando caer por un costado (sí es que existe ese costado). Entonces siento una fuerza en las piernas, siento también desesperación, nervios, aceleración, adrenalina, y poco a poco mis pies se mueven y también se zarandean, estoy cada vez más cerca de la libertad, pero no puedo lograr ver nada, y mi cuerpo se mueve cada vez con más violencia, para un lado, y para el otro, hasta que ya siento la fuerza, siento cada una de mis partes, aunque se mantienen rígidas, pueden hacer el esfuerzo necesario para tirarme, para sacarme de ahí. Siento el borde de aquella cama o camilla, o donde sea que haya estado posando, y pronto mis oídos me hacen sentir la adrenalina del desequilibrio. Caigo pesadamente sobre un piso frío y sólido. Temblando me saco el artefacto de los ojos. Agarro el elástico que lo une a mi rostro y lo tiro hacia un costado. La luz lastima mis pupilas. Intento taparla con mis brazos, hasta que poco a poco mis ojos se acostumbran. Me levanto tambaleante. Es hora de la verdad, de recuperar mi identidad, de entender que fue lo que pasó con Guille, con el Ubick, con mi vida. Veo a mi costado un libro, pequeño y azulado. “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, reza sobre su lomo.

De repente me doy cuenta que no estoy solo. Alguien me toma del brazo. 

Poesía: Gabriela Clara Pignataro

Ocean Myths Art Print
by Chalermphol Harnchakkham

No sé si puedo
escribir sobre amor

y sin embargo el amor existe

todas nuestras verdades
son relativas
como la maquinaria de la ilusión
las formas de hacer la cama
de extender la palabra
de hacer la guerra
y de pedir perdón

el ojo a veces
es un pez mareado
boqueando sal
en la cresta de la espuma
que parece no dejar
de romper
nunca

una perla
en la arena seca
no es tan distinta
a los granitos que duermen
entre los dedos
de los pies
hasta que la bandera celeste
pone al sol
en el centro del dial
colmando los hoteles
y ese punto blanco
empieza a brillar

la última oleada se llevó todo
menos esto

El fetichismo de categorizar es el temblor muscular del miedo; de estar parado en la orilla con el dedo índice confundido que busca señalar la gota que después de salpicarte es parte del mar.Que de esa masa incontrolable se va a evaporar,nuevamente individual para ser parte de la nubosidad variable o la peor tormenta invernal.
Lo molecular en el entramado total se vuelve indetectable, in-etiquetable: somos excedente simbólico que desborda al signo.Somos significado flotante porque estamos creciendo todo el tiempo inflando las ideas como globos que al estallar regarán nuevos pequeños mundos.
Somos las manos en la masa y no el pre-cocido.El hambre, las ganas de comer y las cenas a futuro.
Lo perfomateado, y no lo formateado.
Una mesa es una placa tachonada en cuatro patas, de esas que aprendimos a dibujar copiando del pequeño Larousse; y una mesa también son dos tablones con caballetes.
Aunque siempre exista quien prefiera un cuadrado individual, el conjunto completo de living-comedor: uno siempre puede elegir en que tablado compartir su plato y con quién.

[Sobre la autora]

Gabriela Clara Pignataro
Buenos Aires, 5-10-1985.

Escritora, actriz. Se encuentra trabajando en sus primeros poemarios "Muta"ilustrado por Andrea landoni, "Aclarar nunca oscurece" y en su primera obra teatral de dramaturgia propia "Archivo emocional desclasificado", biodrama unipersonal a estrenarse en septiembre en el CCMatienzo. 
Estudia teatro desde el año 2000, actualmente enfocándose en teatro y ritualidad.
Es alumna de la carrera de Artes Combinadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Es parte del equipo de trabajo de SNSYC, club cultural independiente en la misma ciudad.
Cree que viajar,compartir e investigar son los placeres de esta hermosa vida.

Publica sus escritos en Bicicletas en la luna
y edita libros digitales de libre descarga 

Rasgar las vestiduras: el despojo de lo superfluo en Virgen aunque violada, de Gavril Alon

por  Florencia  De Felippe


En ocasiones solo hay que dejar
que la luz haga su trabajo.
Gavril Alón

            Los poemas de Virgen aunque violada son violentos. Sin embargo, poseen una violencia dulce, que despierta pero no agrede, sacude pero no sofoca; libera. Este oxímoron está en las imágenes poéticas que, como espejos, develan al lector palabras que jamás quieren ser escuchadas. Sin embargo, cuando lo son, sucede de modo tan apacible que resultan amables. Como el placer, que también es goce, dolor y muerte.
            Su poesía se entrelaza con ilustraciones que son parte de la palabra: no 'grafican', de modo explícito y lineal, a los textos desparramados haciendo juego con el espacio, sino que pueden leerse porque también son poesía, conforman una misma secuencia.
            La ruptura está presente en cada uno de los poemas, y los acontecimientos se traman a partir de lo sensorial; en cada imagen poética se abandonan superficialidades para llegar, finalmente, al núcleo de la cuestión, al “Carozo”: “Mi cuello tiene una/ boca a la altura de donde yo tendría / una nuez de Adán, / chiquitita, adecuada al tamaño de / carozo que tiene ese orificio oral, / que se mueve hacia arriba y hacia abajo / mientras canta con gritos Criminal / de Fiona Apple. Para ser sincera, ha /  musicalizado mi tarde.”
            Las formas, entonces, no son importantes, porque ellas pueden ser destruidas, modificadas, armadas al placer de lo que se quiere decir, por eso: “un buen dj no es el que me puede hacer/ llorar./ Un buen dj es el que me dice qué quiero/escuchar.”
             El libro de poemas de Gavril Alón establece un quiebre entre lo impuesto y lo genuino, entre las expectativas ajenas y lo verdadero, lo que permanece bajo la 'cáscara' y una vez desenmascarado,  revela una sabiduría latente, oculta e intacta:

Si hubiera sabido que para esto
estaba siendo educada
o que con este módico fin
se me alimentaba,
si hubiera sido consciente
de a dónde apuntaban
sus instrucciones y enseñanzas,
si era para esto
que se nutría mi imaginación
y se me cuidaba 
me hubiera resistido a comer y a
escucharlos
me hubiera enseñado a hablar sola
en una lengua autodidacta
me hubiera prostituido pequeña
infértil, anoréxica y evolucionada
porque no voy a existir por comida
ni a llamar amor
a la droga más utilizada.

            En torno al enunciado que titula la obra se abre el juego que Virgen aunque violada propone en cada nueva poesía. La superación de esta dicotomía se encuentra en las 'definiciones' que se van entretejiendo en los versos: “el término maleducado / trasciende a la mala educación / sé dónde reinan los menores / y desde dónde iluminan los mayores.”
            Desde los verbos se acciona una forma de despertar, la cual aparece en la práctica, en  los quehaceres diarios, en el 'nombre real' que se le da a las cosas: “no había más bowie más yo ni más camas.” Nombrar, entonces, es transgredir y a partir de ese acto, lo superfluo logra romperse; no sin dolor, pero ¿cuándo el abandono de viejas estructuras resulta una experiencia poco dolorosa?

            A partir de este material, Alón nos muestra un mundo roto y distorsionado, que no es más que la propia realidad despojada de sus artificios.

[Más info]