menucito

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como un soplo
como algo que resbala en silencio
contra la fiebre
abrirán sus dedos, estridentes, los delicados muertos de vidrio


-                              un párpado se cierra
a la luz que trabaja en la madera
un párpado
se


[le oigo decir:
si
lo único que queda de vos
no
es más que
la estéril y fugaz trayectoria de cada estéril y fugaz partícula
producida
en la combustión del poema

le oigo decir:
si
ensamblaste
crudamente             la LUZ
en                            la             no-luz
y ahora tiembla
y sólo pensás en la carencia

si
cuando la palabra fatalmente
convoca a la palabra                                               y se produce
el esplendor
la fuga
                                                la fisura

si
todo lo que se puede escribir
son                          puras                       putas
mentiras
no nos queda otra, amor, que volver a la hermosura
de las vísceras y la mierda]


Reuniones Ancestrales

- Estos son mis dioses – dijo levantando el dedo índice de su mano derecha.

Lo mire perplejo, a la vez maravillado, no emiti sonido alguno. El silencio de la noche se confundía con la música de su guitarra, que retumbaba en mi pecho y en las 4 paredes de la habitación.

- Estos dioses me dan algo, pero me piden algo.
Me sacan cosas – susurró.

Solamente asentí con la cabeza.

- Por eso hay que tener cuidado, te pueden convertir en un cínico y peor aún en un perverso – explicó

- ¿Cómo? – pregunté intrigado.

- Y…uno tiene que saber hasta donde pedirles a esos dioses, esa cuota de… llamémosle inspiración, por ahora. Porque poco a poco te van comiendo el alma y la oscuridad le va ganando a la luz – dijo, mirándome a los ojos.

Y me calle, nos callamos. Sabía que él tenía razón.
Me hizo jurarle que nunca iba a pedirle algo a cierto dios de él, porque si lo hacia no había vuelta atrás, me iba a volver siniestro y totalmente oscuro, como él lo era a veces. Y continuamos con la noche de tertulia, sabiendo que por unos momentos lo había ayudado a salir del túnel.

·

Días en los que comprendo
Que hablar no es solo hablar
Que también
Es abandonar el silencio
Empiezo a sentir cómo pesan mis ojeras
Ojeras en los brazos
En los codos
En la piel
Ojeras por todo el cuerpo
Empiezo a escuchar
Los gritos de ese cuerpo
Silenciado por tanto tanto tiempo
Cuerpo Ajeno
Cuerpo Espanto
Cuerpo Náusea
Cuerpo Visible, al fin
Y las pasiones
Las ojeras
El silencio
El cuerpo
El grito
La vida que sigue
Y el vértigo por seguir
Vibrando con ella
·

GENERIS

Sin motivos y sin razones, de la nada y del vacío aparecen dos personajes sujetándose de una caída. Ellos golpean el suelo con sus cuerpos, se levantan de una oscuridad suprema y se miran.

-ADÁN: ¿Dónde estamos?
-LAURA (con algo de desesperación): No se, algo me empujo desde otro lado y caí en este lugar tan extraño ¿Quién sos?
-ADAN: ¿Tenés Miedo? (Con máxima tranquilidad).
-LAURA: Si, porque no se con quién estoy y dónde me encuentro, quiero salir de acá.

Ella comienza a deambular lentamente por el espacio vació y oscuro, mirando hacia arriba y esperando ver o escuchar un sonido; alguien que le indique la situación. Su expresión de desesperación aún es pasiva. Una luz comienza a iluminar una parte del escenario para dejar a la vista de los dos, y del público, un manzano de estatura mediana, florecido y empapado de unas gotas visibles que parecen humedad. Adán se lo señal, con la mano y con la mirada.

-ADAN: ¿Lo ves? Tenía que haber algo. Siempre hay algo.

Ninguno de los dos se mira aún. Adán contempla el manzano desde una distancia no tan larga, y Laura sigue buscando una referencia, dando vueltas por el escenario con la cabeza hacia arriba.

- LAURA: ¿Dónde estaremos?
-ADAN: Es un pequeño manzano. Las gotas de rocío son como la tristeza; caen sobre las hojas de un árbol como este, y recorren sus brazos, su cuerpo. Así, hasta llegar a la raíz y ser absorbidas para la fotosíntesis de un nuevo lugar y de una nueva forma.
-LAURA: No entiendo.
-ADAN: ¡Que el agua cae! Llega a la raíz, y al florecer en la fotosíntesis se convierte en aire; uno de los cuatro elementos. La tristeza no reconoce espacios, pero adapta las sensaciones y las emociones sin conocerlas. (Lo dice como si fuera un poeta).
-LAURA: Que raro. (La expresión de su rostro ahora parece más relajada, tranquila).

Los dos se acercan al manzano, lo tocan por la diestra y por la siniestra, se miran ambos con posición pudorosa.

-LAURA: Tiene un solo fruto.
-ADAN: Es cierto, acá debe ser más que primavera.
-LAURA: No estoy segura de que los manzanos den frutos más en primavera que en cualquier estación. (Mira el fruto, lo acaricia, lo desprende suavemente de la rama y lo observa con una mirada penetrante y persuasiva).
-ADAN: No deberías tocarlo sin saber a quién pertenece.
-LAURA: ¿Lo comemos?

Y así, ambos muerden y despedazan el fruto del olvido, de la desesperación y de la tristeza; envolviéndose en la máxima oscuridad de la escena.
Y de algún lugar se oye la vos de Adán que dice:

-ADAN: Eva, es el único nombre para todas. Ella es una y todas a la vez. Maravillosa creación que me hunde en el olvido de todas las tristezas.
Germán Riobó

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Bailarines, Niños. Público en General.
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contacto: germanriobo@gmail.com

Transitando por donde dejé mi nombre

asomándose
la caduca promesa.
impidiendo
a mis ojos en paz
sean cerrados
en tu calor.
siempre a trasluz.
reteniendo
este aliento
por desplomarse.
amor,
exhalación pendiente.
pendiente.
pendiente.
(quiere soltarse)
presencia,
media cuerpo, media sombra,
la vista humeando del perfume.
atando el vuelo
de mi pecho
a tu cuerpo.
(y además,
también,
aprieta y aprieta
lo que de incrustarse
no ha
lo que de decirte
no he
todavía)
te caeré
bien muerta y nacida
cuando descame
los restos aún
de silencio.

CARCEL DE AMOR, LOCURA Y MUERTE.

El piano de Sebas suena en el living de su casa cerrada. Esa música ornamental vuela por las sombras de una tarde azul, con ese sonido él se salva y le sirve porque no tiene a nadie que lo quiera escuchar. Él no tiene máscaras ni disfraces que lo hagan huir de la cárcel de amor. La luz del sol lo escucha tocar y añade un ambiente sombrío al espejo de su expresión temerosa, pero Cecilia lo perturba. Pensar en lo que pasa entre Cecilia y Federico no le permite salir de la prisión. Él sabe lo que sucede, las flores se lo contaron cuando los oyeron en el jardín. Y ahora, en agradecimiento a ellas, Sebas les regala Primavera, de Vivaldi. A ellas les gusta mucho, y toca con dolor por lo que le contaron, porque ellas los vieron besarse cerca de la ventana, y también prometieron mantener esa pasión en secreto.
Federico quiere encerrar a Sebas en una nebulosa que lo confunde para poder representar el amor que siente por Cecilia a escondidas de él; no lo confiesa, pero a Sebas se lo contaron las flores.
El encierro en ese túnel solar lo confunde, y no puede distinguir los símbolos de la paz y del amor, ya no es divertido. Cuando decidieron ir a vivir juntos, no parecía que iba a ser así, él creyó que esa obsesión: el deseo hacia Cecilia había terminado, de otro modo, no hubiera sostenido consolidada la relación entre él y Federico. No hubiera querido que fuera una cárcel de amor para él, pero la encrucijada que le tendieron termino peor. Todas las tardes salía a conversar con las rosas.Hablar con las flores como una forma de ser feliz y de penetrar en el éxtasis que le provocaba el imperio de la confusión.
El día martes treinta de octubre, Sebastián llego de la capilla de la zona, tumbado porque sus rezos no surtían efecto, pues pareciera que Dios dejó de escucharlo para siempre. En el living se encuentran Cecilia y Federico, juntos como amigos. Sebastián no saludo y pasó hacia el jardín, mientras ellos daban cuenta de la indiferencia. Las rosas terminan de abrir y decide cortarles las hojas secas, recoger los pétalos que
pondrá sobre la base de su piano cuando termine de componer el himno a las flores; una composición que les esta preparando para cuando llegue el verano caluroso. La música las refresca y crecen con una audición fértil para las próximas temporadas.
A ellos, los siente despedirse. A los minutos, Federico sale y le entrega un té tibio a Sebas, como los que a él le gustan: con un pétalo de sus bien cuidadas flores flotando sobre la efusión sabrosa.

- ¿Cómo te fue en la iglesia?
- Bien, recé mucho. Siempre rezo por vos; y por mi.
- Tendrías que rezar menos y hablar más, me gustaría que me contaras que conversas con tus flores cuando están solos.
- Ellas escuchan todo, y me lo cuentan.
- ¿Qué te cuentan?
- Todo lo que ven, y lo que oyen también, pero yo tengo miedo de contarte.
- ¿A qué le temes tanto?
- A la verdad. La verdad de lo que ellas me cuentan me aterroriza, me encierra y no puedo salir porque tengo miedo de lo que pasa entre vos y Cecilia.
- No pasa nada que te vaya a perjudicar.
- Vos no me queres decir la verdad. No me decís que hace ella hace acá, no me decís que conversan tan a ocultas. Yo quiero entender para no tener más miedo.Que no se burle más de mí, porque dijo que estoy loco. Además, la semana pasada, te dijo que cuando me vaya el miércoles al concierto volverá de visita.
- ¿Quién te dijo eso?

Sebas no contestó y entró a la casa para sentarse en el piano a tocar Primavera. La música comenzó a revolotear por el sopor de la angustia y del doloroso miedo más profundo y extremo. Federico lo esquivo ese día todo el tiempo porque prefería dejarlo solo hasta que se cansará y se acostará a descansar, o en el mejor de los casos, a dormir hasta el día siguiente. Ya no se sentaban más los dos juntos a la par; hacía varios años que dejaron de hacerlo. Cuando empezaron a vivir juntos ahí, disfrutaban de jugar con el instrumento, de truncar las sonatas de Amadeus Mozart y Sergei Prokofiev hasta que saliera algo que a los dos les gustará. Se reían, se besaban y después se cerraban a los brazos del amor sobre la alfombra hasta que amaneciera, o hasta que no aguantarán más sus propios cuerpos juntos; pero cuando volvió Cecilia de España sembró la confusión y el miedo que hoy encierra a Sebas en su prisión. Ella empecinada de convencer a Federico de que lo vivido juntos en Madrid, cuando eran pareja, fue inigualable. Ahún así, seguían estando juntos a escondidas en el mismo lecho; en el mismo lugar donde la música de Vivaldi crece para las flores; y para el verano del mañana.
El día miércoles, Sebas fue al concierto de música clásica con sus amigos, iba a quedarse a dormir en casa de uno de ellos pero decidió volver a la suya porque, en verdad, no se le había hecho tan tarde. Siendo ya jueves a la madrugada y caminado sobre las veredas húmedas de su cuadra, esquiva a los gatos que se le cruzan en la oscuridad. Se cortó la luz en el barrio y las penumbras se acuestan en el camino. Sin entender, comenzó a escuchar lentamente el sonido de una sonata de Chopin. Llegó a la entrada de su casa y espió por la rendija del ventanal, no más. Allí estaban, ella sentada en el piano y él a su lado, riendo y tocando para ellos mismos. Desde afuera, desabrocha con éxtasis el sobretodo que lleva puesto y dispara dos veces contra el vidrio empañado del ventanal. Antes de que el cuerpo de ella cayera, un río de sangre cubre instantáneamente su espalda desnuda y blanca; luego del torso brilloso de Federico florece la sangre oscura que la luz de los velones, de alrededor, opacaron.

- Ahora, con el rostro sorprendido se van los dos juntos. Ya no tengo más miedo, ya se la verdad por mi visión.

Atraviesa caminando el living pisando los restos de una noche juntos. Los pétalos de sus rosas aparecen esparcidos por el suelo, de los colores que a él le gustan, los estaba juntando para los tés de esas semanas. En la cocina, descansan los restos de una cena amorosa, un salmón exquisito y muy bien condimentado. No le importa, porque abre la puerta del patio para ir a ver a las flores.

-¿Qué pasó? ¿De qué hablaron y qué estaban haciendo? Ustedes lo oyen todo.

Mientras las acaricia una por una, la noche va bajando el telón pesadamente y la claridad comienza a secar sus ojos.
Germán Riobó

Books Fotograficos y Albumes Digitales para Actores, Modelos, Músicos,
Bailarines, Niños. Público en General.

·

como si se tratara de profundidad

o de no estar llamándote a los gritos // buscando que aparezcas


y la sombra de tu voz

que ahoga la mía que no sale que no grita


mi voz la que se asusta la que desaparece frente a tu voz

tu voz que tampoco se dice pero es presencia

y la mía que se esconde


mi voz espacio con máscaras

revelador de vacíos

como si supiera de llamar a alguien

como si supiera de profundidades

como saber que algo existe y no soy yo

y una voz que interpela sin nombrar (me)

y la que aúlla la que odia la que escupe


la que finalmente calla
·

ODA A LA PLAZA

¿Se puede mirar una cosa cualquiera
con la misma mirada tierna
de quien observa la seriedad
con la que juegan sus juegos
los niños en la plaza?
me pregunté perdido en el tiempo
por un instante que
vaya a saber quién sabe cuánto duró.
Mientras mi culo se mecía
de quedo sobre la hamaca del medio
de las tres que había,
la plaza parecía estar presa
encerrada entre rejas
que guardan su venganza contra las avenidas
que en un tiempo la emboscaron
con caminos de piedra y humo
que son caminos del dios progreso.
El hambre insaciable del progreso
que no veo ni ir ni venir por esas sendas grises
porque está sentado incómodamente y furioso en su trono
tomando a los hombres por la cabeza
entre sus dedos como pinzas gigantes
dejándolos caer a su boca, uno tras otro.
Veo la fronda de la arbolada que fluye y refluye con el viento,
veo las fuentes por las que fluye y refluye como agua
un tiempo constante y monótono,
y veo los monumentos y las estatuas indiferentes al tiempo y a todo.
Nada mejor para mi indiferencia
que la indiferencia de esta plaza
mirándose el ombligo tiernamente
como yo miro al más honesto parlamento
debatir si piedra libre, o si mancha.
Mientras rechino las cadenas con mi peso de cuerpo maduro
y mi pregunta rechina en mi cabeza inmadura
que va que viene y que juega seria y sin prisa.